Cuando los Beatles rompieron los esquemas
La edici¨®n del 50? aniversario del '¨¢lbum blanco' revela a un grupo creativamente plet¨®rico que ya empezaba a resquebrajarse
La fecha es el 9 de noviembre. Se publica la edici¨®n del 50? aniversario del doble blanco, cuyo nombre oficial era simplemente The Beatles. Se trata de una nueva mezcla, realizada por Giles Martin y Sam Okell, a la que se han a?adido las maquetas ac¨²sticas grabadas en la casa de George Harrison; estar¨¢ disponible en vinilo (cuatro elep¨¦s) y CD (tres discos compactos). Para los insaciables, saldr¨¢ una caja super de luxe: seis CD, que contienen todo lo anterior m¨¢s tres compactos dedicados a unas 50 tomas provisionales, jams y descartes de las mismas sesiones; un Blu-ray adicional juntar¨¢ cuatro mezclas distintas ¨CPCM, DTS-HD, Dolby, monoaural- del ¨¢lbum original. Todos los soportes llegan con precios de alta gama, como es habitual con los lanzamientos de Apple Corps Ltd.
1968 fue otro a?o vertiginoso para los Beatles. Tras las fantas¨ªas de Sgt. Pepper, decidieron volver a sonar como un grupo. Aprendieron a manejarse en mesas de ocho pistas, en los estudios Trident (EMI se tomar¨ªa su tiempo en adoptar la nueva tecnolog¨ªa). Planearon un concierto ¡°pacifista¡± que no lleg¨® a materializarse. La gran experiencia fue la estancia en el norte de la India, en el pintoresco centro del Maharishi Manesh Yogi en Rishikesh; para consternaci¨®n de Harrison, el ¨²nico que se comprometi¨® con aquellas creencias orientales, John Lennon y Paul McCartney aprovecharon para componer sin parar, ironizando incluso sobre las muy terrenales tentaciones del gur¨². A la vuelta, en la casa de George, en un ambiente de camarader¨ªa y colaboraci¨®n, maquetaron 27 temas en clave desenchufada.
As¨ª que la fuente no se hab¨ªa secado. No obstante, se advert¨ªan nubarrones en el horizonte. Tras la muerte en 1967 de su descubridor, Brian Epstein, no hab¨ªa nadie al volante, capaz de echar el freno si fuera necesario. Se embarcaron en Apple, un experimento empresarial que McCartney defini¨® como ¡°comunismo occidental¡±. Seg¨²n Harrison, siempre sensible a las cuestiones econ¨®micas, Apple degener¨® en ¡°un asilo para lun¨¢ticos¡±.
Seg¨²n avanzaba 1968, el concepto de grupo comenzar¨ªa a resquebrajarse. Se distanciaron hasta f¨ªsicamente: Paul, antes el miembro sociable y cosmopolita, pasar¨ªa temporadas en su remota granja de Kyntire, en Escocia. Para sorpresa general, John introdujo en las sesiones a su nuevo amor, Yoko Ono, que pronto quiso participar, opinando y cantando. Hasta el afable Ringo Starr se hart¨® y dej¨® el grupo durante unos d¨ªas.
?Qu¨¦ pas¨®? Esencialmente, y eso se notar¨ªa en la naturaleza fragmentaria del doble blanco, cada cual empez¨® a funcionar por su cuenta, por ego y conveniencia. El menos ambicioso creativamente, Ringo, se sinti¨® humillado al encontrarse con partes de bater¨ªa grabadas por McCartney. Este, mucho menos diplom¨¢tico de lo que aparenta, tambi¨¦n sigui¨® alimentando el resentimiento de Harrison al mostrarse displicente con sus aportaciones. Y el l¨ªder nominal del cuarteto, Lennon, parec¨ªa m¨¢s preocupado por explicar a su novia la naturaleza exacta de su trabajo: recuerden que Yoko le asegur¨® que nada sab¨ªa de los Beatles.
Hicieron canciones que terminar¨ªan saliendo en sus discos en solitario. Probaron piezas que luego ceder¨ªan a amigos de Liverpool, como Jackie Lomax (Sour Milk Sea) y Cilla Black (Step Inside Love). Y se desengrasaron tocando ¨¦xitos a?ejos tipo Blue Moon o St. Louis Blues.
El resultado final fue un disco desquiciado, que inclu¨ªa rock duro y ?o?er¨ªas, bromas y confesiones a calz¨®n quitado, ejercicios de estilo y explosiones viscerales, melod¨ªas elegantes y un collage nada pop (el fascinante Revolution 9). A todo esto, eran conscientes de que estaban bajo la atenta mirada del mundo: Lennon cant¨® diferentes Revolution, alternando entre la invocaci¨®n de un cambio de mentalidad y la revuelta violenta. La segunda parec¨ªa ser la opci¨®n de Harrison en su venenoso Piggies, una canci¨®n que quedar¨ªa manchada por ser entendida por el monstruoso Charles Manson ¨Cjunto a Helter Skelter- como consigna para provocar una guerra racial.
Al mismo tiempo, se trataba de un disco liberador para sus coet¨¢neos: una invitaci¨®n a atreverse con todo. Sus colegas entendieron que los Beatles se desprend¨ªan de su imagen de simp¨¢ticos entretenedores para explorar rincones obscuros: Lennon evocar¨ªa a su madre muerta en Julia, al igual que McCartney har¨ªa en Let It Be (que, ahora descubrimos, se ensay¨® en las sesiones del ¨¢lbum blanco). Contagiados por el esp¨ªritu ce?udo del underground, la citada Helter Skelter se grab¨® en versiones extensas.
Con todo, excesos y caprichos quedaron aparcados y, excepto por las ediciones piratas, no han visto la luz hasta ahora. John y Paul hicieron la criba final y la ordenaci¨®n de las canciones en una sesi¨®n maratoniana de 24 horas, donde no estuvieron ni George ni Ringo (pero s¨ª el sufrido George Martin, cuyo equipo vivi¨® la elaboraci¨®n del doble como un calvario). En la selecci¨®n, obedecieron a sensatos criterios comerciales, aunque la heterogeneidad del repertorio garantizaba que el resultado ser¨ªa caleidosc¨®pico, resbaladizo, abundante en contrastes y sorpresas.
Hasta la portada blanca, concebida por el artista Richard Hamilton, parec¨ªa sugerir un futuro abierto: ya no somos la Banda del Sargento Pimienta, nos hemos emancipado (de Epstein, y pronto lo har¨ªan de Martin) y estamos sometidos a fuerzas centr¨ªfugas que ¨Cm¨¢s pronto o m¨¢s tarde- acabar¨¢n con esta bonita aventura.
Babelia
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