Poveda por Lorca: m¨¢s emoci¨®n que conmoci¨®n
'Enlorquecido' brilla en el Price como un espect¨¢culo sentido y riguroso, pero exento de chispazos
Lorca y Poveda. Un binomio irrefutable. El cantaor que ha logrado alcanzar la popularidad, mucho m¨¢s all¨¢ de las fronteras estrictas del flamenco, sin devaluar su arte ni las expectativas. El poeta imborrable, inmortal pese a la infamia, ese prodigio l¨ªrico cuyo ascendente no ha dejado de expandirse con los a?os. Enlorquecido, el resultado de esta confluencia poderosa, desembarcaba este s¨¢bado en un Circo Price tan abarrotado que el p¨²blico no acababa de acomodarse, para desesperaci¨®n del artista. Ser¨ªan las ansias de cantar y contar. El hambre de arte que sigue alimentando al pr¨ªncipe de Badalona, al que los retos parecen atraerle cuanto mayor sea su magnitud.
Hincarle el diente a Lorca no es tarea sencilla, porque la poes¨ªa no siempre se hermana de manera natural con los acordes y en Federico confluyen lo popular y lo culto, el compromiso pol¨ªtico y el amatorio, la voz de los ancestros y la de quienes a¨²n est¨¢n por venir. En el p¨²blico se advert¨ªa m¨¢s expectaci¨®n y emoci¨®n contenida que furor desatado, acaso porque Enlorquecido encierra tantas horas de estudio que puede acabar resultando demasiado cerebral.
La dificultad es doble. Meter en vereda la versificaci¨®n libre obliga a retorcer el pentagrama, pero algunos logros son muy hermosos. Tanto la Oda a Walt Whitman, sin instrumentaci¨®n y con Poveda en el centro del c¨ªrculo que le brindan sus palmeros, como esa Carta a Regino para voz y guitarra acaban removiendo las entra?as. Y es sintom¨¢tico que esto suceda en los momentos de mayor desnudez, acaso porque los arreglos ligeros de Joan Albert Amarg¨®s bordean en alg¨²n momento la reiteraci¨®n.
El verso medido, por su parte, puede condicionar y constre?ir al integrarlo en una obra musical, un peligro que Poveda ya tuvo que lidiar de cerca en su proyecto inmediatamente anterior, Sonetos y poemas para la libertad. Pero la marcada impronta de los 14 versos de arte mayor reaparece aqu¨ª al adentrarse Miguel en el bell¨ªsimo poemario del Amor oscuro. Entre medias, las colaboraciones no se ajustaron a los pron¨®sticos. La maestra Carmen Linares anduvo m¨¢s descoyuntada que compenetrada para afrontar sendos bombones como Los cuatro muleros y Anda jaleo, como si ella y Miguel no se hubieran cogido la medida. Por contra, prendi¨® la qu¨ªmica para Muerto de amor con el abulense Jorge Marazu, el invitado m¨¢s improbable de la noche. Pero el talento llama al talento y Marazu es cantautor que nunca le tuvo miedo a la canci¨®n espa?ola, quiz¨¢ porque se sienta mucho m¨¢s integrado en la tradici¨®n hispana que bajo el influjo anglosaj¨®n.
Tras la hermosa Grito hacia Roma (con un traqueteo de bater¨ªa que remite a aquel Last Train Home, de Pat Metheny) y la escala habanera de Son de negros en Cuba lleg¨® una segunda parte de flamenco por derecho, ah¨ª donde Poveda refulge y se desata, donde hace sencillo el dificil¨ªsimo arte del coser y el cantar. Aprovech¨® para estrenar una Grana¨ªna con letra del dramaturgo Alberto Conejero, jiennense con pluma en estado de gracia y nuevo aliado para el universo povedista. L¨¢stima que don Miguel se enredara al final en un desdichado parlamento contra ¡°el funcionariado¡± del Price, molesto por las restricciones horarias del recinto. Ni las prisas ni las rabietas son buenas consejeras, y menos en una noche para honrar a un poeta que nos pertenece a todos, empezando por los trabajadores.
Babelia
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