Especulaci¨®n sin l¨ªmite
Diez a?os despu¨¦s, la Segunda Gran Depresi¨®n no ha producido escarmiento en los gobiernos ni pol¨ªticas correctoras de la desrregulaci¨®n financiera
La Segunda Gran Depresi¨®n (SGD) se suele fechar a partir del 15 de septiembre de 2008, d¨ªa infausto en el que se declar¨® la quiebra de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversi¨®n de Estados Unidos. Es un referente convencional m¨¢s que una causa. Antes de Lehman se hab¨ªan precipitado en la vor¨¢gine de las subprime (hipotecas basura) Bear Sterns ¡ªfusionado a la fuerza con JP Morgan Chase¡ª, las financieras Freddie Mac y Fannie Mae (nacionalizadas para tranquilizar a los mercados y a los estadounidenses) y la aseguradora AIG. En el caso de Lehman, hubo un amago amistoso de colocarlo a otros grupos. Pero se fracas¨® con Bank of America y Barclays. Los balances de Lehman estaban infectados por activos sin valor, producto de una sofisticaci¨®n financiera maligna, cuyo mal radicaba en la negligencia en las garant¨ªas y la ligereza obscena para hacer soportar cientos de millones de d¨®lares de expansi¨®n financiera en activos de morosidad indigerible.
Sobre hipotecas concedidas a voleo, carne de inseguridad sist¨¦mica, se construyeron castillos de c¨¦dulas e instrumentos financieros que se vinieron abajo en cuanto alguien tuvo la humorada de reclamar las garant¨ªas. Cuando la Reserva Federal y el Tesoro se desentendieron, Lehman deb¨ªa 155.000 millones de d¨®lares a los principales fiduciarios de sus bonistas. El impacto de la quiebra dej¨® un cr¨¢ter similar al causado por el impacto del meteorito que acab¨® con los dinosaurios. El banco se comprometi¨® a pagar 65.000 millones de d¨®lares, solo puso 22.000 millones.
La onda expansiva de Lehman no se explica solo por la magnitud de la quiebra. El cintur¨®n planetario de los mercados entendi¨® r¨¢pidamente que: 1. Un banco del tama?o de Lehman pod¨ªa quebrar; 2. El problema de las subprime era global; y 3. Que George Walker Bush y su Administraci¨®n eran incapaces de gestionar una crisis de alcance universal. Washington dio un m¨¢ster de inconsistencias, bandazos y miop¨ªa. En agosto de 2007, la crisis era un hecho para quien tuviera informaci¨®n de detalle, porque los tipos del interbancario y el de los bonos subieron como un cohete, prueba de que los bancos practicaban la desconfianza mutua; pues bien, el visionario Bush declaraba en febrero de 2008: "No creo que nos dirijamos a una recesi¨®n".
Despu¨¦s, EE UU encaden¨® una cadena de errores. Bush, el Tesoro y la Reserva Federal pudieron estimular la econom¨ªa ayudando a los propietarios de viviendas o a los desempleados. Pero eligieron la pol¨ªtica m¨¢s incompetente: inyectar 700.000 millones de d¨®lares en la banca a trav¨¦s del Troubled Asset Relief Program, lo que, seg¨²n Joseph Stiglitz, fue como ¡°hacer una transfusi¨®n de sangre a alguien con una hemorragia interna¡±. Diez a?os despu¨¦s, la SGD no ha producido escarmiento en los gobiernos ni pol¨ªticas correctoras de la desrregulaci¨®n financiera. El sistema ha vuelto a lo que produce beneficios inmediatos y da?os a largo plazo: la especulaci¨®n sin l¨ªmite.
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