Caball¨¦, la ¡®Superba¡¯
Su popularidad ha desbordado los l¨ªmites del mundo l¨ªrico hasta convertirla en un personaje conocido en todo el mundo y por todo el mundo, les guste la ¨®pera o no
Cada generaci¨®n tiene sus mitos, y en el mundo de la ¨®pera, en el que ¨²ltimamente aparecen y desaparecen con celeridad divos de usar y tirar, hablar de Montserrat Caball¨¦ (Barcelona, 12 de abril de 1933- 6 de octubre de 2018)?es hablar de una aut¨¦ntica leyenda. Por su milagrosa voz, con esos pian¨ªsimos de et¨¦rea belleza que dejaban al p¨²blico embelesado, y tambi¨¦n por su desbordante personalidad ¡ªlas risas de la Caball¨¦ eran tan sonoras y llenas de felicidad como sus poderosos agudos¡ª, la gran soprano catalana era, probablemente, la ¨²ltima gran diva del canto cuya popularidad ha desbordado los l¨ªmites del mundo l¨ªrico hasta convertirla en un personaje conocido en todo el mundo y por todo el mundo, les guste la ¨®pera o no.
Maria Callas era la Divina. A Joan Sutherland la llamaban la Stupenda. Y a Montserrat Caball¨¦ la Superba. Tras su espectacular ¨¦xito en el Carnegie Hall de Nueva York en 1965 cantando Lucrezia Borgia, de Donizetti, The?New York Times ciment¨® la gloria futura de la diva de forma tan gr¨¢fica y elocuente que, de hecho, le abri¨® las puertas de los grandes escenarios de todo el mundo: Callas+Tebaldi=Caball¨¦.
Con su muerte, esta madrugada a los 85 a?os, desaparece una voz ¨²nica, irrepetible, una de las sopranos m¨¢s importantes del siglo XX y un personaje entra?able al que, sin duda, echaremos de menos fuera y dentro de la ¨®pera.
Su carrera, extraordinariamente longeva, ha tenido, como no pod¨ªa ser de otra manera, altibajos, y en los ¨²ltimos a?os ha pasado amarguras y sinsabores a causa de sus problemas con Hacienda. Pero ha sido un mito del canto, y su legado grabado documenta el talento de una de esas contadas voces que en verdad han marcado la moderna historia de la ¨®pera y ha sido un referente para las nuevas generaciones.
Los aficionados que han tenido la fortuna de ver en acci¨®n a Caball¨¦ en sus a?os m¨¢s gloriosos ¡ªcantando ¨®peras como Norma, La Traviata, Maria Stuarda, Adriana Lecouvreur, Tosca o Salom¨¦¡ª, atesoran esas experiencias como recuerdos mel¨®manos inolvidables. Su t¨¦cnica era milagrosa, con un fiato portentoso y unos pianissimi de ensue?o; su belleza vocal, arrebatadora por la calidad, la calidez y la expresividad.
El director de escena y dramaturgo estadounidense Robert Wilson suele decir que la voz y la personalidad de Caball¨¦ han sido una constante fuente de inspiraci¨®n en su vida. De hecho, la gran diva catalana ha sido un fen¨®meno vocal que ha hecho historia, como lo hicieron Enrico Caruso, Maria Callas, Luciano Pavarotti o Pl¨¢cido Domingo en sus muchas d¨¦cadas como tenor. Fen¨®menos vocales que rompen las fronteras, a veces demasiado estrechas y elitistas del mundo de la ¨®pera, y logran calar en el imaginario popular. Mucha gente que jam¨¢s ha pisado un teatro de ¨®pera conoce su nombre. Y, para millones de j¨®venes, Caball¨¦ era esa simp¨¢tica y oronda se?ora que cantaba Barcelona junto a Freddie Mercury en la universal cita ol¨ªmpica de 1992.
Su carrera ha sido, adem¨¢s, un triunfo vital. Con achaques, enfermedades y altibajos, hasta hace muy poco tiempo segu¨ªa en activo, ofreciendo recitales y conciertos populares a una edad en la que todos los divos de su generaci¨®n llevan a?os celebrando sus cumplea?os retirados de la escena. Ten¨ªa una curiosidad insaciable y ampliaba su repertorio lieder¨ªstico buscando, descubriendo, sacando del olvido y del polvo de las bibliotecas, piezas que se adaptaban bien a su estado vocal. Ibas a un recital de la Caball¨¦, sola o acompa?ada de su hija, la tambi¨¦n soprano Montserrat Mart¨ª, y, de pronto, te sorprend¨ªa con canciones del repertorio espa?ol, italiano, franc¨¦s y alem¨¢n en las que dejaba su impronta.
Supo dejar a tiempo la ¨®pera escenificada, m¨¢s por los problemas de movilidad f¨ªsica que por el estado de su voz, pues en algunas de sus ¨²ltimas actuaciones en el teatro donde naci¨® su leyenda, el Gran Teatro del Liceo, dio brillo a t¨ªtulos como Henry VIII, la ¨®pera de Saint-Sa?ns que protagoniz¨® en 2002 para celebrar sus cuatro d¨¦cadas de glorioso historial en el coliseo de La Rambla. Nadie mejor que ella sab¨ªa que la leyenda Caball¨¦ pod¨ªa ser su peor enemigo, as¨ª que decidi¨® dejar a un lado los personajes m¨¢s c¨¦lebres de su inmenso repertorio y apostar por t¨ªtulos olvidados de autores como Respigui, Gounod y Massenet.
'Barcelona', la canci¨®n que uni¨® a Freddie Mercury y Caball¨¦
El l¨ªder de Queen se refer¨ªa a la soprano como su cantante favorita.
Nunca pens¨® seriamente en la retirada, porque necesitaba seguir compartiendo la emoci¨®n del canto con el p¨²blico para sentirse viva. No conceb¨ªa una vida sin el canto, bien en activo, encima de un escenario, impartiendo clases magistrales o presidiendo el concurso de canto que lleva su nombre. Y lloraba de emoci¨®n, sincera, cuando descubr¨ªa alguna voz joven con verdadero talento, como hizo con Pretty Yende, que anoche cantaba I puritani, de Bellini, en la inauguraci¨®n de la temporada del Liceo junto a Javier Camarena.
No se puede escribir la historia del Liceo en la segunda mitad del siglo XX sin hablar del reinado de Caball¨¦. Debut¨® el 7 de enero de 1962, protagonizando el estreno en Espa?a de Arabella, de Richard Strauss, su compositor favorito. Fue el inicio de una relaci¨®n apasionada, a veces con tempestuosos desencuentros con la direcci¨®n art¨ªstica, pero siempre marcada por su poderosa e influyente personalidad, dentro y fuera del escenario. El Liceo era su teatro, su casa y en su escenario asombr¨® a varias generaciones con sus grandes personajes: Maria Stuarda, Roberto Devereux, Lucrezia Borgia, Il pirata, Aida, Un ballo in maschera, Don Carlo, I vespri siciliani, La boh¨¦me, Manon Lescaut, Tosca y, naturalmente, Norma: su interpretaci¨®n de la celeb¨¦rrima Casta diva, con pian¨ªsimos arrebatadores, forman parte de la mejor historia liceista.
Como soprano es ya una leyenda. Tambi¨¦n como personaje popular. La televisi¨®n ¡ªlleg¨® a presentar programas propios en la televisi¨®n alemana y era una celebridad en los escenarios rusos¡ª contribuy¨® a difundir su humanidad desbordante y, para millones de espectadores, era tan familiar la contagiosa risa de Caball¨¦ como su proximidad, su sentido del humor y un olfato especial para generar minutos de gloria televisivos. Curiosamente, tambi¨¦n era capaz de reinventarse a s¨ª misma, siempre con ¨¦xito, como atestigua el ¨¦xito mundial del v¨ªdeo de Barcelona junto al malogrado Freddie Mercury.
Caball¨¦ re¨ªa como nadie, es cierto, pero, bajo esa apariencia amable, se escond¨ªa una fuerte personalidad, una voluntad de hierro y una disciplina absoluta. Exigente con ella misma y con quienes la rodeaban, paciente, pero tambi¨¦n intransigente con la mediocridad y los divos de medio pelo que a ella se acercaban en busca de glorias ef¨ªmeras.
Art¨ªsticamente, se gan¨® siempre el respeto de los grandes directores con los que act¨²o en teatros y auditorios de todo el mundo y protagoniz¨® memorables grabaciones. Hablamos de nombres de referencia como Herbert von Karajan, Georg Solti, Carlo Maria Giulini, John Barbirolli, Riccardo Muti, James Levine, Georges Pr¨ºtre, Riccardo Chailly.
La dedicaci¨®n al belcantismo y el gran repertorio l¨ªrico franc¨¦s y alem¨¢n centraron su carrera durante d¨¦cadas, compartiendo escenario con artistas del canto como Jos¨¦ Carreras, Jaime Aragall, Pl¨¢cido Domingo, Alfredo Kraus o Carlo Bergonzi. Su presencia en el escenario era imponente y, aunque no destacaba precisamente por sus dotes como actriz ¡ªcircunstancia aprovechada por sus detractores para criticarla sin piedad¡ª supl¨ªa cualquier carencia con unos recursos vocales fuera de serie con los que levantaba al p¨²blico de sus asientos.
Era tal su personalidad que, incluso hoy en d¨ªa, cuando a los cantantes se le exige un f¨ªsico de pel¨ªcula, a las j¨®venes promesas siempre se les recuerda que, aunque el f¨ªsico es muy importante, si tienes una voz como la de Montserrat Caball¨¦ el ¨¦xito en el mundo de la ¨®pera est¨¢ garantizado. Y tambi¨¦n la gloria.
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