Despedidas
En¨¦sima lecci¨®n magistral del bar¨ªtono Christian Gerhaher y el pianista Gerold Huber en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela
Mientras Schubert completaba en Viena la composici¨®n de Viaje de invierno, el autor de sus poemas, Wilhelm M¨¹ller, mor¨ªa la noche del 30 de septiembre de 1827. Cuando el editor Tobias Haslinger preparaba las ¨²ltimas planchas para imprimir la segunda parte de la obra (fechada el 30 de diciembre de 1828), el compositor expiraba en la capital austr¨ªaca el 19 de noviembre, a los 31 a?os. Schubert estaba desde hace meses, como canta el caminante en La posada, una de las canciones de Winterreise, ¡°herido de muerte¡±. Fue Haslinger, por su cuenta y riesgo, quien decidi¨® reunir p¨®stumamente varias de sus canciones in¨¦ditas y, con el poco original t¨ªtulo de Schwanengesang (Canto del cisne), publicitarlas en mayo de 1829 como la ¡°¨²ltima obra¡± de Schubert. No sabemos, ni sabremos nunca, cu¨¢les eran las verdaderas intenciones del m¨²sico, ni siquiera si los dos grupos tan diferentes de canciones (sobre poemas largos y convencionales de Ludwig Rellstab, y tersos y concisos de Heinrich Heine) estaban llamados a convivir bajo un mismo techo.
Al espectral zanfonista de un ciclo le naci¨® una secuela ?el atemorizado protagonista de Der Doppelg?nger? en el otro. Uno se ve reflejado en un viejo enajenado y capaz de hacer ¨²nicamente una m¨²sica simple y reiterativa; la luz de la luna sit¨²a al otro frente a su doble, que la mitolog¨ªa rom¨¢ntica alemana entend¨ªa como el anuncio certero de una muerte cercana. Schubert sab¨ªa que estaba muri¨¦ndose lenta e irreversiblemente desde que contrajo la s¨ªfilis y muchas de sus ¨²ltimas obras anticipan de manera casi morbosa esa extinci¨®n f¨ªsica. Der Leiermann es una canci¨®n plana, monocorde, una v¨ªvida descripci¨®n de aquello en lo que Schubert m¨¢s tem¨ªa convertirse: una mente alienada, partida en dos, incapaz de componer m¨²sica compleja. Der Doppelg?nger, por el contrario, es una canci¨®n que asciende hasta un cl¨ªmax (que coincide con el momento en que la persona po¨¦tica constata aterrada que tiene ante s¨ª a su otro yo) y se sume r¨¢pidamente en el silencio tras lanzar al aire una pregunta sin respuesta.
Para hacer justicia a estos Lieder no basta con ser un gran cantante. Hay que saber ponerse en la piel de estos desdichados errabundos rom¨¢nticos, pensar como ellos, sentir como ellos, sufrir como ellos. Y pocos poseen los mimbres para hacerlo como Christian Gerhaher, que conoce bien el cuerpo humano porque estudi¨® Medicina y sabe de los ingobernables meandros de nuestra psique porque se tiene a s¨ª mismo por un ¡°neur¨®tico¡±. En las interpretaciones del bar¨ªtono conviven, por tanto, la perfecci¨®n de los grandes maestros y la inestabilidad, la certeza y la duda.
Lieder de Franz Schubert. Christian Gerhaher (bar¨ªtono) y Gerold Huber (piano). Teatro de la Zarzuela, 11 de septiembre.
Gerhaher y su pianista de siempre, Gerold Huber, hicieron converger cada una de las partes de su recital en sendas canciones: en la primera, In der Ferne; en la segunda, como no pod¨ªa ser de otra manera, Der Doppelg?nger. En ambas encontramos a seres solitarios, abatidos por el desamor, desencajados con su entorno, enfermos de soledad y de nostalgia. Contienen, no casualmente, la m¨²sica m¨¢s concentrada e intensa y es en estas cimas donde Gerhaher despliega todo su arsenal de recursos interpretativos, que no son puramente musicales, sino tambi¨¦n ling¨¹¨ªsticos. Su canto es una lecci¨®n magistral de fon¨¦tica alemana: infinitas variedades de vocales y consonantes oclusivas, l¨ªquidas, fricativas o vibrantes ajustan su perfil constantemente en cada palabra, en cada verso, imbric¨¢ndose con extra?a exactitud en el curso musical. El bar¨ªtono alem¨¢n no posee una voz poderosa, pero solo se a?or¨® un mayor volumen sonoro en la conclusi¨®n de Der Atlas, ya que en las dem¨¢s gradu¨® siempre la din¨¢mica con la misma precisi¨®n con que articula consonantes y vocales, enfatiza palabras especialmente significativas o dibuja, sin trampas ni efectismos, el curso mel¨®dico.
Como dos siameses tras una convivencia de d¨¦cadas, el canto de Gerhaher tiene su complemento natural en el piano de Huber: uno no se entiende sin el otro y es imposible hallar discontinuidades. Los dos huyen del preciosismo sonoro y se concentran en la esencia, casi siempre con una querencia melanc¨®lica. La media voz del cantante y los delicados acordes del pianista conocen pocos iguales en la interpretaci¨®n lieder¨ªstica actual. El p¨²blico lo sabe y los recibi¨® y despidi¨® con largu¨ªsimos aplausos. Los ¨²ltimos lograron arrancarles una canci¨®n m¨¢s: Der Einsame, el solitario, otro hijo inequ¨ªvoco del Romanticismo. Una despedida m¨¢s que a?adir a las que ya hab¨ªamos vivido anteriormente y que nos preparaba a todos para tener ¡°sue?os agradables¡± despu¨¦s de habernos hecho part¨ªcipes de tantas desdichas.
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