Una poes¨ªa despojada
Vitale busca ese despojamiento que parece conectarla con los padres puros: San Juan de la Cruz, Fray Luis de Le¨®n
Julio de 2017: en el invierno montevideano, decenas de especialistas en literatura hispanoamericana de ambas playas de Occidente se re¨²nen en el simposio de la Latin American Studies Asociation. Despu¨¦s de tres jornadas?muy extensas de debate sobre todo lo que cae bajo el lema ¡°Modernidades, (in)dependencias, (neo)colonialismo¡±, y tambi¨¦n de lo que se sale de ¨¦l, los acad¨¦micos asisten, en el auditorio de la Biblioteca Nacional del Uruguay, a la lectura de una poeta.
Parece una anciana venerable, una instituci¨®n a la que rendir tributo con la misma relajada solemnidad de la ingente cantidad de papers que acabamos de o¨ªr y que todav¨ªa zumban en nuestra pesadez mental. La poeta tiene aspecto fr¨¢gil, se sienta en la punta de una gran butaca roja en provisorio equilibrio y tiene entre las manos el volumen de su Poes¨ªa reunida sin nada marcado: ¡°Me gusta improvisar seg¨²n el estado de ¨¢nimo del p¨²blico¡±, dice; la gente no sabe si debe re¨ªr o conservar su resto de etiqueta universitaria.
Pero cuando la poeta empieza a leer el aire cambia: no era solo una anciana venerable; a trav¨¦s de su voz, segura y sin un desmayo, en una tesitura donde lo grave y lo ligero parecen bailar bajo la misma nota, llega a la multitud de acad¨¦micos la cosa misma. Aquello que llevan horas tratando de definir, de acotar, de circunscribir y anotar a pie de p¨¢gina ¡ªpara decirlo con palabras de la propia Vitale: despu¨¦s de ¡°tantas argucias del oboe?/ tantos giros en espiral hacia la c¨²pula¡±¡ª, estaba all¨ª: como hubiera dicho el gran Verlaine, poeta caro a Vitale, como lo fue a Dar¨ªo y Juan Ram¨®n Jim¨¦nez: todo el resto es literatura.
Despu¨¦s de cerca de una hora, Vitale cerr¨® su propio libro y mir¨® al p¨²blico como diciendo: ¡°Eso es todo por hoy¡±. Entonces vimos formarse una larga cola que no era de los congresistas lasos. Era de lectores de Vitale de todas las ¨¦pocas, de gente que le segu¨ªa el rastro desde los a?os cincuenta y de otros que la hab¨ªan descubierto m¨¢s recientemente y que quer¨ªan su firma en el libro. Montevideana residente en Texas desde hace muchos a?os, era a la vez una voz cercana y una presencia rara.
El libro que llevaban no era necesariamente la Poes¨ªa reunida: eran peque?os vol¨²menes con t¨ªtulos como Oidor andante o Jard¨ªn de s¨ªlice, que hab¨ªan acompa?ado durante a?os a esos lectores y que ahora, al fin, volv¨ªan a su autora para que los autenticara con una dedicatoria. Entre los poetas actuales en Hispanoam¨¦rica, solo Ra¨²l Zurita se le puede comparar: poetas que encarnan la poes¨ªa, que crean en sus lecturas un aire ritual, no por una impostura esot¨¦rica sino por la forma de hacer, presenta algo que parec¨ªa perdido para siempre: una palabra esencial, cargada, intacta.
Poetas transversales al gusto de los iniciados y al de los lectores que no necesitan de un aparato discursivo para explicar y explicarse lo que leen. Dos tipos de aficionados a la poes¨ªa que hacen vidas separadas al menos desde Baudelaire y que algunos, muy pocos, consiguen reconciliar.
Despu¨¦s de la guerra civil espa?ola la poes¨ªa peninsular y la hispanoamericana parecen tomar caminos divergentes: una abandona la vanguardia y vuelve a buscar la legitimidad en el cancionero; la otra quiere consolidar su reciente y definitiva sincronicidad con las l¨ªneas m¨¢s avanzadas de la literatura de Occidente. Olga Orozco, por ejemplo, escribe largos vers¨ªculos nerviosos, ba?ados en sue?os, donde Whitman parece hibridarse de Bret¨®n. Marosa di Giorgio inventa unas geniales fantas¨ªas llenas de t¨ªas y primas y animales salvajes, donde Horacio Quiroga se encuentra, a trav¨¦s del espejo, con la Alicia de Carroll. Vitale, en cambio, busca ese despojamiento que, a trav¨¦s de cierto Juan Ram¨®n, parece conectarla, no con el barroco, tan del gusto de otros poetas americanos contempor¨¢neos a ella, sino con los padres puros: San Juan de la Cruz, Fray Luis de Le¨®n.
No parece que su maestro Bergam¨ªn le haya ense?ado una elecci¨®n sino transmitido un entero linaje. Vitale aprendi¨® a modularlo con el mundo contempor¨¢neo , pero nunca lo abandon¨®. En 1960 (Cada uno su noche) escrib¨ªa: ¡°No era verdad?/ el fabuloso vuelo?/ pero fing¨ªamos creerlo?/ por casi hermoso¡±; donde la diferencia entre lo expl¨ªcito y lo inquietante est¨¢ en el ¡°casi¡±; cuarenta a?os m¨¢s tarde, en Procura de lo imposible: ¡°De la memoria s¨®lo sube?/ un vago polvo y un perfume.?/ ?Acaso sea la poes¨ªa?¡±. La mera posibilidad de interrogar acerca de la poes¨ªa indica ya su presencia. Como aquella noche ante la poeta de apariencia fr¨¢gil en la punta de la butaca: acaso era la poes¨ªa.
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