Cuidado
Dignificar la labor de quienes se ocupan de otras personas es fundamental para mitigar la crisis demogr¨¢fica
Preparar sus alimentos a un ni?o, lavar su ropa, asear a una persona mayor, acompa?arla a pasear¡ Son labores de cuidado esenciales que con demasiada frecuencia damos por sentadas. Sin embargo, alerta la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo, estamos a las puertas de una crisis global en la provisi¨®n de cuidados, cuyos s¨ªntomas comienzan a percibirse ya. Conforme va desapareciendo en todo el mundo el modelo de familia extensa entre cuyos miembros sol¨ªa repartirse el cuidado de ni?os y mayores y se va imponiendo el modelo de familia nuclear, en la que ambos progenitores tienen empleos remunerados fuera del hogar, o el modelo monoparental, surge una necesidad creciente de profesionales del cuidado en los que delegar la atenci¨®n de hijos y familiares mayores. En una Europa cada vez m¨¢s envejecida, la crisis del cuidado puede ser todav¨ªa m¨¢s devastadora. Con la actual tendencia demogr¨¢fica, en unas d¨¦cadas no habr¨¢ j¨®venes suficientes para asumir el cuidado del n¨²mero creciente de personas mayores longevas, muchas sin descendencia y potencialmente m¨¢s vulnerables. Reflejo de esta realidad es el inter¨¦s que despierta, junto a la literatura sobre la infancia, la que aborda el envejecimiento y el lugar del cuidado de ni?os y mayores en nuestra sociedad: desde el exitoso libro sobre la crianza ?D¨®nde est¨¢ mi tribu? (Clave Intelectual, 2016), de Carolina del Olmo, hasta el m¨¢s reciente Envejecer con sentido (Planeta, 2018), de Martha C. Nussbaum y Saul Levmore.
Pese a su incorporaci¨®n al mundo laboral y, en teor¨ªa, menor disponibilidad para hacerse cargo de ni?os y mayores, hoy en d¨ªa las mujeres realizan un 76,2% del total de horas de cuidado no remuneradas, tres veces m¨¢s que los varones. Incentivar la econom¨ªa del cuidado, reconociendo su peso econ¨®mico y atrayendo y formando profesionales de ambos sexos que se sientan valorados, es fundamental para mitigar la crisis que anticipa la OIT. Ello pasa por cambiar radicalmente la percepci¨®n de un sector tradicionalmente femenino, caracterizado por la precariedad y el escaso reconocimiento social.
En la actualidad, en sus primeros a?os de vida, los ni?os siguen rodeados, sobre todo, de cuidadoras. Son las madres las que, generalmente, reducen su jornada laboral y aumentan su presencia en el hogar. En las guarder¨ªas y en la etapa preescolar son escasos los cuidadores y los maestros varones, por lo que los ni?os contin¨²an asociando las tareas de cuidado con las mujeres y es menos frecuente que escojan profesiones ligadas a este.
El cuidado de otros es una experiencia enriquecedora, de ¨¦l se aprende sobre uno mismo y sobre los dem¨¢s
El cuidado de otros es una experiencia enriquecedora, de ¨¦l se aprende sobre uno mismo y sobre los dem¨¢s. Se trata tambi¨¦n de una actividad excepcionalmente demandante, tanto f¨ªsica como emocionalmente. Desde que la soci¨®loga Arlie Russell Hochschild publicara su obra The Managed Heart: Commecialization of Human Feeling en 1983 (reeditado varias veces), se ha vuelto central en la sociolog¨ªa el concepto de emotional labor o esfuerzo emocional para describir el modo en que los trabajadores en determinados sectores, en particular aquellos relacionados con el cuidado, deben gestionar (a menudo reprimir) sus propios sentimientos ¡ªdesde la fatiga hasta la desesperaci¨®n ante un ni?o o un anciano que no atiende a razones¡ª. No es casualidad que, tradicionalmente, se haya promovido la abnegaci¨®n como una virtud femenina. Pero la capacidad de cuidar de otros no debe entenderse como un talento natural, sino algo que se aprende y que puede realizarse mejor o peor. Cuidar y tratar bien no es lo mismo, tal y como se desprende del libro Cuidar. Una revoluci¨®n en el cuidado de las personas, de la doctora Ana Urrutia (Ariel, 2018). Inmovilizar a una persona mayor para evitar que se caiga es cuidar de ella, pero no es tratarla con respeto y dignidad, plantea la autora.
Quiz¨¢ la dignificaci¨®n del cuidado de otros y su mayor atractivo para los varones va unida, irremediablemente, a la dignificaci¨®n de aquellos que reciben los cuidados. Es posible que en aquellas sociedades en las que m¨¢s se respeta la integridad de ni?os, mayores y enfermos se acabe valorando tambi¨¦n en mayor medida el cuidado y logrando que su desempe?o resulte atractivo tanto para hombres como mujeres. En los ¨²ltimos a?os han llamado la atenci¨®n de los medios internacionales los latte pappor (pap¨¢s latte) suecos ¡ªpadres que toman la baja por paternidad de hasta 240 d¨ªas a la que tienen derecho en aquel pa¨ªs o deciden tomarse una excedencia durante los primeros a?os de vida de sus hijos¡ª. La etiqueta evoca la imagen de pap¨¢s sentados en alg¨²n caf¨¦ degustando un caf¨¦ latte y compartiendo conversaci¨®n con otros padres mientras sus hijos se entretienen con los juguetes que pone a su disposici¨®n el local en cuesti¨®n. La actividad adulta gira aqu¨ª en torno al ni?o. Se busca compatibilizar un momento l¨²dico para este con una ocasi¨®n de distensi¨®n y convivencia para el padre o cuidador. Desde luego, la dimensi¨®n ardua, repetitiva y agotadora del cuidado es inevitable, pero s¨®lo comparti¨¦ndolo, visibiliz¨¢ndolo ¡ªsocializ¨¢ndolo, en suma¡ª es posible reconocer su valor humano, tambi¨¦n econ¨®mico, y su estatus indispensable para la sociedad.
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