A veces hay suerte
Ayer por fin me robaron. El ¡°por fin¡± no se refiere a que haya sido una experiencia agradable, sino a que ahora puedo empatizar con mis conciudadanos desde la experiencia
Buenos Aires no es una ciudad muy peligrosa, al menos si uno sabe evitar las zonas calientes y es f¨¢cil hacerlo con un poco de alerta e informaci¨®n. Tampoco es una ciudad buc¨®lica y escandinava ¡ªpara los argentinos, ¡°escandinavo¡± es sin¨®nimo de perfecto¡ª y hay que tomar alguna precauci¨®n. As¨ª y todo, hasta ayer pod¨ªa jactarme de que jam¨¢s me robaron en esta ciudad: sufr¨ª apenas un arrebato que no percib¨ª siquiera, un ladr¨®n de dedos m¨¢gicos me sac¨® el tel¨¦fono de la cartera. Eso fue todo en 15 a?os de residencia ac¨¢ y la mitad de esos a?os no fui prudente: tom¨¦ taxis borracha, alguna vez olvid¨¦ cerrar con llave la puerta de mi departamento, si estaba angustiada sal¨ªa a caminar de noche, no me gusta andar acompa?ada ¡ªrara vez hago ¡°salida de amigas¡±¡ª as¨ª que transit¨¦ barrios buenos y no tanto a pie y en soledad.
Durante algunos a?os trabaj¨¦ en Constituci¨®n, vecindario complicado por muchos motivos, en particular porque lleva el nombre de la enorme estaci¨®n de trenes que lo preside y, como suele suceder cerca de las grandes estaciones, hay mucho movimiento de todo tipo: baile, moteles, dealers, sexo callejero. En general, la gente se dedica a sus negocios pero hab¨ªa rateros en la madrugada que sol¨ªan amenazar con cuchillos, chicos muy j¨®venes hasta las pelotas de paco ¡ªas¨ª le decimos al crack¡ª.
Una noche esperaba el colectivo que me llevaba a casa en la parada de la esquina, a las 11 de la noche. Me acompa?aba un joven que llevaba un bolso chico. Yo iba con la mochila cargada de libros. Dos adolescentes en moto pararon frente a nosotros, sacaron un arma y le quitaron el bolso a ¨¦l. Casi me ofend¨ª: ?mi mochila pesada era mucho m¨¢s apetitosa como bot¨ªn! ?C¨®mo pod¨ªan intuir que eran libros por cuya reventa les dar¨ªan una miseria, si es que les daban algo de dinero? El joven robado sali¨® corriendo detr¨¢s de la moto y yo encontr¨¦ un taxi salvador.
Ayer por fin me robaron. El ¡°por fin¡± no se refiere a que haya sido una experiencia agradable, sino a que ahora puedo empatizar con mis conciudadanos desde la experiencia. Iba por mi barrio con mochila y auriculares, uniforme habitual. Cuando llegu¨¦ a la esquina, sent¨ª un tir¨®n en el brazo y despu¨¦s un manotazo en la cabeza y me di cuenta de que un hombre, no tan joven, se llevaba corriendo mis pertenencias.
Qu¨¦ reacciones est¨²pidas se tienen ante lo inesperado. Lo primero que hice fue gritarle: ¡°?No! ?Devolveme!¡±. Una orden. Y despu¨¦s lo persegu¨ª corriendo. No pens¨¦ que pod¨ªa tener un arma y lastimarme. Mi ¨²nica preocupaci¨®n real eran los auriculares, nuevos, relucientes, los mejores que pude comprar en toda mi vida. Volv¨ª a gritarle: ¡°?Dame los auriculares!¡±. No creo que fuese su intenci¨®n pero por alg¨²n motivo se le enred¨® el cable, lo pis¨®, se asust¨® y los solt¨®. ?Los recuper¨¦! Adentro de la mochila no ten¨ªa dinero ni documentos ¡ªa veces tengo suerte¡ª pero se llev¨® un cuaderno de anotaciones para cuentos y novelas. Bueno. Si un escritor se desanima por tan poca cosa, mejor dedicarse al bordado.
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