Tr¨ªo de pintores al aire libre
La exposici¨®n 'Monet/Boudin', que se exhibe en el Thyssen, nos proporciona algo m¨¢s que el emparejamiento de ambos artistas
La exposici¨®n Monet/Boudin,que ahora se exhibe en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid, nos proporciona algo m¨¢s que lo que sucintamente enuncia su t¨ªtulo con el emparejamiento de Eug¨¨ne Boudin (1824-1898) y de Claude Monet (1840-1926), el iniciador y el iniciado en la pintura ¡°al aire libre¡±, cuyos respectivos papeles magistrales se revirtieron con el paso del tiempo, un poco como as¨ª lo ordena la ley de la vida.
Sin dejar de tener pleno sentido did¨¢ctico, esta vol¨¢til coyunda entre este par de geniales paisajistas de distinta generaci¨®n, el uno representante del llamado preimpresionismo, y el otro, quien llev¨® al impresionismo a su cota m¨¢s elevada, hay en su relaci¨®n ese exceso caracter¨ªstico del arte que no acaba de cuadrar en los manuales, porque de suyo es misterioso. El por qu¨¦ Boudin, concentrando toda su atenci¨®n en las nubes, representaba el horizonte como una mudable vaporosidad de inasibles acentos delicados, mientras que Monet, m¨¢s dram¨¢ticamente oper¨ªstico, dominaba el suyo mediante rompientes de luz que transformaban por completo el mismo motivo al simple paso de las horas.
De origen social, formaci¨®n, edad, mentalidad y car¨¢cter muy dispares, sin la atenci¨®n que le prest¨® Boudin, quiz¨¢s el adolescente Monet no se hubiera dedicado a la pintura y, de haberlo hecho, es casi seguro que no se hubiese dedicado al g¨¦nero del paisaje, pues sus precoces dotes como caricaturista le habr¨ªan predispuesto mejor al retrato o su vis melodram¨¢tica pudiera haberle convertido en un seguidor de Courbet. Pero, ahondando m¨¢s en el menesteroso azar, sin la incorporaci¨®n al d¨²o anterior del pintor J. B. Jongkind (1819-1891), un estrafalario y alcoholizado maestro holand¨¦s que hizo carrera en Francia, ninguno de los tres habr¨ªa alcanzado la alta cota de respectiva calidad que los convirti¨® en los imprescindibles eslabones del paisaje moderno.
Es mediante este trenzado de extra?as confluencias como teje su misterioso rumbo el arte, tirando de inesperados hilos hasta hacer palmariamente visible lo oculto. En este caso, una perspectiva nueva para observar la naturaleza, que no se nos ofrece de una manera compacta y homog¨¦nea, sino infinitamente variada. Los tres comprendieron el latido palpitante de la luz, pero cada uno de ellos aport¨® al conjunto algo singular: Johan Barthold Jongkind, la arquitectura el¨¢stica de la composici¨®n; Boudin, la densidad vaporosa de su celaje; Monet, la milagrosa transformaci¨®n de un mismo motivo con el simple paso temporal de nuestro planeta en relaci¨®n con el sol. De manera que el problema de la representaci¨®n de un paisaje ya no era la fijaci¨®n topogr¨¢fica de su perfil, sino la constante renovaci¨®n de su apariencia.
Porque, en definitiva, en la naturaleza nada vive y muere, sino que todo continuamente se transforma. Esto se puede explicar de muchas maneras, pero solo el arte nos lo hace f¨ªsicamente viable.
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