¡®Operaci¨®n Triunfo¡¯ en el Tribunal Supremo
Anda el pa¨ªs rebrincado con el culebr¨®n hipotecario, pero lo que de verdad enfada es la presunci¨®n de tongo de Operaci¨®n Triunfo
Anda el pa¨ªs rebrincado con el culebr¨®n hipotecario, pero lo que de verdad enfada es la presunci¨®n de tongo de Operaci¨®n Triunfo. Si la revoluci¨®n estalla y las multitudes se ponen a decapitar gente como quer¨ªa Valle-Incl¨¢n, que siempre abog¨® por instalar una guillotina el¨¦ctrica en la Puerta del Sol (e insist¨ªa mucho en lo de el¨¦ctrica, tal vez porque era manco y le fatigaba andar subiendo y bajando la cuchilla manualmente), los primeros en subir al pat¨ªbulo no ser¨¢n los magistrados del Supremo, ni los due?os de los bancos, ni los recaudadores del impuesto. La justicia popular caer¨¢ antes sobre los productores de OT.
Tiene su l¨®gica. El Supremo y el Gobierno, al fin y al cabo, est¨¢n ah¨ª para defraudarnos. Su funci¨®n es dar que hablar en las tertulias de la ma?ana y motivos para maldecir. Un desahogo matutino que no inspira revoluciones, las apacigua. Tras echarle la culpa de todo a la ineptitud de las instituciones del Estado, salimos de casa sabi¨¦ndonos ciudadanos ejemplares. Como un profesor que tuve que dec¨ªa que de su sal¨®n colgaban los retratos de Stalin y de Hitler porque verlos cada ma?ana le levantaba el ¨¢nimo: comparado con esos, dec¨ªa, soy un tipo estupendo.
Sin embargo, de OT, y del show business en general, esperamos decencia. Sabemos que todo es parip¨¦ y guion, pero no le perdonamos que deje a la vista la tramoya, del mismo modo que nos enfadamos cuando en una peli de romanos un gladiador lleva reloj de pulsera. El Supremo puede ser un desastre, pero OT, no. No me entiendan mal: ya sabemos que en la tele no hay nada espont¨¢neo, que todos son actores interpretando un papel, pero no soportamos que nos lo digan, porque equivale a encender las luces de una discoteca en lo mejor de una fiesta. Y eso s¨ª que merece una pena capital.
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