El meticuloso y contundente Nabokov
El novelista ruso controlaba exhaustivamente las preguntas y respuestas de las entrevistas que conced¨ªa. Las reuni¨® todas en un libro que cumple ahora 45 a?os
Vlad¨ªmir Nabokov hizo historia de la literatura¡ y del periodismo. El autor de Lolita dej¨® una especie de manual del periodismo de entrevistas en un libro inigualable en su especie, Opiniones contundentes, que ahora (reeditado recientemente por Anagrama en Espa?a) cumple 45 a?os. ?l fue reiteradamente entrevistado, en la radio, en la televisi¨®n (menos), en la prensa diaria y en las revistas literarias. Ninguna de esas conversaciones se hizo fuera de su escrupuloso escrutinio: antes de celebrarlas exig¨ªa las preguntas, escrib¨ªa las respuestas y, una vez establecido el contacto con el periodista, dictaba lo que hab¨ªa escrito.
Caso especial, pero no ¨²nico, en la historia de la entrevista, Nabokov qued¨® tan satisfecho con algunas de ellas que las recogi¨® en un volumen en el que ¨¦l mismo figura como autor. En lengua espa?ola pas¨® con Octavio Paz, que se declar¨® autor de una suma de las entrevistas que le hicieron, y as¨ª las public¨®, haciendo tambi¨¦n (no es el caso de Nabokov) correcciones a las preguntas y tambi¨¦n a las respuestas. Era el car¨¢cter de Octavio Paz.
En el caso de Nabokov, el car¨¢cter del escritor se pone en evidencia desde el principio. Los periodistas deben remitirle un calco de la entrevista tal como va a salir por si ?eso les dec¨ªa¨C se equivocaban por ejemplo en la ortograf¨ªa de su nombre.
Con iron¨ªas as¨ª disimulaba el extraordinario control que imprim¨ªa a sus propias Opiniones contundentes. Tan imperioso fue su ¨¦nfasis que ese libro, con su t¨ªtulo, ha pasado a la historia como un ensayo literario y filos¨®fico. Pues las opiniones que vierte, tambi¨¦n sobre el g¨¦nero de la entrevista, son verdaderamente aplastantes. En la historia de la literatura, su bestia negra es Dostoievski, cuya mediocridad destaca pr¨¢cticamente en cada una de las entrevistas, pero Alain Robbe-Grillet, que fue su amigo, es se?alado por ¨¦l como un roble literario de Europa, y a Borges lo cita en singular como su maestro. ¡°?Con qu¨¦ libertad y gratitud se respira en sus laberintos maravillosos!¡±. Opina Nabokov que Sigmund Freud es un farsante, y que Marcel Proust se repite como las malas comidas, etc¨¦tera.
Pensaba que el conjunto de sus conversaciones con la prensa disipar¨ªan las sombras de antipat¨ªa sobre su figura
El libro tendr¨ªa que leerse como un tratado contundente sobre el arte de entrevistar. Su man¨ªa contra el intercambio sin control con reporteros se parece a la de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, que odiaba los magnet¨®fonos y prefer¨ªa (en eso difer¨ªa de Nabokov el Nobel colombiano) las respuestas le¨ªdas por ¨¦l mismo desde sus propias fichas. Y esto fue porque las transcripciones de dos entrevistas que le hicieron con ese aparato le hicieron re¨ªr tanto que decidi¨® ¡°que nunca en la vida volver¨ªa a repetir esa haza?a¡±. As¨ª que ¡°las preguntas que quiera formularme el entrevistador ha de mand¨¢rmelas por escrito, y yo se las contesto por escrito, y han de ser reproducidas al pie de la letra¡±.
Esas condiciones ¡°ineludibles¡±, tan dif¨ªciles de cumplir al menos en la prensa escrita, parece que siempre se llevaron a cabo. Y aunque el tr¨¢mite pregunta-respuesta se hubiera completado as¨ª, ¡°los entrevistadores suelen desear visitarme¡±. Este tr¨¢mite cara a cara le divert¨ªa y le horrorizaba a la vez. Rudyard Kipling fue a entrevistar a su escritor m¨¢s amado, Mark Twain, lo vio deambular por su sal¨®n polvoriento y sinti¨® que, en un descuido del maestro, pod¨ªa robarle la modesta pipa de espuma de mar y as¨ª cre¨ªa robarle el alma. Esa apropiaci¨®n indebida del alma era la que asustaba a Nabokov, pues los entrevistadores iban a verle s¨®lo por el gusto de llevarse algunas descripciones t¨®picas: ¡°N. se bebi¨® el vodka de un trago y solt¨® con una mueca¡¡±.
Para ¨¦l la entrevista era un peque?o ¡°ensayo m¨¢s o menos estructurado en p¨¢rrafos, que es la forma ideal que ha de tomar una entrevista escrita¡±. ?l cre¨ªa que con ese conjunto de conversaciones con la prensa iba a disipar las sombras de antipat¨ªa que hab¨ªan esparcido sus compatriotas sobre su figura, present¨¢ndose as¨ª, cre¨ªa, como ¡°una persona harto m¨¢s agradable¡±.
Esa pretensi¨®n, que es el n¨²cleo del pr¨®logo, se espolvorea en el resto del libro: se lanza barro contra ¨¦l para poder embadurnar de la peor basura a sus colegas, pasados o presentes. As¨ª que cuando alguien le pregunta qu¨¦ obra legar¨ªa al futuro, el autor de Habla, memoria se remite a un hipot¨¦tico peri¨®dico de 2063, en el que se dir¨ªa lo que se suele escribir a?os despu¨¦s de determinado autor c¨¦lebre perdido en el limbo: nadie lee hoy a Nabokov ni a Fulmerford. Y ¨¦l mismo a?ade: ¡°Terrible interrogante: ?qui¨¦n es ese desdichado Fulmerford?¡±. Naturalmente, Fulmerford no existe.
Los cr¨ªticos literarios (que llevan a cabo un ¡°arte equ¨ªvoco¡±) son blanco de sus iras, Hemingway y Conrad son, en efecto, ¡°escritores para muchachos¡±, aborrece las novelas hist¨®ricas y los relatos de misterio¡ El libro es una lecci¨®n de literatura y de arbitrariedad, un pu?etazo tambi¨¦n contra el periodismo que pregunta obviedades o repite cuestiones que ya le fueron remitidas al mismo autor por otros o recoge opiniones que figuraban, citadas equivocadamente, en dosieres desavisados. Como Nabokov, Doris Lessing odiaba el empleo de dosieres para reproducir palabras que quiz¨¢ ella no dijo nunca, y en ese sentido Nabokov inici¨® la tendencia.
Los errores de cualquier g¨¦nero lo irritaban. A Jane Howard, de la revista Life, le respondi¨® por escrito un cuestionario del 18 de agosto de 1964, y se lo entreg¨® en mano en Montreux (Suiza), donde viv¨ªa en un hotel. Despu¨¦s de leerle las respuestas (una de ellas, sobre Lolita, ¡°el libro que ha dejado en m¨ª un resplandor m¨¢s placentero, tal vez porque es el m¨¢s puro de todos, el m¨¢s abstracto y cuidadosamente urdido¡±), Nabokov le escribi¨® una posdata que es su libro de estilo para las entrevistas: ¡°1. Mis respuestas han de publicarse en forma exacta y completa; al pie de la letra si se las cita; en versi¨®n fiel si no. 2. Debo ver las pruebas de la entrevista, las semifinales y las finales. 3. Tengo derecho a corregir en ellas todos los errores relativos a hechos y los deslices espec¨ªficos (Mr. Nabokov es un hombre bajo, de pelo largo, etc¨¦tera)¡±.
De inagotable humor par¨®dico, era un maestro en responder. Y aunque fue en esa tarea antip¨¢tico y exigente, no extra?a que m¨¢s de 40 entrevistadores insistieran en recibir de ¨¦l respuestas, lecciones y reprimendas. Por abrir el apetito otra vez a este libro que ya es viejo y sigue siendo fresco, observen su lista de ¡°obras maestras¡± preferidas: ¡°Ulises, de Joyce; La metamorfosis, de Kafka; Petersburgo, de Bely, y la primera mitad del cuento de hadas de Proust En busca del tiempo perdido¡±.
De exigente recomendaci¨®n para los que quieran robar el alma de los escritores, Opiniones contundentes quiz¨¢ sea el libro autobiogr¨¢fico m¨¢s divertido y radical de Vlad¨ªmir Nabokov. Una lecci¨®n de autenticidad, tambi¨¦n, para los que responden.
Babelia
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