La ¨²ltima traves¨ªa de los reyes del mar
Los investigadores reconstruyen el hundimiento de dos galeones de Felipe V en el Caribe y hallan 45.000 objetos que se expondr¨¢n en Rep¨²blica Dominicana
Aquella medianoche del 24 de agosto de 1724, Antonia Franco, de 30 a?os, y sus cuatro hermanas besaban obsesivamente la cruz de Caravaca -la ¨²nica que protege frente a las tempestades marinas-, decenas de ni?os aterrorizados lloraban agarrados a las piernas de sus madres, los dominicos y el inquisidor rogaban una y otra vez a Dios y los marineros pon¨ªan en marcha las in¨²tiles bombas de achique para impedir que las dos gigantescas naves reales terminasen en el fondo del Caribe. Pero nada de eso fue suficiente, y la flota que el rey Felipe V hab¨ªa enviado a M¨¦xico con 360 toneladas de mercurio y 1.200 personas desaparecer¨ªa bajo las aguas antes del amanecer. Un error en las previsiones del comandante provoc¨® que los galeones Tolosa y el Nuestra Se?ora de Guadalupe naufragasen entre inmensas olas provocadas por el fuerte viento norte, causando la muerte a 680 espa?oles, pero dejando para la historia una imagen perfecta -congelada en las calientes aguas de la Rep¨²blica Dominicana-, de la vida en Espa?a en el siglo XVIII.
Tras casi 25 a?os de trabajo, Carlos Le¨®n Amores, arque¨®logo subacu¨¢tico y director del Proyecto Galeones de Azogue, ha conseguido reconstruir aquella tr¨¢gica aventura, que incluye la incre¨ªble marcha de m¨¢s de 300 supervivientes descalzos cruzando durante 26 d¨ªas la isla con el fin de recabar ayuda y socorrer a los cientos de heridos y ni?os que hab¨ªan quedado en la playa, aunque este acto heroico nunca haya protagonizado ninguna pel¨ªcula de Hollywood. En breve, estas historias y los 45.000 objetos encontrados formar¨¢n la colecci¨®n principal del futuro Museo de las Atarazanas Reales de Santo Domingo (Rep¨²blica Dominicana).
Estaba escrito y rubricado por los marinos espa?oles desde hac¨ªa, al menos, dos siglos: no se debe atravesar el Caribe entre mayo y octubre porque las tormentas convierten en papel las naves m¨¢s poderosas. Sin embargo, el jefe de la flota, Baltasar Guevara y Vinuesa, no lo tuvo en cuenta y pag¨® por ello con su vida. Aquel madrile?o de la calle del Pozo hizo partir de C¨¢diz el 13 de julio a aquellas dos moles de madera que el capit¨¢n de nav¨ªo en la reserva Marcelino Gonz¨¢lez Fern¨¢ndez define hoy en d¨ªa ¡°como aut¨¦nticas ciudades flotantes del siglo XVIII¡±. El militar recuerda que pod¨ªan mover hasta 2.500 toneladas e ir dotadas de 112 ca?ones cada una. ¡°Eran los verdaderos reyes de los mares¡±. Adem¨¢s, su exterior se cuidaba mucho. "Eran unas naves bell¨ªsimas", rememora.
Los dos buques ten¨ªan como destino Veracruz (M¨¦xico), pero antes de partir se dividieron el cargamento de mercurio de Almad¨¦n. Este resultaba imprescindible para tratar la plata arrancada de las minas americanas y convertirla en preciados escudos y reales espa?oles y que serv¨ªan de moneda de cambio internacional. A la vuelta del viaje, los mastodontes del mar llenar¨ªan sus bodegas con las monedas reci¨¦n acu?adas en las cecas mexicanas, adem¨¢s de materias primas de las Indias.
Pero dada su enorme capacidad de carga, la flota estaba capacitada para transportar una impedimenta mucho mayor: un gran cargamento de clavos (275 cajas procedentes de Guip¨²zcoa y Vizcaya), y con destino el astillero de La Habana, 675 barriles de vino y aguardiente, m¨¢s de 2.000 botijas de aceite y hasta una impresionante colecci¨®n de 600 vasos y jarras de vidrio que los arque¨®logos han descubierto ahora que iban de contrabando. Su due?o no quer¨ªa pagar los impuestos reales. La investigadora Paloma Pastor, del Museo Termol¨®gico del Vidrio, admite que las pruebas en laboratorio no han podido determinar a¨²n si la colecci¨®n procede de Bohemia o de la desparecida f¨¢brica de Nuevo Bazt¨¢n (en Madrid).
Pero adem¨¢s, los buques transportaban centenares de marineros, soldados, artilleros, familias completas, comerciantes, frailes y artesanos... Cada colectivo ocupaba una parte muy concreta de los dos barcos. Las investigaciones han determinado que los personajes pudientes iban a bordo del Tolosa (en su yacimiento se han hallado los preciados escudos de oro), mientras que el Guadalupe cargaba con gente de menor poder adquisitivo (los que solo pod¨ªan gastar reales de plata). El capit¨¢n y sus oficiales se alojaban en la popa y los pasajeros se acomodaban, siempre que no hubiese batalla con el pirata, en el espacio existente entre ca?¨®n y ca?¨®n. ¡°Cada rinc¨®n se aprovechaba al m¨¢ximo¡±, insiste Gonz¨¢lez Fern¨¢ndez. ¡°Los pasajeros iban colgados en los coys [parecidos a las hamacas] y ten¨ªan sus propios v¨¢teres, conocidos como jardines porque hab¨ªa que perfumarlos con flores y plantas¡±, se r¨ªe.
A mediados de los a?os 70 del siglo pasado, pescadores de la localidad dominicana de Miches, donde se hundi¨® el Guadalupe, comenzaron a recuperar numerosos objetos del naufragio. El Gobierno de Rep¨²blica Dominicana tom¨® cartas en el asunto y desenterr¨® bastantes ca?ones. Pero el cazatesoros Tracy Bowden conoci¨® la noticia y propuso un acuerdo al Gobierno insular: ¨¦l, que ten¨ªa la tecnolog¨ªa adecuada, recuperar¨ªa el cargamento a cambio del 50% de todo. Bowden, para desenterrar las monedas, met¨ªa dentro del agua una especie de turbinas que levantaban el fondo. Recuper¨® miles y las estuvo vendiendo durante a?os.
En 1994, el Gobierno dominicano puso en marcha el llamado Proyecto Galeones de Azogue para recuperar ambos yacimientos. El equipo que encabeza Carlos Le¨®n Amores lleva ya 24 a?os trabajando en ¨¦l junto con especialistas y t¨¦cnicos dominicanos y espa?oles (Cruz Apestegui Cardenal, Manu Izaguirre Lacoste, Pedro J. Borrell, Francis Soto, Alejandro Selmi y Jorge Pla). Lo primero que hicieron fue delimitar los pecios e intentar "colocar en su lugar original" ¨CBowden hab¨ªa hecho un estropicio- los 45.000 objetos hallados bajo las aguas, contando los cientos de miles de clavos hallados como un ¨²nico objeto, por ejemplo.
¡°Las investigaciones, que han incluido revisar miles de documentos en los archivos hist¨®ricos, permiten reconstruir a la perfecci¨®n aquellos hechos, ya que hemos encontrado desde el listado de pasajeros, los expedientes de los cargamentos o las declaraciones de los supervivientes¡±, se?ala Le¨®n Amores. ¡°Podemos definir c¨®mo eran aquellos barcos, que fueron encontrados, por cierto, a 2,5 kil¨®metros de distancia entre ellos¡±, declara este especialista que ha tenido que ir, en ocasiones, escoltado para evitar las agresiones de los cazatesoros. ¡°Saben a qu¨¦ nos dedicamos y eso tiene un precio¡±, bromea.
?Y qu¨¦ pas¨® con los 300 que cruzaron la isla durante 26 d¨ªas y recorrieron 375 kil¨®metros descalzos y comiendo iguanas y caracoles? Pues se encontraron con el pescador Bernardino Cotes, que les dej¨® "tocino, queso y pan", y que se dirigi¨®, con su peque?a barca, a Santo Domingo a pedir ayuda. Los rescataron.
?Y con los 250 pasajeros heridos del Guadalupe que terminaron en la playa? Francisco Barrero Pel¨¢ez, uno de los testigos, lo cuenta: en el Tolosa todos hab¨ªan muerto menos nueve, por lo que lo que nadie vendr¨ªa a rescatarlos. Los supervivientes, tras caminar siete d¨ªas, se encontraron con hombres a caballo. Creyeron que eran piratas o franceses. Con las pocas fuerzas que les quedaban, se prepararon para la batalla. Los jinetes, tambi¨¦n. Los n¨¢ufragos adultos delante, los ni?os detr¨¢s. Cargaron sus escasas armas y se dispusieron a morir. Pero se equivocaron: se hab¨ªan topado con espa?oles. Las l¨¢grimas de alegr¨ªa duraron hasta que llegaron a Santo Domingo, incluidas las de Gabriel de Mendinueta, el capit¨¢n vasco de Fuenterrab¨ªa que sustituy¨® en el mando a Guevara tras morir este ahogado. Un h¨¦roe sin pel¨ªcula.
Cinco hermanas y el reloj del obispo
Los investigadores encontraron en archivos hist¨®ricos de Espa?a y Am¨¦rica abundante documentaci¨®n que les ha permitido reconstruir detalles de la vida cotidiana de los espa?oles de aquella ¨¦poca, incluidas cartas dirigidas a los pasajeros. Como una firmada en Oaxaca (M¨¦xico) por Jos¨¦ Rodr¨ªguez Franco, que invita a sus cinco sobrinas a vivir con ¨¦l porque hab¨ªan quedado hu¨¦rfanas y no ten¨ªan sustento posible. Por eso, y buscando un futuro, las cinco hermanas Franco se embarcaron, pero nunca llegaron a su destino.
Mar¨ªa de los ?ngeles Granados Ortega, del Museo Arqueol¨®gico Nacional, ha estudiado las pertenencias halladas bajo el mar, cientos de medallas religiosas, joyas, anillos, pendientes, relojes de bolsillo, lazos de pescuezo de oro, h¨¢bitos o cruces. Adem¨¢s de la valiosa maquinaria de un reloj fabricado en Londres por J. Windmills, la marca m¨¢s prestigiosa del momento. El reloj era de p¨¦ndulo de doble cuerda y era un regalo para el obispo de Puebla, avanza la experta, que desvela tambi¨¦n el hallazgo de cruces de Caravaca (se llevaban para evitar las tormentas) o el h¨¢bito (insignia de orden militar) que pertenec¨ªa a un integrante de la Santa Inquisici¨®n.
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