Vida inteligente en el jard¨ªn c¨ªborg
Una pareja de artistas en Gij¨®n y un centro de investigadores en Copenhague trabajan juntos en el an¨¢lisis del lenguaje secreto de las plantas y su aplicaci¨®n en otros ¨¢mbitos gracias a la rob¨®tica
Medio siglo despu¨¦s de que Tompkins y Bird relataran lo que le pasaba una planta si un colaborador de la CIA la conectaba a un pol¨ªgrafo, los artistas e investigadores Mar¨ªa Castellanos y Alberto Valverde acaban de sintetizar aquella vida secreta de las plantas en una instalaci¨®n que hasta el 22 de septiembre se puede ver en el vest¨ªbulo de entrada de Laboral Centro de Arte, en Gij¨®n.
En The Plant Sense, sin embargo, no suena Stevie Wonder, sino chasquidos de router y vibraciones de m¨®vil. Una sinfon¨ªa en c¨®digo binario traduce al espectador lo que sucede en el interior de un peque?o jard¨ªn. No es solo vida secreta. Es vida inteligente. A la misma conclusi¨®n est¨¢n llegando en Copenhague con el proyecto Flora Robotica. Primero injertaron a las plantas un hardware para aumentar su realidad, y ahora los organismos vegetales est¨¢n empezando a ser capaces de controlar su propio crecimiento, modificando agua y luz gracias a la lectura de datos que les aportan sus pr¨®tesis rob¨®ticas.
Al cuartel central de Flora Robotica se fueron precisamente la asturiana Mar¨ªa Castellanos y el madrile?o Alberto Valverde para perfeccionar su proyecto sobre plantas, financiado por la UE dentro del programa Starts y producido en Laboral. Su afici¨®n por lo vegetal estaba, casi, en el origen de su trayectoria art¨ªstica, cuando dise?aron, hace ocho a?os, Clorofila 3.0. All¨ª dieron con un sensor que ha sido clave ahora para este proyecto. Se trata de medir el diferencial de corriente entre la hoja y la ra¨ªz, amplificar mucho esa se?al y obtener una integral que refleje esos peque?os cambios, imperceptibles para los humanos pero cruciales, parece, para las plantas. La conclusi¨®n es que la planta no solo responde a cambios de luz, agua o nutrientes. Una simple caricia con las yemas de los dedos en una hoja o la corriente de una puerta abierta al otro extremo del pasillo disparan la gr¨¢fica. Castellanos y Valverde quer¨ªan llevar todos esos registros a un traje (un?wearable) que permitiera a los humanos experimentar la vida secreta de las plantas. Pero al llegar a Copenhague encontraron otras l¨ªneas de actuaci¨®n.?The Plant Sense ofrece finalmente al espectador un jard¨ªn cibern¨¦tico instalado sobre una base poligonal, donde dos docenas de plantas ornamentales de interior viven su vida mientras los sensores vuelcan la informaci¨®n a los ordenadores, la procesan y la devuelven al?wearable, a unos interfaces que el p¨²blico puede coger con las manos y que emiten vibraciones al ritmo en que las plantas sufren variaciones y a una especie de plantas rob¨®ticas que, a su vez, se mueven por los impulsos de sus compa?eras y tambi¨¦n interact¨²an con la vida en el jard¨ªn.
La reflexi¨®n art¨ªstica, m¨¢s all¨¢ de traducir a sonidos, movimiento y vibraciones lo que sienten las plantas, pretende tambi¨¦n presentar a los organismos vivos como el cerebro del jard¨ªn. Plantea una nueva centralidad en la que, tras el pensamiento new age que hablaba de las vidas secretas de las plantas (el libro, el documental y la banda sonora), la comunidad cient¨ªfica vuelve a preguntarse por la posible existencia de una vida inteligente en las especies vegetales. Kasper Stoy, uno de los investigadores de Flora Robotica, cont¨® en Gij¨®n en la presentaci¨®n de?The Plant Sense que as¨ª lo est¨¢n comprobando. Han visto, por ejemplo, c¨®mo la forma en que las ra¨ªces buscan nutrientes es ¡°m¨¢s creativa e inteligente¡± de lo que se pensaba. ¡°Son como un peque?o sistema nervioso¡±, cuenta. Stoy a?ade que Flora Robotica funciona desde hace tres a?os con cinco socios en tres pa¨ªses. Su primer objetivo es poner juntos a trabajar a plantas y robots para desarrollar estructuras arquitect¨®nicas que puedan crecer por s¨ª mismas. Los primeros resultados hablan de una casa que crezca y se termine en varias d¨¦cadas, pero investigadores m¨¢s entusiastas como Thomas Schmickl, profesor de zoolog¨ªa de la Universidad de Graz (Austria), lanzan incluso la idea de una avanzadilla de estas plantas c¨ªborg para colonizar Marte y generar una atm¨®sfera que permitiera luego el desembarco del ser humano.
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