Triunfo de Roca Rey con el toro de la modernidad en el cierre de Valencia

La feria la cerr¨® el cl¨¢sico toro de la modernidad. Un bonito toro jabonero, justo de presencia, junto de fuerzas, pero un bomb¨®n a la hora de tomar la muleta. De casta, ni hablemos. Toro d¨®cil, que cada vez que embest¨ªa sal¨ªa de la suerte mirando al infinito, como si buscara una puerta de salida. Pero con un torero en estado de gracia como Roca Rey, cabe cualquier cosa. Cabe el acuerdo incondicional con el toro; cabe un repertorio variado, desde la profundidad de algunos naturales, hasta los fuegos de artificio o los malabarismos con la muleta. Cabe de todo. Y de todo cupo. Los estatuarios de entrada preludiaron una faena muy colorista, muy cl¨¢sica de Roca Rey. Por donde mejor tore¨® el peruano fue con la muleta en la zurda; m¨¢s centrado, m¨¢s reunido, m¨¢s sometido el toro. Labor de muchas luces de colores, c¨®moda, con un c¨®mplice que se sum¨® a la causa sin poner un pero. Incluso aquellos amagos de salirse de la suerte quedaron en el olvido en cuanto Roca logr¨® fundir su labor con un tendido tambi¨¦n apoyando la causa. La buena estocada brind¨® un final de feria de puerta grande para el torero peruano. La sorpresa la puso la presidencia, que premi¨® con la vuelta al ruedo un toro apenas picado, dulce, pero escaso de bravura y casta.

Con el torillo que hizo tercero, Roca no se acopl¨®. En el primer envite el toro le arranc¨® la muleta de las manos, lo derrib¨® y a punto estuvo de sufrir un percance. No fue c¨®modo el animal, que tuvo su genio, mientras que Roca tampoco cogi¨® ritmo. Muchos tirones, insistencia por el lado izquierdo, pero un trabajo m¨¢s descentrado que otra cosa. Sin perder los papeles, pero una impresi¨®n no habitual en Roca.

Manzanares compuso una faena irregular, a saltos, al quinto. Un diente de sierra esa labor a toro castigado con exceso en varas. Suavidad siempre, algo de frialdad, y apuntes m¨¢s que otra cosa. Muchas pausas en labor premiosa, con muletazos sueltos de cierta profundidad. El toro, pegajoso, tampoco dej¨® a Manzanares centrarse del todo. Un desarme al intentar un natural y, en fin, faena que apunt¨® sin disparar del todo.

El segundo de la tarde fue de lo mejor del env¨ªo de Cuvillo. Ya de salida el toro se comi¨® el capote, con un Manzanares muy seguro al manejar el percal. Buen toro. Pujante, con su dosis de casta y fijeza. Manzanares compuso tambi¨¦n sin continuidad. Dio pausas y distancias al toro, que agobi¨® por momentos. Sac¨® su picante el toro por el pit¨®n izquierdo, sufri¨® un desarme Manzanares y cuando quiso volver a la derecha no acab¨® de dominar el asunto. ?Tablas? Quiz¨¢s gan¨® a los puntos el toro.

Castella anduvo en tono gris. Apagado. Con pocas ideas, espeso, no se aclar¨® con el colorado que abri¨® la corrida, algo corto de embestida y que busc¨® las tablas para esconderse antes de lo deseado. El cuarto, sometido a una lidia desordenada, fue toro m¨¢s que aprovechable. Con mayor recorrido por el derecho y algo m¨¢s remiso por el izquierdo. Castella, inseguro, con dudas, no consigui¨® sacar a flote la faena. Las palmas de tango del tendido fueron una muestra de lo que en el ruedo pasaba. O, mejor, de lo que no pasaba.

La corrida de Cuvillo, muy justa de presencia, con toros de escaso trap¨ªo, fue muy manejable. Discreta en varas, aunque al lote de Manzanares le dieron de lo lindo en ese primer tercio. Esos dos toros fueron muy toreables, y el que cerr¨® la corrida, a pesar de ser muy mal picado, fue de juego almibarado. Pero una exageraci¨®n el premio p¨®stumo de vuelta al ruedo que se llev¨® ese sexto.