Juan Gabriel V¨¢squez encuentra a la Madame Bovary del siglo XX: ¡°Quise saber por qu¨¦ muri¨® de tristeza¡±
El escritor transforma en literatura la vida de Feliza Bursztyn, escultora colombiana exiliada en Francia a la que descubri¨® en una vieja columna de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Reconstruye su vida y su muerte en ¡®Los nombres de Feliza¡¯
Reconocer el momento exacto en que nace un libro es casi tan emocionante como identificar el d¨ªa en que empez¨® una relaci¨®n o la idea misma de una nueva criatura. Y eso no siempre es evidente. Pero Juan Gabriel V¨¢squez tiene muy claro que su nueva novela, Los nombres de Feliza (Alfaguara), brot¨® en un instante muy especial al que puede poner su particular cumplea?os. Y sumar varios hitos en el camino. Vamos a verlo.
V¨¢squez, nacido en Bogot¨¢ en 1973, ten¨ªa 23 a?os cuando se instal¨® en Par¨ªs. Hab¨ªa pasado la carrera de Derecho leyendo literatura en las ¨²ltimas filas del aula y persegu¨ªa los pasos de sus mitos en esa ciudad m¨¢gica en la que Joyce, Scott Fitzgerald, Hemingway, Vargas Llosa, Garc¨ªa M¨¢rquez o Cort¨¢zar hab¨ªan levantado una arquitectura narrativa tan monumental como inmaterial. Edificios que no se ven precisamente al caminar por los Campos El¨ªseos o el Sacr¨¦ Coeur, pero que est¨¢n ah¨ª, en las p¨¢ginas absolutas de los autores y de quienes los han le¨ªdo.
Lo que pronto se vio obligado a perseguir el joven colombiano, sin embargo, no fue tanto a las musas como las consultas, salas de espera y largos viajes en metro por la ciudad para afrontar un problema de salud que esos d¨ªas le hizo la vida m¨¢s dif¨ªcil. Y no era cuesti¨®n de llevar a Marcel Proust encima, sino lecturas m¨¢s f¨¢ciles de compaginar con semejante trasiego, como una recopilaci¨®n de las columnas de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez en EL PA?S. Y fue una de ellas, dedicada a una mujer, la que encendi¨® la chispa: ¡°La escultora colombiana Feliza Bursztyn, exiliada en Francia, se muri¨® de tristeza a las 10.15 de la noche del pasado viernes 8 de enero, en un restaurante de Par¨ªs¡±. Era 1982 y aquella lectura impact¨® a Juan Gabriel V¨¢squez en 1996.
¡°Hubo algo que se me qued¨® metido entre pecho y espalda. Yo nunca hab¨ªa o¨ªdo hablar de ella, pero me naci¨® la pregunta: ?Qui¨¦n era esa mujer? ?Y c¨®mo puede alguien morir de tristeza? Fue el germen de la novela¡±, cuenta hoy V¨¢squez. As¨ª naci¨® la corazonada de que ah¨ª hab¨ªa algo poderoso y se puso en marcha el instinto, pero no las herramientas, que a¨²n tardar¨ªa en fabricar antes a¨²n que el propio libro. En total, 27 a?os han pasado. ¡°Mis libros siempre se cocinan lentamente, pasa mucho tiempo desde la corazonada hasta la escritura¡±.
Hoy V¨¢squez habla con calma en su nuevo piso en Madrid, una ciudad a la que se est¨¢ mudando despu¨¦s de una vida con etapas en Par¨ªs (1996-1998), B¨¦lgica (1999), Barcelona (1999-2012), su Bogot¨¢ natal (2012-2023) y vuelta a Par¨ªs. El piso ya es hogar porque los libros no solo han llegado, sino que han encontrado su sitio en la estanter¨ªa y, entre ellos, asoma una cabeza de barro que ¨¦l ha modelado con sus propias manos en la misma escuela de escultura en la que se form¨® su protagonista, Feliza Bursztyn, en los cincuenta en Par¨ªs. Volveremos a ello.
Porque entre aquel chispazo inicial y el curso r¨¢pido de escultura hubo m¨¢s pistas en el camino. Una est¨¢ en Las reputaciones, libro de 2013 en la que el protagonista, un caricaturista pol¨ªtico, dibuja a la escultora. ¡°Entonces ya hab¨ªa tomado la decisi¨®n, ve¨ªa claro un libro, pero a¨²n no sab¨ªa c¨®mo¡±. Y otras, m¨¢s vinculadas a las herramientas, est¨¢n en dos libros. El autor, premio Alfaguara por El ruido de las cosas al caer, necesit¨® escribir La forma de las ruinas (2015), sobre los asesinatos de dos importantes pol¨ªticos colombianos, y Volver la vista atr¨¢s (2020), sobre la extraordinaria vida del cineasta Sergio Cabrera, para encontrar ¡°la estrategia correcta¡±. ¡°Ambas son novelas que navegan en aguas mixtas entre la ficci¨®n y la realidad y en las que est¨¢ el ejercicio que he querido hacer aqu¨ª: la ficci¨®n no como invenci¨®n absoluta sino como la imaginaci¨®n del otro, de alguien que existe realmente. Para hacerlo me hac¨ªa falta aprender lo que aprend¨ª con esos dos libros¡±.
Y lo que aprendi¨® fue exactamente esto: a convertir una vida en literatura, a investigar a fondo hasta conocer los detalles m¨¢s nimios de un personaje y, a partir de ah¨ª, a levantar el andamiaje que se despega de las reglas de la biograf¨ªa para tomar vuelo propio y aportar una creaci¨®n propia. ¡°Si jugamos a los porcentajes, creo que en esta novela hay un 25% de trabajo period¨ªstico, un 25% de investigaci¨®n de aquel momento hist¨®rico y un 50% de novelista¡±, asegura V¨¢squez. ¡°Creo que todo mi ejercicio se parece un poco a esos momentos medio legendarios de Miguel ?ngel poniendo la oreja en un bloque de piedra y diciendo: ¡®?Ah!, lo que estoy oyendo es el Mois¨¦s, eso es lo que est¨¢ ah¨ª y hay que sacarlo¡¯. Es lo que siento que ha sido mi trabajo de novelista, tomar una mole inmensa, la experiencia ajena, el material de la historia colombiana, la biograf¨ªa borrosa de un ser humano, y convertirlo en una figura estilizada que significa algo. Eso es la novela¡±.
El m¨¦todo de sus libros, relata, arranca siempre con un punto de partida period¨ªstico. ¡°Los primeros pasos son casi siempre una entrevista, un reportaje que hago para m¨ª. As¨ª ocurri¨® con Sergio Cabrera, con quien convers¨¦ con la grabadora durante siete a?os. Tambi¨¦n me hago preguntas sobre lo que somos en Colombia como pa¨ªs. Despu¨¦s del periodista entra el historiador que tiene que reconstruir un momento con documentos, archivos, fotograf¨ªas. Y, en tercer lugar, entra el novelista, cuya ¨²nica tarea es decir algo que ni el historiador ni el periodista puedan decir. ?Y qu¨¦ es eso? Se trata de ponerle alma. Contar el lado invisible y secreto de lo que es visible desde los hechos y los datos, contar lo que no se puede comprobar. Todo eso es la raz¨®n por la que Guerra y Paz nos dice cosas de las guerras napole¨®nicas que no nos dicen los libros de historia¡±.
Y esta es la f¨®rmula del narrador que es V¨¢squez: ¡°Mi inter¨¦s es averiguar qu¨¦ puede hacer mi libro que no se puede hacer desde otras maneras de contar el mundo¡±. Definici¨®n para tomar nota.
Por todo ello se arremang¨® y busc¨® las trazas de la historia, entabl¨® relaci¨®n con el viudo de Bursztyn y con todos los testigos vivos de la ¨¦poca y estableci¨® el perfil de una mujer que le impact¨® por su poderosa vocaci¨®n para ser artista; por trabajar con materiales heterodoxos como la chatarra o los sopletes, que m¨¢s pertenec¨ªan al reino de la mec¨¢nica que al del arte; por su rebeld¨ªa y negativa a dejarse encasillar en ninguna convenci¨®n; por su ascendencia jud¨ªa, hija de unos padres que hab¨ªan huido del nazismo, y a la vez laica. Por su temperamento imbatible; por una determinaci¨®n que la llev¨® a abandonar a su marido y sus tres hijas en pos de una historia de amor y un salto de p¨¦rtiga hacia el universo cultural; por conectar con la ilusi¨®n revolucionaria que se extend¨ªa por el continente y que en ella era incompatible con las guerrillas. Por sus amistades conservadoras, sus contradicciones, su ambig¨¹edad y capacidad para vivir en varios mundos; por ser una mujer fuerte en un mundo machista; por ser de izquierdas en un pa¨ªs que V¨¢squez define como paranoico y atemorizado por los fantasmas del socialismo. Por su detenci¨®n y tortura infernal en un momento de persecuci¨®n pol¨ªtica en una Colombia violenta; por su huida y refugio en Par¨ªs, donde la tristeza pudo m¨¢s que la amistad de personas como Garc¨ªa M¨¢rquez y Mercedes Barcha; que la fuerza de su esposo, que viaj¨® hasta all¨ª para reunirse con ella; o que la beca que estaba a punto de recibir para proseguir en Europa sus trabajos de arte.
Los nombres de Feliza convierte, as¨ª, a esta escultora en una especie de Madame Bovary del siglo XX, una Emma diferente porque estudi¨®, se forj¨® y luch¨® con otras herramientas, pero con la misma bravura y la misma fatalidad. Una cuidadosa anatom¨ªa de un momento, de unas horas, de unos d¨ªas, los ¨²ltimos que vivi¨® antes de caer muerta en un restaurante ruso de Par¨ªs.
All¨ª, en esa ciudad que tambi¨¦n ha sabido convertir en personaje, V¨¢squez ha visitado el local que alberg¨® ese restaurante, el piso que fue su ¨²ltima morada, donde los lectores sentiremos el fr¨ªo que se colaba por sus ventanas desencajadas, y la mencionada escuela en la que Feliza se form¨®. ¡°Yo necesito ir a los lugares de mis personajes, sean reales o de ficci¨®n. Cuando me di cuenta de que mi estudio, donde escrib¨ª la novela, daba a la calle de la Grande Chaumi¨¨re, donde estaba la academia en la que ella estudi¨® en los cincuenta, y descubr¨ª que todav¨ªa existe, trat¨¦ de entrar. No me lo permitieron porque solo pueden los estudiantes. ?Y qu¨¦ hice? Me inscrib¨ª en cursos de escultura, no solo para ver el lugar por dentro sino para sentir el material que ella tambi¨¦n tuvo que trabajar y c¨®mo es el proceso de aprendizaje. El resultado es esta cabeza de barro. Me llev¨® 30 horas¡±. La cabeza nos observa, impert¨¦rrita, y a ella volveremos otra vez.
¡°Con esta novela he pagado una deuda con ese Par¨ªs m¨ªtico al que llegu¨¦ en 1996, donde Vargas Llosa escribi¨® La casa verde; Cort¨¢zar, Rayuela; Garc¨ªa M¨¢rquez, El coronel no tiene quien le escriba, y antes que ellos, Joyce firm¨® el Ulises y tantos autores que han sido definitivos para m¨ª. Llegu¨¦ como un joven latinoamericano que sue?a con escribir novelas y va persiguiendo las placas de edificios o caf¨¦s donde ocurri¨® una escena, buscando ese Par¨ªs fetichista y mit¨®mano que solo existe en la imaginaci¨®n y que nunca se completa porque no existe¡±, asegura. ¡°Aqu¨ª lo invent¨¦, lo obligu¨¦ a existir y eso me dio mucho gusto. Logr¨¦ una reconciliaci¨®n con ese Par¨ªs que llegu¨¦ buscando¡±.
?Pero de qu¨¦ Par¨ªs estamos hablando? Del suyo y de todos. La vida de Feliza Bursztyn recal¨® ah¨ª en los cincuenta y luego en los ochenta del pasado siglo. La de V¨¢zquez, en los noventa ¡ªcuando conoci¨® la historia¡ª y en estos a?os veinte, cuando la escribi¨®. Dos siglos y dos mundos radicalmente diferentes: ¡°El Par¨ªs donde escrib¨ª el libro es una ciudad marcada por el miedo, de constante alerta terrorista, muy distinta a esa especie de inocencia de la ciudad a la que llegu¨¦ por primera vez¡±. Por ello fue importante contar aquel Par¨ªs de los protagonistas, ¡°a salvo de nuestras convulsiones del presente¡±.
Par¨ªs es personaje, como lo es Colombia y sus olas de violencia, la Revoluci¨®n Cubana y la ilusi¨®n izquierdista; y ¡ªen mucha menor medida¡ª Texas, patria del primer marido de Feliza Bursztyn y de sus hijas, a las que visit¨® asiduamente, o Israel, referencia constante para su familia. Y es que V¨¢squez defiende una ¡°literatura de puertas afuera¡± que mira y se interesa por los fen¨®menos de la historia y de lo p¨²blico y ¡°que investiga ese mundo que hay m¨¢s all¨¢ del lugar que ocupamos¡±. ¡°Yo sigo creyendo en cierta forma en la novela social que explora nuestro lugar en conversaci¨®n con el mundo, una novela que abre las puertas para examinar qu¨¦ nos pasa cuando nuestras vidas privadas chocan con eso que llamamos historia¡±.
¡ª ?Es as¨ª como define su literatura? ?Una literatura de puertas afuera?
¡ª No lo s¨¦ muy bien, porque no escribo de manera program¨¢tica. Pero mirando lo que ya he escrito puedo reconocer mis demonios y mis obsesiones, que son las relaciones entre vidas privadas y las fuerzas sociales que nos moldean. Mis novelas discuten eso, hablan del ser humano sometido a ciertas fuerzas, pero lo he entendido con el tiempo. No es un programa y no s¨¦ bien si los libros futuros seguir¨¢n as¨ª.
Ese amor por la literatura que entrecruza vidas privadas con la historia que las moldea le ha llevado a interesarse por obras m¨¢s all¨¢ de los espacios ¨ªntimos que podr¨ªan ocurrir en cualquier pa¨ªs. ¡°A m¨ª me interesa lo que dec¨ªa Balzac que era la novela: la historia privada de las naciones. Me interesa una literatura que se haga preguntas sobre lo que m¨¢s ha marcado mi vida, que es mi pa¨ªs. Y la raz¨®n por la que escribimos de nuestros pa¨ªses ¡ªsea Vargas Llosa de Lima o Joyce de Dubl¨ªn¡ª no es porque lo conozcamos mejor, sino justamente por lo contrario: porque creemos conocerlo y de repente salta un monstruo de la oscuridad y nos sacude. Por ese desajuste escribimos¡±. Por ello escribe de Colombia y la pone en conversaci¨®n con el exterior. ¡°No en una exploraci¨®n claustrof¨®bica y ombliguista, sino en relaci¨®n con el mundo¡±.
Aqu¨ª hemos hablado de c¨®mo nace una novela, tambi¨¦n de c¨®mo se hace y por qu¨¦. Cae la tarde invernal en este Madrid cosmopolita y creciente que ha elegido por la simult¨¢nea sensaci¨®n de familiaridad y extra?eza que tanto le atrae a la vez. Pero nada en Juan Gabriel V¨¢squez, ni su novela ni esta conversaci¨®n, existir¨ªa sin incluir las grandes referencias literarias que ha sumado en su vida y que, en esta ocasi¨®n, le han llevado a releer y dialogar con Marcel Proust. El hombre que tambi¨¦n ha traducido a Conrad o Victor Hugo habla de ¡°Marcel¡± varias veces y acude a ¨¦l ¡ªen el libro y en la entrevista¡ª para explicar las razones ¨²ltimas de su b¨²squeda. ¡°Marcel dice que un libro es como un instrumento ¨®ptico mediante el cual el lector se lee a s¨ª mismo e identifica cosas que sin el libro no habr¨ªa podido identificar. Si Feliza Bursztyn reviviera y leyera el libro quisiera saber si se ve en ¨¦l o me he equivocado. Y me gustar¨ªa hacerle mil preguntas, saber c¨®mo esa mujer que fue una especie de esc¨¢ndalo port¨¢til se compadece con el diagn¨®stico de su amigo de que muri¨® de tristeza. Eso quisiera saber¡±.
La duda queda flotando en el aire mientras su cabeza de barro parece mirarnos con desd¨¦n. ¡°?Tiene alg¨²n nombre esa escultura?¡±, le pregunto. ¡°Por fortuna, no¡±, responde. ¡°Si lo tuviera ser¨ªa Fracaso n¨²mero 1 y nada m¨¢s¡±, bromea. Acaso ella nos recuerda que, a diferencia de Bursztyn, el oficio de escritor fue la mejor elecci¨®n de V¨¢squez, aunque en su libro haya tardado 27 a?os. Y no 30 horas.
Los nombres de Feliza
Alfaguara, 2025
288 p¨¢ginas
19,90 euros
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