Apabullante poder¨ªo de Roca Rey
El torero peruano cort¨® tres orejas y Ponce una a nobil¨ªsimos toros de Victoriano del R¨ªo
Del R¨ªo/Ponce, Roca Rey
Cuatro toros de Victoriano del R¨ªo -el segundo, devuelto al lesionarse la mano derecha en el caballo- y dos -primero y tercero- de Toros de Cort¨¦s, bien presentados y muy nobles (el tercio de varas fue simulado); destacaron primero, cuarto, quinto y sexto; deslucidos segundo y tercero.
Enrique Ponce: casi entera baja -aviso- y un descabello (ovaci¨®n tras petici¨®n); estocada baja trasera (ovaci¨®n); pinchazo, estocada -aviso- y un descabello (oreja).
Roca Rey: estocada baja -aviso- (oreja); gran estocada (dos orejas); casi entera tendida y un descabello (ovaci¨®n). Sali¨® a hombros.
Plaza de San Sebasti¨¢n. Cuarta corrida de feria. 14 de agosto. Tres cuartos de entrada. Asistieron el rey Don Juan Carlos y la infanta Elena desde un burladero del callej¨®n.
Quiz¨¢s, a estas alturas, no sea noticia, pero reconocido debe ser que Roca Rey es punto y aparte en la torer¨ªa actual. Su poder¨ªo es apabullante, deslumbrante su entrega, heroico su valor y, aunque su sentido art¨ªstico a¨²n est¨¦ en los albores de su carrera, es el toreo de m¨¢s inter¨¦s de la actualidad.
El joven peruano y el veterano Ponce ofrecieron en San Sebasti¨¢n un recital de torer¨ªa a?eja y juvenil fortaleza en un competido mano a mano en ausencia de Cayetano, que tres horas antes del inicio del festejo present¨® un parte m¨¦dico por un traumatismo costal que se produjo el pasado domingo en la plaza de Pontevedra.
Por vez primera en mucho tiempo se vieron quites en cuatro de los seis toros, y los dos espadas se esforzaron de veras para alcanzar un triunfo que facilitaron los muy nobles toros de Victoriano del R¨ªo, de bella estampa, nobil¨ªsima condici¨®n y justos de fuerzas, de modo de que su paso por los caballos fue una caricatura de la suerte de varas. Pero embistieron con dulzura, en l¨ªneas generales, y permitieron a sus matadores sacar a la luz sus respectivas, y discutibles, tauromaquias.
El triunfador absoluto fue Roca Rey, y a hombros de los mozos sali¨® de la plaza despu¨¦s de una actuaci¨®n muy completa en compromiso y con cabos sueltos en los aspectos est¨¦ticos.
No le adorna solo la fortaleza de la juventud; es arrollador de principio a fin, se juega el tipo sin cuento, y asust¨® con sus muslos a su complicado primero, al que recibi¨® de muleta con dos pases cambiados por la espalda, derecho como una vela, y sorte¨® las dificultades con una sorprendente seguridad y aprendido oficio. Calidad desbordante mostr¨® su segundo y Roca se plant¨® de rodillas en el inicio del tercio final y, as¨ª, de hinojos, inicio su labor con otro pase cambiado ce?id¨ªsimo y varios derechazos que derrocharon perfecci¨®n por su largura y templanza. Menos profundidad, despu¨¦s, en una variada faena por ambas manos y un estoconazo final que corrobor¨® su dominio absoluto de la situaci¨®n. Noble, tambi¨¦n, el sexto, que se raj¨® antes de que el torero, m¨¢s comedido ya, pudiera componer su traca final.
No se fue de vac¨ªo un enciclop¨¦dico Enrique Ponce, pleno de conocimiento en la cara de los toros, incansable (de ah¨ª, que sea, quiz¨¢s, el torero m¨¢s pesado del escalaf¨®n) y muy comprometido con la b¨²squeda del triunfo. Largu¨ªsima, interminable e irregular fue su faena al bondadoso primero; t¨¦cnico y valeroso se le vio ante el deslucido tercero, y m¨¢s inspirado ante el noble quinto, con el que se luci¨® en un excelente inicio de muleta por bajo, y destac¨® en un par de tandas de largos y sentidos naturales. No fue una labor sobresaliente, pero hubiera paseado las dos orejas si no falla con la espada.
Hubo buen toreo de capa -ver¨®nicas, delantales y chicuelinas de Ponce, y tafalleras, caleserinas y chicuelinas de Roca-, lo que no deja de ser noticia en los tiempos de tan grande sequ¨ªa capotera.
Y presidi¨®, otra tarde m¨¢s, el color azul de las butacas vac¨ªas. Mala cosa¡
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