Amado cardenal: ¡°Gloria no tengo otra sino ser yo tu esclava¡±
La investigadora Patricia Mar¨ªn Cepeda descubre en una remota abad¨ªa italiana medio millar de cartas amorosas entre damas espa?olas y un alto cl¨¦rigo del siglo XVI
¡°Gloria no tengo otra sino ser yo tu esclava (...) y saber por momentos de ti¡±, escribe en una carta una mujer espa?ola que se oculta bajo el seud¨®nimo de Henarda, Pastora del Henares. Y otra, muerta de celos, que se hace llamar Ninfa Castalia: ¡°La se?ora la consada (sic) (...) te quiere m¨¢s que a su vida y a su alma (¡) pero m¨¢s rabias se haga porque conoce su se?or¨ªa que a tus ojos no hay otra como tu duquesa¡±. Lo interesante es que el destinatario, aparte de que no es prometido ni marido de ninguna de las dos, es un alto cl¨¦rigo, el cardenal Ascanio Colonna, miembro de una poderosa familia italiana, que vivi¨® en Espa?a cuando era estudiante, en torno a 1580. Fue cuando conoci¨® a las autoras de las efusivas misivas, aunque la relaci¨®n, por lo que se ve en los escritos, se mantuvo despu¨¦s de ser ordenado.
Pero no eran solo dos las damas que amaban al cardenal. Hay constancia de que el cl¨¦rigo se estuvo carteando de forma paralela entre 1586 y 1608 con al menos cinco mujeres espa?olas, posiblemente nobles casadas o incluso puede que alguna de ellas fuera religiosa. Todas firmaban con seud¨®nimos extra¨ªdos de las novelas pastoriles, muy populares en esa ¨¦poca: D¨®rida, Lisarda, Marfira, Ninfa Castalia y Henarda, Pastora del Henares. Y ¨¦l a todas contestaba con igual fervor. ¡°?mame y cree que ordena Dios no nos tratemos, porque de m¨ª s¨¦ que, ausente y sin haberos gozado en este infierno que vivo de ausencia, casi que no conozco otra gloria¡±, le escribe a D¨®rida en 1588. Y a esta misma, en otra misiva fechada en 1588, tambi¨¦n con celos: ¡°Por pagaros en la mesma moneda la relaci¨®n que me distes del deseo de vuestro nuevo gal¨¢n, sabed, mi amiga, que visitando una dama que ah¨ª se tuviera por igual vuestra, a la despedida me rog¨® mucho favoreciese a una criada casada de mi madre (...) Vine a casa y tuve un recado de esta mujer, mi criada, que ten¨ªa necesidad de hablarme. D¨ªjele que viniese y concluy¨® que aquella dama (...) quer¨ªa venir a dormir en la m¨ªa¡±.
Parece literatura, alguna de esas notas que se intercambiaban los amantes en las comedias del Siglo de Oro, pero no lo es. Es un verdadero alijo de misivas amorosas in¨¦ditas, valios¨ªsimas por lo que cuentan de la vida privada de las mujeres en el siglo XVI, que encontr¨® por azar la investigadora Patricia Mar¨ªn Cepeda en una abad¨ªa remota de Italia, en una peripecia que parece sacada de la novela El nombre de la rosa.
Todo empez¨® en 2007. Mar¨ªn, reci¨¦n licenciada en Filolog¨ªa, recopilaba informaci¨®n para su tesis doctoral sobre las relaciones de Cervantes con pol¨ªticos e intelectuales de su tiempo. Hab¨ªa encontrado mucha documentaci¨®n en archivos espa?oles, pero casi nada sobre quien fue el primer mecenas del escritor, que no fue otro que nuestro cardenal, al que dedic¨® su novela La Galatea. As¨ª que viaj¨® a Italia para investigar directamente en el archivo de la familia Colonna, que se conserva en el monasterio benedictino de Santa Escol¨¢stica, en monta?as del Lacio.
¡°Me recuerdo atravesando las monta?as en pleno invierno, sin muchas esperanzas de encontrar algo sobre Cervantes que no estuviera ya trillado, pero despu¨¦s quedarme maravillada por aquella abad¨ªa preciosa y su enorme biblioteca: nada menos que 20.000 cartas de Ascanio Colonna hab¨ªa all¨ª, entre otros muchos papeles. Y de pronto, me llam¨® la atenci¨®n que un grupo de aquellas misivas, unas 500, estuvieran catalogadas aparte¡±, relataba ayer la investigadora por tel¨¦fono a este peri¨®dico. Al examinarlas, entendi¨® por qu¨¦: eran cartas de amor, algo que en teor¨ªa no pod¨ªa permitirse un alto cargo eclesi¨¢stico, al menos de forma p¨²blica. Estaban escritas en espa?ol y muchas, no las que remit¨ªa el cardenal sino las que estaban firmadas con seud¨®nimos de mujer, ten¨ªan una letra endemoniada.
?Es que las mujeres escrib¨ªan peor que los hombres en el Siglo de Oro? ¡°En general, la graf¨ªa femenina de la ¨¦poca es m¨¢s dif¨ªcil de entender. Hay que recordar que no recib¨ªan formaci¨®n, no estaba bien visto que las mujeres fueran duchas en la escritura porque pod¨ªan usarla para responder a galanteos indebidos. Los escritos de la princesa de ?boli, por ejemplo, son casi ilegibles, los investigadores nos dejamos los ojos para intentar descifrarlos¡±, dice Mar¨ªn Cepeda.
En aquel momento Mar¨ªn Cepeda no pudo estudiar a fondo esas cartas, pues no aportaban nada a su investigaci¨®n sobre Cervantes, pero se le quedaron rondando en la cabeza. Diez a?os despu¨¦s, ha conseguido una de las codiciadas becas Leonardo, que concede la Fundaci¨®n BBVA, para dedicar el pr¨®ximo a?o y medio de su vida a descifrarlas una por una. ¡°Espero poco a poco descubrir detalles de aquellas relaciones, averiguar qui¨¦nes eran exactamente esas mujeres, c¨®mo era su vida privada y tambi¨¦n la del cardenal, pues en el archivo se conservan copias de todas las que enviaba ¨¦l¡±, explica.
La investigadora espera contribuir tambi¨¦n a los estudios sobre la escritura femenina en el pasado, un tema ignorado por los eruditos hasta hace bien poco. El t¨ªtulo de su proyecto es una declaraci¨®n de intenciones, Mujer de amarillo escribiendo una carta, que es tambi¨¦n el nombre de una pintura de Vermeer que representa a una mujer en el acto transgresor de tomar la pluma en el XVII.
Intercambio de regalos
Algo que hace muy valiosas las cartas halladas por Patricia Mar¨ªn Cepeda, investigadora becada por la Fundaci¨®n BBVA, es que no son literatura, sino que expresan sentimientos reales de mujeres reales del Siglo de Oro. ¡°No hay documentadas muchas, primero porque las mujeres escrib¨ªan poco y segundo porque generalmente lo que escrib¨ªan no sal¨ªa de su esfera m¨¢s ¨ªntima¡±, explica Mar¨ªn Cepeda. ¡°Es cierto ¡ªa?ade¡ª que est¨¢n muy influidas por la literatura amorosa de la ¨¦poca, todos esos t¨®picos de las novelas de caballer¨ªa y pastoriles que tanto les gustaban, pero entre esos tropos estoy segura de que voy a encontrar expresiones m¨¢s genuinas y personales¡±. La correspondencia tambi¨¦n serv¨ªa para hacerse intercambios de regalos. Todo lo que pudiera entrar en un sobre era susceptible de convertirse en presente. As¨ª el cardenal reclama en una de sus cartas el mech¨®n de pelo que le prometi¨® D¨®rida. Y en otra le agradece la cruz que recibi¨® en pago del rosario que le envi¨®. ¡°Era tambi¨¦n frecuente que se enviaran peque?os retratos port¨¢tiles pintados al ¨®leo, con forma de medall¨®n, lo que ser¨ªa una especie de selfie actual¡±, apunta Mar¨ªn Cepeda. Ya se ve que la vida en la Espa?a de la Inquisici¨®n bull¨ªa no solo en las comedias de capa y espada.
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