La carne y las sombras

Con un retorcido trazo que anticipa la est¨¦tica tortuosa del expresionismo, dos cuerpos se abrazan sobre lo que podr¨ªa ser s¨¢bana o sudario, en medio de un paisaje ¨¢rido que quiz¨¢s evoque una trinchera de la Primera Guerra Mundial. La figura masculina, vestida de negro, luce una mirada perdida en la que fluct¨²a el brillo obsesivo de la locura. La figura femenina, con los brazos esquel¨¦ticos propios de una futura v¨ªctima del Holocausto, se abraza al amante que parece estar sorbiendo hasta el ¨²ltimo aliento de su esencia vital. As¨ª es La muerte y la doncella, el ¨®leo con el que el austr¨ªaco Egon Schiele sell¨® el final de su historia de amor con Wally Neuzil, modelo de Gustav Klimt, mentor del artista. Si en el imaginario del pintor de El beso la sensualidad ba?aba de oro la mirada del receptor, en la obra de Schiele el sexo siempre revel¨® su inquietante proximidad con lo than¨¢tico.

La muerte y la doncella sirve en bandeja su subt¨ªtulo a este biopic del artista que no se ha planteado dialogar, a trav¨¦s del estilo, con las aristas de un legado que, a d¨ªa de hoy, ha seguido activando miradas censoras: las del nuevo puritanismo de la hipervisibilidad digital. La agon¨ªa de Schiele va pautando aqu¨ª un recorrido narrativo que centra cada uno de sus cap¨ªtulos en una figura femenina: desde la hermana Gertie, foco de una atracci¨®n incestuosa, hasta esa Edith Harms que cumpli¨® el ingrato papel de apa?o una vez el pintor no pudo seguir esquivando sus deberes militares, pasando por la ex¨®tica e independiente Moa Mandu y la central Wally Neuzil, el amor de su vida. Dieter Berner recurre a un estilo grandilocuente para contar una historia que pasa de puntillas sobre lo conflictivo ¨Cla pederastia- y evita hablar de arte.