Josele Santiago, postal del rockero que se apart¨® del redil
El l¨ªder de Los Enemigos registra en directo una colecci¨®n de piezas solistas que nunca anhelan ser himnos
El bot¨®n rojo de grabaci¨®n siempre es intimidatorio, incluso aunque quien lo accione pueda presumir de muchos trienios en el historial de cotizaciones. Josele Santiago no parece a estas alturas susceptible de impresionarse con cualquier cosa, pero de cara a la grabaci¨®n de su primer ¨¢lbum solista en directo adopt¨® algunas medidas cautelares. El disco nacer¨¢ de dos noches consecutivas de grabaci¨®n, la del martes y anoche, lo que implica disponer de margen de maniobra ante imprevistos, p¨¢jaras o imperfecciones. Y la elecci¨®n del espacio fue inusual, puede que rar¨ªsima, porque el auditorio de Conde Duque carece de todo pedigr¨ª, tanto para el rock como para los trabajos en vivo.
Puede que Santiago no se sienta a estas alturas un mero artista de rock, quiz¨¢ porque atraviesa un momento m¨¢s imaginativo que el de cualquier catalogaci¨®n. Y a lo mejor le interesa m¨¢s la calidez ac¨²stica, muy acusada en este espacio municipal, que la mitolog¨ªa. Lo que escuchemos en soporte fonogr¨¢fico a partir de febrero no ser¨¢ tanto un compendio de euforias colectivas, que apenas se registraron, como un manual de vitriolo y descreimiento. Un directo para el repaso profundo y la combusti¨®n lenta: tampoco en eso se ajusta a la l¨®gica normativa el tambi¨¦n cantante de Los Enemigos.
Este cordob¨¦s con desmitificado deje malasa?ero prefiere siempre el surrealismo a la gracieta (atenci¨®n a ese alegato pro boina que encierra Cachorrilla) y se ha alejado muchas cuadras tanto de la cl¨¢sica armon¨ªa de tres acordes (esos vericuetos de El bosque) como de las pautas estil¨ªsticas habituales; de ah¨ª la ins¨®lita evocaci¨®n a charlest¨®n que destila Baile de los peces. La burla, a veces ensa?ada, tambi¨¦n es santo y se?a (Trag¨®n). En general, y m¨¢s all¨¢ de tics vocales como esas notas agudas a fin de frase, Josele se ha reservado para la primera persona sus creaciones m¨¢s ricas, complejas y alejadas de los algoritmos predictivos. Una buena noticia, por definici¨®n.
Puestos a llevar buena mano en la partida, Santiago quiso flanquearse de cuatro de los mejores instrumentistas del circuito: los ubicuos H¨¦ctor Rojo (bajo) y Loza (bater¨ªa) son una base r¨ªtmica fabulosa sobre la que el arabesco fino les resulta m¨¢s sencillo al guitarrista Nico Nieto y el delicado ¨®rgano de Santi Comet. Pero el propio protagonista demostr¨® no ser ning¨²n comparsa de las seis cuerdas con el solo de Prestao. Y record¨® (?un respeto!) su pedigr¨ª el¨¦ctrico con la demoledora Saeta, una denuncia nada tibia contra la pedofilia de sotana. ¡°La iglesia tiene que pagar por todo esto. Am¨¦n¡±, bram¨® antes de disparar lo m¨¢s furibundo de su artiller¨ªa.
Santiago termina entregando 25 piezas sin un solo caramelo in¨¦dito, en contra de la convenci¨®n en estas fechas se?aladas, pero s¨ª accede al ritual de los invitados ilustres. Leonor Watling encarna el papel de extra?a pero muy implicada pareja con Magia negra. Y Ni?o de Elche (¡°otro al que no le interesa la ortodoxia un carajo, y en eso coincidimos¡±) hizo de Un guardia civil una lectura impecable pero algo joselizada de m¨¢s, como si no le quisiera aplicar tanto condimento propio como fidelidad a la receta original.
La limitaci¨®n normativa del aforo a solo 250 espectadores, en un espacio que parecer¨ªa suficiente para duplicarlo, fue otro motivo de extra?eza para este Josele casi redefinido, con la voz cada vez m¨¢s presente en la mezcla y una variedad de registros (atenci¨®n al tramo ac¨²stico, a d¨²o con el guitarrista David Krahe) que no pretende disimular. Hubo aqu¨ª p¨¢ginas de mucha altura, desde el humor cruel de D¨¦jame sufrir al tenue aire de americana (m¨¢s mediterr¨¢nea que californiana) en Que hable el sol, la calidez casi soul en El lobo y la excelente Fractales, que ya se aproxima mucho a la condici¨®n de cl¨¢sico.
Falt¨® el ardor t¨®pico de los registros para la posteridad, quiz¨¢ con la excepci¨®n de Mi prima y la escala en territorio enemigo de Desde mi jerg¨®n. Pero el artista de Josele en Conde Duque, t¨ªtulo provisional del ¨¢lbum, no busca tanto el himno como el verso libre. Y apartarse del redil siempre fue arriesgado, pero tambi¨¦n edificante.
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