Regreso a casa
Shane Black asume este filme con el alborozo del adolescente que recibe carta blanca para jugar con una mitolog¨ªa de prestado mientras cumpla con lo esencial
El mismo a?o en que debut¨® como guionista con Arma letal (1987) y se convirti¨® en cotizado suministrador de di¨¢logos afilados y procaces para la cultura del blockbuster, Shane Black interpret¨® un peque?o papel en el fundacional Depredador (1987), de John McTiernan, que ten¨ªa algo de autorretrato: era el comando Hawkins, inclinado a contar extempor¨¢neos chistes sobre co?os hasta encontrar la sangrienta muerte de rigor. Que ahora dirija la cuidadosa, en¨¦rgica revitalizaci¨®n de la franquicia tiene mucho de regreso a casa y, al mismo tiempo, ofrece una buena excusa para evaluar la evoluci¨®n de este creador que, lejos de enquistarse en la nostalgia de una supuesta era dorada ¨Cesos a?os ochenta donde cierto cine de consumo fue, en buena medida, una aparatosa campa?a publicitaria al servicio de la cadena de fast-food caro Planet Hollywood-, ha logrado afirmarse como algo cada vez m¨¢s inusual: un islote de reconocible y distintiva personalidad en la maquinaria del cine para multisalas.
PREDATOR
Direcci¨®n: Shane Black.
Int¨¦rpretes: Boyd Holbrook, Jacob Tremblay, Olivia Munn, Thomas Jane.
G¨¦nero: ciencia-ficci¨®n. Estados Unidos, 2018.
Duraci¨®n: 107 minutos.
Con su guion para El ¨²ltimo gran h¨¦roe (1993), Shane Black dio un giro l¨²dico y autorreflexivo a una carrera de guionista que, hasta ese momento, le hab¨ªa acreditado como orfebre de la r¨¦plica c¨ªnicoviril de cariz m¨¢s adolescente que realmente transgresor (un tipo de material que parec¨ªa reclamar a gritos su estampado en camisetas preferentemente XXL). Su posterior carrera como director parti¨® de ese afortunado cambio de registro, con Kiss Kiss, Bang Bang (2005) y Dos buenos tipos (2016) como piezas mayores en una trayectoria capaz de insuflar su toque en mitolog¨ªas ajenas, como demostr¨® en su d¨ªa Iron Man 3 (2013) y demuestra ahora Predator.
Con la colaboraci¨®n en el guion de Fred Dekker ¨Ca cuyo amparo escribi¨® la notable Una pandilla alucinante (1987)-, Black asume este Predator con el alborozo del adolescente que recibe carta blanca para jugar con una mitolog¨ªa de prestado mientras cumpla con lo esencial. Y el resultado es una pel¨ªcula que va al grano, se mantiene lejos de toda tentaci¨®n de gravedad y trufa de imaginativos alicientes lo que en otras manos hubiese sido pura rutina: el militar con s¨ªndrome de Tourette al que da vida Thomas Jane, la fiesta de Halloween como tel¨®n de fondo de un letal juego de m¨¢scaras y la idea de que en el s¨ªndrome de Asperger puede ocultarse una mejora evolutiva compensan con creces un estilo visual que no siempre juega en favor de la inteligibilidad de acciones y espacios.
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