?pica de la mesa camilla

Una pel¨ªcula sobre la aventura de la vida que no discurre por territorios ex¨®ticos sino en apenas unas baldosas, las que separan la puerta de una casa que se est¨¢ deseando abandonar y la habitaci¨®n de una madre que siempre ha estado ah¨ª para dar cobijo. ?El calor conocido de dentro, el de esa mesa camilla con enag¨¹illas, ese trabajo heredado y nunca querido, y los rincones de siempre del pueblo, del pueblo de siempre? ?O el fr¨ªo desconocido de fuera, el de la vida a la intemperie, la laboral, la social, la sentimental, a cientos de kil¨®metros de la calma chicha, donde quiz¨¢ habite una nueva existencia?

Celia Rico, magn¨ªfica escritora y directora debutante, ha compuesto en Viaje al cuarto de una madre una oda a la trascendencia de la sencillez, a la complejidad de las relaciones familiares, expuesta a trav¨¦s de un estilo con la paradoja como marca de identidad: luminosa en su interior, su exterior formal es entre gris y marr¨®n. El l¨²gubre colorido de una relaci¨®n m¨¢s all¨¢ de la vida y de la muerte.

Retrato invisible de la nueva emigraci¨®n, la nuestra, la de muchos j¨®venes espa?oles en busca de un idioma y una salida (cuidar ni?as en Londres, lavar platos en Berl¨ªn), la pel¨ªcula de Rico mantiene en todo momento el modo el¨ªptico del exterior. Salvo una destartalada esquina nocturna de una calle, y un taller de confecci¨®n inequ¨ªvocamente espa?ol, el relato mantiene sin im¨¢genes y sin apenas datos la ¨¦pica del viaje, que llega al espectador, como si tambi¨¦n nosotros fu¨¦ramos una madre, por medio del sonido de los wasaps y de la quiz¨¢ mentirosa respiraci¨®n al otro lado del tel¨¦fono. Un tratamiento de la informaci¨®n eludida que va en paralelo con todo lo relativo al padre de familia, nunca verbalizado ni revelado.

Y, sin embargo, la luz mortecina elegida por Rico y compuesta por Santiago Racaj encubre dos fogonazos de incandescencia: la de la hermosa relaci¨®n entre la hija y la madre, entre una cierta vitalidad y una cierta amargura, que en cualquier momento pueden intercambiarse; y la de las rotundas interpretaciones de dos actrices maravillosas, Lola Due?as y Anna Castillo, verdad en la mirada y en el gesto, en la victoria y en la derrota.

Historia de dolores escondidos, de sombras, y de sonidos para el recuerdo (la m¨¢quina de coser, el clic de encendido de un brasero el¨¦ctrico, el envasado al vac¨ªo del jam¨®n), de los que definen un idilio familiar hasta la muerte, Viaje al cuarto de una madre es el arduo y feliz camino de aprendizaje de dos figuras casi mitol¨®gicas.