Eso que nunca termina de acabar
Una exposici¨®n hace memoria en S?o Paulo sobre lo ocurrido en Brasil durante la dictadura militar y recuerda c¨®mo las libertades no deben jam¨¢s darse por hechas
En mayo de 1968 los estudiantes parisienses buscaban las playas bajo las aceras siguiendo el desaf¨ªo de la Internacional Situacionista y terminaban por darse de bruces con la polic¨ªa entrando en la Sorbona, profanado el pacto de inviolabilidad en las universidades. Par¨ªs ard¨ªa y, pese a que algunos argumentan que el mayo del 68 ¡ªa punto de cumplir cincuenta a?os¡ª fue un bluf, un postureo avant la lettre, est¨¢ claro que el mundo nunca volver¨ªa a ser como antes.
Pocos meses despu¨¦s, muy lejos, en Brasil, las cosas se pon¨ªan m¨¢s negras si cabe tras cuatro a?os de una dictadura militar que durar¨ªa de 1964 a 1985. En diciembre de 1968 culminaban las agresiones a los derechos civiles con la proclamaci¨®n del ¡°Ato Institucional N? 5¡± ¡ªconocido como ¡°AI-5¡±¡ª. Los brasile?os asist¨ªan perplejos al establecimiento de la quinta de una serie de leyes lanzadas para recortar los derechos ciudadanos que persegu¨ªa acallar las voces cr¨ªticas en el pa¨ªs, como la manifestaci¨®n de los artistas en huelga de 72 horas contra la censura. En la cabecera ¡ªlo refleja la foto del Jornal do Brasil el 13 de febrero de 1968¡ª aparec¨ªan unas mujeres decididas con sus minifaldas y a su derecha destacaba un hombre elegante, contraste visual con el joven en camiseta. Era el prestigioso cr¨ªtico Mario Pedrosa, uno de los te¨®ricos m¨¢s importantes de Am¨¦rica Latina y autor de la m¨¢s radical historia del arte en Brasil.
Pese a las medidas represivas, no resultaba f¨¢cil acallar las voces de unos vanguardistas acostumbrados a revisar y reescribir el mundo desde una mirada ir¨®nica. Y se organizaban frente al AI-5 en la c¨¢rcel o en el exilio. Y aprend¨ªan a subvertir desde el camuflaje, al estilo del Teatro Oficina, que en la d¨¦cada de 1960 fue escenario del Tropicalismo, movimiento basado en el concepto de antropofagia como mezcla ¡ªnacido en la d¨¦cada de 1920¡ª y del cual participar¨ªan m¨²sicos ¡ªCaetano Veloso y Gilberto Gil¡ª, cineastas o artistas como H¨¦lio Oiticica. Bajo su apariencia festiva se escond¨ªa una vehemente carga de profundidad resumida en el cartel de Oiticica: ¡°Sea marginal, sea h¨¦roe¡±. El artista ¡ªy otros con ¨¦l¡ª, muy pr¨®ximo a Mangueira, la favela de R¨ªo, proclamaba la marginalidad como forma de transgresi¨®n.
La muestra reflexiona sobre la represi¨®n y la resistencia, sobre c¨®mo la censura regresa cuando menos se espera
Para hacer memoria sobre lo ocurrido en Brasil durante la dictadura militar y recordar c¨®mo las libertades no deben jam¨¢s darse por hechas, Paulo Miyada ha comisariado en el Instituto Tomie Ohtake de S?o Paulo una exposici¨®n fascinante que habla de estas cosas y estos protagonistas. Todav¨ªa no ha terminado de acabar desvela el desarrollo de la producci¨®n art¨ªstica y sus relaciones con la censura desde los primeros a?os de la dictadura y de las diferentes estrategias de protesta civil por parte de los artistas, desde Claudia Andujar hasta Cildo Meireles, Artur Barrio o Anna Bella Geiger¡ Esta ¨²ltima subvierte el mundo que se ve obligada a habitar a trav¨¦s del mapa. No en vano uno de sus Mapas elementales recurre a la canci¨®n Meu caro amigo de Chico Buarque: es la pol¨ªtica como camuflaje a mitad de los setenta, cuando Buarque habla de lo negro que est¨¢ todo en el pa¨ªs; protesta y chispa de insurrecci¨®n.
La muestra reflexiona, as¨ª, sobre la represi¨®n y la resistencia, para no olvidar c¨®mo la censura puede regresar cuando menos se espera y lo hace desde unos documentos que el comisario no convierte en ¡°obras de arte¡± deseosas de un estatus de ¡°producto vendible¡±. Aqu¨ª, incluso las ¡°obras de arte¡± acaban de funcionar como testigos: veh¨ªculo para burlar la censura en aquellos pa¨ªses ¡ªpasados y futuros¡ª en los cuales, y como cantaba Chico Buarque, el poder distrae a las gentes con el f¨²tbol de los domingos.
'Todav¨ªa no ha terminado de acabar'. Instituto Tomie Ohtake. S?o Paulo. Hasta el 4 de noviembre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.