Luis Miguel: cuando no calienta el sol
La popular serie de Netflix retrata de forma acr¨ªtica lo peor de M¨¦xico: el clasismo y el privilegio de los 'mirreyes'
Eso de que todo mundo tenga la mirada puesta al mismo tiempo en el mismo programa de televisi¨®n es muy del siglo pasado. Ahora solo ocurre en casos excepcionales, un poco cuando aparecen episodios nuevos de Game Of Thrones y durante algunos eventos deportivos. Y entonces surge Luis Miguel, la serie, y de inmediato nos devuelve a esa era. Es un aut¨¦ntico fen¨®meno que no solo atrap¨® a los entusiastas del cantante (que son millones), sino pr¨¢cticamente a todo mundo, incluyendo a los j¨®venes millennials que no conocieron a El Sol en plenitud de poderes.
El impacto de la serie se siente por todas partes. Para empezar en los medios, que con fervor le dedican abundante y, a veces, absurdo espacio a todo lo que tiene que ver con ella. Si, por ejemplo, un artista olvidado como Laureano Brizuela se encuentra con un reportero y le comenta que le gustar¨ªa producir un disco de Luis Miguel, as¨ª, de la nada, el diario decide que es nota de ocho columnas, aunque nunca vaya a pasar. Tambi¨¦n abundan encabezados del tipo: Los mejores memes que nos dej¨® el cap¨ªtulo 7 de la serie de Luis Miguel. Los chats, las redes sociales y las reuniones tambi¨¦n est¨¢n invadidas por este producto de Netflix. Una amiga me contaba que aunque no soporta al cantante, no se la pierde, pero solo para entender los chistes que le llegan de todas partes los lunes por la ma?ana.
En una charla casual pregunt¨¦ a Beto Hinojosa, director de la serie, a que cree que se debe este ¨¦xito sin precedentes en la era del streaming. A grandes rasgos, menciona algunas razones. La primera es que signific¨® una r¨¢faga de aire fresco en medio del hartazgo generalizado ante la conversaci¨®n electoral. La serie nos dio otra cosa, menos controversial, de qu¨¦ hablar durante esas semanas de polarizaci¨®n. Tambi¨¦n me habl¨® de c¨®mo aprovech¨® un hueco que existe gracias a la escasez de entretenimiento de buena factura generado en esta latitud. Y menciona la nostalgia. Estoy de acuerdo: me hace pensar en lo mal y de lo poco que se revisa nuestro pasado inmediato en la cultura pop mexicana. Adem¨¢s, obviamente, habr¨ªa que agregar la gigantesca popularidad de Luis Mi y la opacidad en torno a su vida privada.
Yo, sin embargo, soy un franco detractor de la serie de Luis Miguel. Cuando lo manifiesto en p¨²blico, mucha gente me ve como un bicho raro. Piensan que me quiero hacer el interesante. Que es una postura para pasar por ¡°intelectual¡±. No faltan las acusaciones de pretencioso, de no tener sentido del humor, de no poder disfrutar de los m¨¢s simples placeres, de aguafiestas. De querer colocarme deliberadamente lo mas lejos posible de la corriente principal. De presumir una supuesta superioridad moral. Me ven como si hubiera dicho que no me gusta el helado o los Beatles o las vacaciones. Ni siquiera, y lo he intentado, la puedo ver como placer culpable o como fuente de humor involuntario. Amigos m¨ªos se han enojado. Se lo toman personal y la defienden apasionadamente. Incluso se ha cuestionado mi mexicanidad a gritos. S¨ª, as¨ª de rid¨ªculo.
?Por qu¨¦ no soy un entusiasta m¨¢s? Porque me cuesta trabajo lidiar con su mirada acr¨ªtica (y con frecuencia glamorosa) del peor M¨¦xico. El M¨¦xico clasista, del privilegio, de los mirreyes, donde los hijos de los presidentes tienen licencia para actuar como nuestros amos durante seis a?os. El M¨¦xico del criminal Arturo?El Negro Durazo omnipotente, del absoluto PRI, de la represiva hegemon¨ªa cultural de Televisa, de los Palazuelos, de los Andr¨¦s Garc¨ªa, de los Salinas.
S¨¦ que no se puede esperar que una serie de entretenimiento sea un espacio de denuncia, pero esta en particular me parece que contribuye a la normalizaci¨®n de estos personajes y de estas conductas. Adem¨¢s, todo es contado con un lenguaje que no se aleja mucho del que presentan las telenovelas m¨¢s anacr¨®nicas.
Otra cosa que lamento es que la narrativa est¨¦ comprometida. La serie ha sido dise?ada como una eficaz (y c¨ªnica) herramienta de propaganda cuya principal finalidad es rehabilitar la trayectoria de Luis Miguel. Recordemos que antes del estreno, el cantante se encontraba en el punto m¨¢s bajo de su carrera. Aparec¨ªa en los medios cuando se reportaban demandas multimillonarias en su contra tras compromisos sin cumplir, conciertos inexplicablemente cancelados, cuentas sin pagar y el embargo de su lujoso Rolls Royce tras una orden judicial. Era com¨²n re¨ªrse de su aspecto, de su falta de voz y de la poca condici¨®n f¨ªsica que exhib¨ªa. Gracias a la serie, Luis Miguel como chiste ha quedado atr¨¢s. Su imagen ha sido rescatada. En buena medida gracias a que su padre, Luis Rey, quien es retratado como una villano de caricatura sacado de una pesadilla de Walt Disney. Todos los defectos de Luis Miguel son consecuencia de la maldad paterna, nos dice la serie.
Mucho m¨¢s interesante habr¨ªa sido que recobrara lo perdido intentando hacer un buen disco, mostrando un poco de ambici¨®n art¨ªstica. Su extraordinaria voz y su carisma son materia prima id¨®nea para salir de cualquier crisis. Pero eso hubiera representado correr riesgos. Y si de algo adolece la serie y la carrera de este cantante durante los ¨²ltimos lustros es justamente de eso, lo cual es una verdadera pena.
*Rulo David es periodista musical y locutor en Convoy
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