¡°Vivimos en un zoo disfuncional¡±
Irvine Welsh regresa a Edimburgo en su nueva novela, la hipersexual 'Un polvo en condiciones'
Vestido de negro y ligeramente m¨¢s atl¨¦tico que de costumbre, Irvine Welsh ¨C un par de dados tatuados en el antebrazo izquierdo, un enorme anillo dorado en el anular derecho ¨C, parece aburrido. Acaba de llegar de Ibiza, tiene el port¨¢til encendido y presta el par de auriculares a cualquiera que quiera escuchar un poco de house. Habla de Juice Terry, el taxista adicto al sexo que protagoniza Un polvo en condiciones (Anagrama), su ¨²ltima novela ¨C en realidad, la ¨²ltima de sus novelas que se ha publicado en Espa?a; ah¨ª fuera ya tiene dos m¨¢s, y en las dos aparece Terry, como secundario ¨C, como quien habla de un viejo amigo al que ha llegado a entender. ¡°No s¨¦, todas mis novelas tratan la amistad masculina, y s¨ª, la rid¨ªcula competencia entre nosotros, ese rollo de admirar a tus rivales, amarlos casi, pero no poder admitir que lo haces porque admitirlo estar¨ªa mal, y en cierto sentido, es como si tratara de entender la forma en que me relaciono con el mundo, en tanto hombre, exagerando las cosas. S¨ª, es como si intentara entendernos, pero a trav¨¦s de, claro, todo eso¡±. La s¨¢tira, le falta a?adir al autor de la exitosa Trainspotting.
En su regreso a Edimburgo, tras su paso por Miami en La vida sexual de las gemelas siamesas, Welsh coloca al frente a un secundario ¨C de Cola y Porno, dos de sus novelas anteriores ¨C para construir otra de sus comedias humanas, tan sucia, hipersexualizada y, por momentos, rid¨ªculamente macabra, como el resto. Un peque?o mundo azotado esta vez por: 1) El Hurac¨¢n Tocapelotas (¡°s¨ª, eso es lo malo de Escocia, que todo nos lo tomamos a risa; llegu¨¦ a sentir pena por el hurac¨¢n en s¨ª, ?eres un se?or hurac¨¢n y nadie te toma en serio!¡±) y 2) El refer¨¦ndum por la independencia. Tema este de rabiosa actualidad en la ciudad que visita: Barcelona. ¡°Se podr¨ªa escribir una gran comedia sobre todo lo que est¨¢ pasando aqu¨ª. Con su parte dram¨¢tica, por supuesto. Pero todo el asunto del buque con el Piol¨ªn, de la gente en las puertas de los hoteles pidiendo a los guardias civiles que se fuesen, de los fascistas vitoreando a la polic¨ªa, es un delirio¡±, dice. ?Discuten tanto los independentistas en Escocia como aqu¨ª? ?Les cuesta ponerse de acuerdo? ¡°Oh, s¨ª, discuten un mont¨®n, ?sobre todo entre ellos!¡±, contesta.
Se podr¨ªa escribir una gran comedia sobre lo que est¨¢ pasando en Catalu?a
En la novela el tema est¨¢ tratado tangencialmente, y de la forma m¨¢s absurda posible. Hay una cantidad ingente de voces altern¨¢ndose y entre ellas la del descomunal aparato de Terry, que es tambi¨¦n, gracias a ¨¦l, un ocasional actor porno. Bien, cuando se ve privado de lo que deber¨ªa tener al caer su due?o en desgracia, por algo que no revelaremos, y verse obligado a dejar el sexo, su aparato reclama la independencia. ¡°S¨ª, bueno, era una forma divertida de tratarlo, ?c¨®mo vas a desprenderte de algo sin lo que no ser¨ªas t¨²?¡±, se pregunta. La cosa es que, cuando Terry empieza a abandonar el sexo, surgen en ¨¦l todo tipo de inquietudes: empieza a leer Moby Dick, lleva a sus hijos al cine, aprende a jugar al golf, gracias a que un cliente donaldtrumpesco le presta el profesor, los palos y hasta el campo. Hay algo de la transformaci¨®n, dice Welsh, de alguien ¡°incre¨ªblemente unidireccional en alguien mucho m¨¢s complejo¡±. De ah¨ª que la novela se abra con la m¨¢xima de Aldous Huxley que dice que ¡°un intelectual es alguien que ha encontrado algo m¨¢s interesante que el sexo¡±.
Adem¨¢s de prostitutas, un pub, un burdel, un peque?o trapicheo con las drogas y un cad¨¢ver, en la novela hay, dec¨ªamos, un personaje que parece Donald Trump: un famoso que habla con Dios y que se siente todopoderoso. ¡°Estamos inmersos en una cultura extremadamente narcisista, de un capitalismo feroz, en la que hay gente con mucha pasta y mucho poder que no tiene vida interior. Que jam¨¢s ha abierto un libro. Ni ha escuchado un disco. Megaloman¨ªacos que solo quieren que los quieran. El caso de Trump es curios¨ªsimo, porque ¨¦l solo quiere que le demos las gracias, que se las demos como se las dar¨ªamos a Dios. Oh, gracias Trump, por todo esto y todo esto otro¡±, dice. Tambi¨¦n est¨¢ Jonty, un chico sin muchas luces, que le sirve para reflexionar sobre la idea del pecado, la salvaci¨®n y lo que podr¨ªa mediar entre uno y otra: la buena voluntad, o, en el caso de Jonty, la bondad imposible de evitar. ¡°Jonty no es ninguna v¨ªctima¡±, dice.
El patriarcado ha beneficiado a los hombres, pero tambi¨¦n a algunas mujeres"
Otra cosa es c¨®mo puede leerse hoy un libro de Irvine Welsh, en el que, cuando se habla de mujeres, se habla de ¡°chochitos¡± ¨C despu¨¦s de todo, as¨ª hablan sus personajes, y as¨ª lo han hecho siempre ¨C, sin que se cierna sobre ¨¦l la sombra de la duda de hasta qu¨¦ punto puede llegar a ser pol¨ªticamente incorrecto. ?No se siente cohibido? ¡°Es cierto que hoy en d¨ªa todo est¨¢ m¨¢s politizado que hace 20 a?os. Tengo la sensaci¨®n de que, desde 2008, estamos sumidos en una crisis existencial. Somos como los animales que, cuando se acerca un tsunami, se ponen nerviosos mucho tiempo antes, saben que algo est¨¢ a punto de pasar y que va a ser algo devastador. Bien, pues creo que a nosotros nos est¨¢ pasando justo eso. Sabemos que hemos llegado a un punto de no retorno, el capitalismo se est¨¢ desbocando, e intuimos que hemos tomado una direcci¨®n incorrecta, de ah¨ª todas las nostalgias pol¨ªticas y sociales. No estamos preparados para encajar lo que vendr¨¢. Pero a la vez atacamos lo que tenemos. El patriarcado ha beneficiado a los hombres, pero tambi¨¦n algunas mujeres se han beneficiado de ¨¦l, mujeres blancas, de clase media y alta, las votantes de Trump. Y a algunos hombres no les ha beneficiado en absoluto. Tenemos por delante desaf¨ªos inmensos que no resolveremos siendo hombres o mujeres sino seres humanos. La soluci¨®n pasa por la uni¨®n¡±, contesta.
No, a Welsh no le gusta sentirse una pieza del engranaje. Insiste: ¡°Terry est¨¢ obsesionado con el sexo y se ha vuelto alguien unidireccional y creo que es algo que podr¨ªa considerase com¨²n a nuestra ¨¦poca. Nuestro comportamiento obsesivo compulsivo es el resultado del capitalismo consumista en el que vivimos. A la vez que los salarios encogen, la publicidad se vuelve m¨¢s fren¨¦tica, consumimos m¨¢s de todo, m¨¢s droga, m¨¢s sexo, m¨¢s series en Netflix. El mercado sigue bombeando para que el sistema funcione. Vivimos en un zoo disfuncional, en el que todos somos h¨¢msters que hacen girar su rueda sin parar¡±. Luego habla de m¨²sica, y de su pasi¨®n por Evelyn Waugh, a¨²n, y pese a todo, su escritor favorito. Tambi¨¦n de su universo, que no deja de crecer e interconectarse. ¡°La sensaci¨®n es la de que mis personajes son herramientas. Est¨¢n en una especie de sala de espera. Cuando los uso, los devuelvo a la caja, y cuando empiezo una nueva novela, echo un vistazo a la caja y veo qu¨¦ herramienta puedo usar¡±, explica. ?El proceso de creaci¨®n de cada uno? ¡°Les busco una playlist. Si s¨¦ lo que escuchan, s¨¦ c¨®mo son. Y a partir de ah¨ª, los coloco en un lugar, y ese lugar y la historia, se explican solos, porque son ellos los que le dan la fuerza¡±.
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