El tormento de Paul Schrader

¡°Yo no sab¨ªa que los personajes que hab¨ªamos creado eran h¨¦roes existenciales. Nunca estudi¨¦ filosof¨ªa¡±, escribi¨® Martin Scorsese, haci¨¦ndose a¨²n m¨¢s grande confes¨¢ndose peque?o, en referencia a sus pel¨ªculas con Paul Schrader, que, dicho sea de paso, tampoco estudi¨® filosof¨ªa.

Y, sin embargo, el corpus narrativo de Schrader, en solitario o con el director de Taxi driver, La ¨²ltima tentaci¨®n de Cristo y Al l¨ªmite, est¨¢ copado por la angustia existencial, por la culpa y por la necesidad de redenci¨®n, seguramente como su propia vida. Y tras, entre otras, Hardcore: un mundo oculto, Mishima y Aflicci¨®n, llega El reverendo, en un regreso a sus or¨ªgenes tras una etapa entre desenfrenada y esquizofr¨¦nica pero siempre interesante, con el que el guionista y director entronca, tanto en el tratamiento tem¨¢tico como en la puesta en escena, con dos de sus autores favoritos: el Ingmar Bergman de Los comulgantes, y el Robert Bresson de Diario de un cura rural.

Pel¨ªcula felizmente a contracorriente, El reverendo es un tratado sobre el remordimiento, expuesto a trav¨¦s de planos fijos, con constantes reencuadres gracias a puertas y sombras, en los que predomina la frontalidad. Una sistem¨¢tica de una gran coherencia interna, pero que a alg¨²n despistado le puede parecer casi fe¨ªsta por la utilizaci¨®n del gran angular y del antiguo formato en 1.37:1.

Protagonizada por dos figuras en contraste que est¨¢n mucho m¨¢s cerca de lo que creen, un activista social y un pastor calvinista (la fe en la que fue educado Schrader), m¨¢s un tercer v¨¦rtice del tri¨¢ngulo representado por una mujer embarazada que viene a configurarse como La Piedad cristiana que los abraza en su seno. La pel¨ªcula es de una altura dram¨¢tica desacostumbrada, acerc¨¢ndose a temas contempor¨¢neos como el terrorismo y los intereses econ¨®micos de las religiones desde una ¨®ptica de continua encrucijada sobre la fe y la incertidumbre.

Y Schrader, que sabe tanto por viejo como por diablo, acaba llegando a una certidumbre que no es sino constatada incertidumbre: que la sabidur¨ªa proviene de la clara percepci¨®n de que la esperanza y la desesperaci¨®n est¨¢n ah¨ª para golpearnos y acariciarnos, y que habitualmente llegan juntas, de la mano, como una tortura que solo puede ser calmada con la conciencia de nuestra propia fragilidad y de nuestro tormento.