Avil¨¦s
El Niemeyer de Avil¨¦s tiene algo de arquitectura enigm¨¢tica. Tuve la sensaci¨®n de que estaba dentro de un misterio del espacio
Hace unos d¨ªas estuve en el Centro Niemeyer de la ciudad asturiana de Avil¨¦s. Me deslumbraron los edificios que vi, porque no acababa de entender lo que ten¨ªa delante. Hab¨ªa barcos en la r¨ªa. Y el Niemeyer linda con la r¨ªa y con sus aguas industriales. Hac¨ªa una tarde nublada en Avil¨¦s, y ca¨ªan algunas gotas de lluvia. Y estaba oscureciendo. La explanada principal del Niemeyer me pareci¨® un espacio inquietante, como un gran foro indeterminado, abstracto. El Niemeyer de Avil¨¦s tiene algo de arquitectura enigm¨¢tica. Tuve la sensaci¨®n de que estaba dentro de un misterio del espacio. Segu¨ªa viendo los barcos de la r¨ªa. Estaba haciendo fotos. No sab¨ªa qu¨¦ fotografiar: si los barcos, que eran de color rojo y me parec¨ªan muy atractivos, o el edificio conocido como la C¨²pula, en cuyo interior hab¨ªa una exposici¨®n dedicada a Joaqu¨ªn Sorolla. Se trataba de la espl¨¦ndida colecci¨®n de Pedro Masaveu.
Entr¨¦ en la C¨²pula y me sent¨ª como si caminara por dentro de un programa inform¨¢tico: los cuadros de Sorolla llegaban a m¨ª no porque estuvieran colgados de una pared. No hay paredes en una circunferencia. Los cuadros colgaban del aire, como si fuesen frutos del viento. Porque las obras se presentan en caballetes de cristal, en un dise?o original de la arquitecta italobrasile?a Lina Bo Bardi. Sent¨ª una felicidad inmensa al ver los cuadros como suspendidos, levitando. Por fin el arte levita, pens¨¦. La ligereza de los cuadros, la C¨²pula, la circularidad, los colores radicales de la pintura de Sorolla me conmovieron. Una sensaci¨®n de embriaguez en los ojos. Me enfad¨¦ conmigo mismo por no haber conocido antes el trabajo de Lina Bo Bardi. No entiendo por qu¨¦ no hay m¨¢s museos en el mundo que expongan sus obras pict¨®ricas siguiendo los dise?os fant¨¢sticos de esta mujer. Me pregunt¨¦ por el prestigio de Sorolla. A m¨ª me gusta mucho Sorolla, pero no goza de la fama de otros ilustres pintores de su tiempo. ?Por qu¨¦? Me ense?aron la famosa escalera de caracol de Niemeyer. Sub¨ª y baj¨¦ esa escalera unas cuantas veces no sin despertar alarma en mis anfitriones. Dese¨¦ tener una escalera as¨ª en mi casa, o incluso vivir en una escalera. Me llevaron al Auditorio, donde pude ver?Desnudos, la primera retrospectiva del fot¨®grafo Spencer Tunick en Espa?a. Decenas de cuerpos desnudos fotografiados en los lugares m¨¢s inclementes. Dicen de Tunick que sus cuerpos desnudos no ponen el ¨¦nfasis en la sexualidad. Yo no estoy de acuerdo. Para m¨ª Tunick persigue la exhibici¨®n de la sexualidad masificada, cuerpos de todas las proporciones, cuerpos obesos y cuerpos flacos. Borja Ibaseta, coordinador del Niemeyer, me dijo que Tunick buscaba cuerpos no can¨®nicos, es decir, obesos. Vimos una foto en donde Tunick hab¨ªa retratado a su mujer desnuda. La esposa de Tunick, sin embargo, era de proporciones muy can¨®nicas, es decir, delgada. Pens¨¦ que una cosa es lo que hacen los artistas en sus obras y otra lo que hacen en sus vidas. Me fui del Niemeyer completamente enamorado, con ganas de levitar, como los cuadros de Sorolla.
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