El coraje de Paul Tillich
Reeditado un libro clave del te¨®logo protestante alem¨¢n Paul Tillich que apuesta ¨¦tica y ontol¨®gica por el valor del ser humano
Publicado en su primera edici¨®n inglesa en 1952 y traducido a nuestra lengua en 1968, m¨¢s o menos cuando yo lo le¨ª por primera vez, acaba de ser reeditado, con pr¨®logo de Diego S¨¢nchez Meca, El coraje de ser (Avarigani), del te¨®logo protestante alem¨¢n Paul Tillich (Starzeddel, 1886-Chicago, 1965). Es raro, y m¨¢s hoy, que un libro de filosof¨ªa sobreviva m¨¢s de medio siglo y, sobre todo, como es el caso, si est¨¢ escrito con claridad, pero en la ant¨ªpoda de ese g¨¦nero de la menesterosa autoayuda, que lo banaliza todo. Escrito poco despu¨¦s de terminada la Segunda Guerra Mundial, cuyos horrores deprimieron cualquier atisbo de esperanza, el n¨²cleo de la reflexi¨®n de Tillich es una apuesta ¨¦tica y ontol¨®gica sobre el valor del ser humano como tal, o si se quiere, sobre su validez.
El t¨¦rmino castellano ¡°coraje¡± etimol¨®gicamente deriv¨®, al parecer, del franc¨¦s, pero ambos del latino cos-cordis, que significa ¡°coraz¨®n¡±. Coraje, sin embargo, tiene un matiz particular que, seg¨²n y c¨®mo, en nuestra lengua puede tambi¨¦n significar ¡°fuerza f¨ªsica bruta¡± o un ¡°car¨¢cter belicoso¡±, pero tambi¨¦n, d¨¢ndole una vuelta a la gram¨¢tica, como lo hace Tillich, traducirse libremente como ¡°¨¢nimo¡±, en cuyo caso el ¡°coraje de ser¡± ser¨ªa c¨®mo mantener vivo el ¨¢nimo ante el hecho de ser, vivir y responder ¨¦ticamente a lo que se nos presenta en estos avatares, signados por las contingencias de nuestra naturaleza mortal.
Desde los antiguos griegos hasta el siglo XX, lo formidable de Tillich es la apretada s¨ªntesis que nos hace del tema, no solo desde el punto de vista filos¨®fico y teol¨®gico, sino a trav¨¦s de las ciencias que despuntan en nuestra ¨¦poca, como la psicolog¨ªa, la sociolog¨ªa y la antropolog¨ªa. La verdad es que en ese cuadro sin¨®ptico de Tillich parece caber todo, al margen de las creencias e ideolog¨ªas muy variadas que se han profesado al respecto hist¨®ricamente.
Hay una distinci¨®n que nos concierne quiz¨¢s m¨¢s a nosotros: la de emplazar ese coraje responsable en ser ¡°parte¡± de la comunidad o ser ¡°individual¡±, con las correspondientes amenazas de lo ¡°gregario¡± o lo ¡°cosificado¡±. En este sentido de la virtual alienaci¨®n que puede prosperar en todo proyecto ideal, recuerdo el impacto que ya me produjo, en mi primera lectura de su obra, la definici¨®n de ¡°neurosis¡±, como quien ¡°trata de evitar el no-ser, la nada, evitando ser¡±.
Entonces y ahora me impresion¨® esta interpretaci¨®n de Paul Tillich, no solo por su precisi¨®n cl¨ªnica, sino porque subrepticiamente ese comportamiento irresponsable concierne ¡ª?y de qu¨¦ manera!¡ª al individuo y la sociedad actuales. Tenemos demasiados ejemplos cerca para afrontar aqu¨ª su prolija sintomatolog¨ªa, pero la transferencia progresiva de nuestras facultades a las m¨¢quinas, o a la irresponsable evasi¨®n acerca de la naturaleza reversible de la vida, no solo nos puede hacer perder de vista que esta es un don, sino del papel que cada uno de nosotros debe desempe?ar en su breve transcurso, pase lo que pase. Porque pasa siempre, en el fondo, lo mismo, pero nunca de la misma manera.
Aunque no comparta con Paul Tillich la fe religiosa, s¨ª hay para m¨ª algo emocionante en uno de los ep¨ªgrafes finales de su ensayo, titulado El sino y el coraje de aceptar la aceptaci¨®n. Es, seg¨²n lo veo, la mejor definici¨®n de la virtud de la humildad (t¨¦rmino que procede del latino humus, que significa tierra, o sea, que el humilde es quien aceptar volver a la tierra), porque sin este despojamiento final del ser humano, no habr¨ªa coraje que valga.
Babelia
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