Cocodrilos, ¡®gin-tonics¡¯ y mosquitos
En ambas orillas del Ganges se extend¨ªa Calcuta con la vida a ras de la muerte
Cuando en 1783 el relojero alem¨¢n Johann Jacob Schweppe invent¨® el agua carbonatada, que lleva su nombre, estaba lejos de imaginar que ese refresco llegar¨ªa un d¨ªa a asociarse con el imperialismo brit¨¢nico, puesto que la t¨®nica actual surgi¨® al a?adirle quinina como profilaxis contra la malaria, una enfermedad end¨¦mica en las colonias inglesas de las zonas tropicales de Asia y ?frica. Con el tiempo, alguien bautiz¨® la t¨®nica con ginebra y cre¨® un c¨®ctel que hoy ha desbancado al whisky en las barras m¨¢s elegantes, donde a la hora de preparar el gin-tonic cualquier barman esnob presume de conocer por sus nombres m¨¢s de una docena de t¨®nicas y de otras tantas formas esot¨¦ricas de combinar el lim¨®n y diversas especias con el alcohol. Si hay que a?adirle m¨¢s literatura puedo describir algunos gin-tonics?que he tomado en los lugares donde lo hicieron los colonialistas ingleses durante un par de siglos para combatir al mosquito Anopheles, trasmisor de la malaria.
1. Navegando en una barcaza por las aguas del r¨ªo Zambeze, infestadas de cocodrilos, entre Zambia y Zimbabue, cerca de las cataratas Victoria, recuerdo que en la cubierta bajo la toldilla un grupo de amigos discut¨ªamos con un gin-tonic en la mano sobre el lugar exacto de ?frica en el que un mono se puso de pie. Est¨¢bamos en eso cuando desde una orilla un cocodrilo de cuatro metros o m¨¢s se acerc¨® hasta tocar con la boca entreabierta un costado de la embarcaci¨®n como si estuviera interesado en nuestra disputa. La presencia de aquel cocodrilo introdujo un fascinado horror en la conversaci¨®n. Como lo bueno del gin-tonic es que te permite frivolizar impunemente sobre cualquier tema, dije que la voracidad de aquella fiera estaba incluida en el precio de algunos bolsos que se exhiben en los mejores escaparates; en cambio, su crueldad era una forma que tomaba la inocencia. El cocodrilo pareci¨® despreciar esta idea, se dio la vuelta y volvi¨® a la orilla.
2. Durante las horas de traves¨ªa por el Ganges, llevaba en la memoria el olor a carne quemada que emerg¨ªa de las escalinatas de algunos templos y la visi¨®n de los saltos que daban los monos sobre las piras en las que ard¨ªan los cad¨¢veres, algunos perfumados con s¨¢ndalo. En ambas orillas del Ganges se extend¨ªa Calcuta con la vida a ras de la muerte. ?Pod¨ªa aquel gin-tonic tomado a bordo obligarme a olvidar el dolor de la gente? La humanidad en Calcuta ol¨ªa a un dulzor fermentado y las aguas del Ganges de color del lim¨®n podrido se llevaban r¨ªo abajo mi sorpresa de estar vivo y no sentirme culpable.
3. Despu¨¦s de pasar varios d¨ªas en el Serengueti y en la reserva de Masai Mara, al final todos los felinos me parec¨ªan ¨¢ngeles y a los monos babuinos los consideraba ya como hermanos. A la ca¨ªda de la tarde, los viajeros en las terrazas de los albergues expon¨ªan el rostro con los ojos cerrados al ¨²ltimo sol que mor¨ªa detr¨¢s de las verdes colinas. Al llegar a Nairobi pregunt¨¦, como es l¨®gico, por la granja de la escritora Karen Blixen, situada a 15 millas de la ciudad, y all¨ª me encontr¨¦ a varios Robert Redford y a varias Meryl Streep con salacot, vestidos de caqui, que se cre¨ªan protagonistas de las Memorias de ?frica.
En los salones del club Muthaiga vagaban a¨²n los fantasmas de los antiguos y ricos colonos con sombreros blancos y pamelas de paja dulce, que celebraban bailes de sociedad para cruzar a sus v¨¢stagos en bodas de conveniencia. En el bar del hotel Norfolk, despu¨¦s de los safaris los aventureros, cazadores de elefantes y traficantes de marfil, como salidos de Mogambo, contaban historias de leones y mosquitos. En la terraza del bar New Stanley hab¨ªa una enorme acacia que se hab¨ªa convertido en el puesto de correos m¨¢s sofisticado del centro de ?frica. El tronco estaba cubierto con centenares de mensajes escritos en peque?os boletos clavados con chinchetas. ¡°Liza, te espero en el caf¨¦ Glacier de Marraquech¡±. ¡°Te ver¨¦ en Nueva York, Frank¡±. ¡°Supe que volv¨ªas a Nairobi, Mary Ford, te esper¨¦ aqu¨ª el s¨¢bado. Voy a Mal¨ª. Estar¨¦ de vuelta el 15 de mayo. Te esperar¨¦ aqu¨ª a media tarde con un gin-tonic¡±. El principal icono de Kenia es el cr¨¢neo del primer mono que se puso en pie hace dos millones de a?os en el valle del Ritt. Se trata de una sonriente calavera, que se conserva en el museo de Nairobi. En honor de aquel mono curioso que se irgui¨® por primera vez sobre dos patas para ver el horizonte, me tom¨¦ el ¨²ltimo gin-tonic a la sombra de aquella acacia.
Babelia
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