Curro Romero: ¡°Torear me produc¨ªa sensaciones muy extra?as¡±
El diestro sevillano repasa retazos de su carrera d¨ªas antes de cumplir 85 a?os
¡°Torear me produc¨ªa sensaciones muy extra?as, como si mi cuerpo no pesara y me llevaran en volandas. Me ocurri¨® cinco o seis veces en mi vida y yo me asustaba. ?Qu¨¦ ser¨¢ esto?, me preguntaba cuando volv¨ªa en s¨ª y ve¨ªa a la gente¡±.
As¨ª habl¨® ayer en Sevilla el diestro Curro Romero (Camas, Sevlla, 1933) en el transcurso de un ¡®mano a mano¡¯ con el periodista Carlos Herrera, que se calific¨® como ¡®sobresaliente¡¯, organizado por la Fundaci¨®n Cajasol.
El torero retirado, que el pr¨®ximo 1 de diciembre cumplir¨¢ 85 a?os, record¨® algunos retazos y an¨¦cdotas de su larga vida taurina de la mano del periodista Jos¨¦ Enrique Moreno, director de estos encuentros entre toreros y representantes de la cultura y el deporte, que han cumplido cincuenta ediciones en su diez a?os de vida.
- ?C¨®mo est¨¢, maestro?, fue la primera pregunta.
- Regular, respondi¨® sin pensarlo.
Romero dijo sentirse incapaz de elegir la faena de su vida ¡°entre tantos toros como he toreado¡±, pero s¨ª tuvo siempre claro cu¨¢l era su p¨²blico preferido: el del tenis. ¡°S¨ª, porque necesito el silencio¡±, explic¨®, y esa es la raz¨®n por la que no se prodig¨® en los Sanfermines de Pamplona. ¡°El griter¨ªo y el jolgorio me producen dolor de cabeza¡±, a?adi¨®.
Brome¨® con las ¡®fatigas¡¯ que sufri¨® en las muchas tardes oscuras de su larga carrera, cuando despachaba con prontitud a los toros y provocaba la ira de los tendidos.
¡°Si la tarde no se daba bien, todas las miradas eran para m¨ª, y mientras otro compa?ero toreaba, muchos me gritaban ¡®Curro, aprende¡¯, con intenci¨®n de molestarme, claro est¨¢. Pero lo que m¨¢s miedo me produc¨ªa era la salida del ruedo. Me tiraban de todo, almohadillas, por supuesto, y hasta escupideras, y la polic¨ªa trataba de cubrirme con los escudos. Y yo me peguntaba: qu¨¦ he hecho yo para merecer esto, si me ten¨ªan que estar agradecidos por quitarme pronto de la cara de un toro que no me val¨ªa¡±.
Curro reconoci¨® de nuevo su buena suerte porque nunca recibi¨® impacto alguno de los objetos que le tiraban los enfadados espectadores. Record¨® la ¡®temeridad¡¯ de un partidario suyo, un aficionado de nacionalidad sueca, que en una de esas tardes ¡®negras¡¯ baj¨® al ruedo con su beb¨¦ de pocos meses en los brazos y lo levant¨® delante del torero para protegerlo de la ira de los aficionados. ¡°Est¨¢s loco. Como vuelvas a hacer eso¡±, -le dije- ¡°te retiro la palabra para siempre¡±.
Pero aquellas horas bajas se prolongaron en el tiempo y Curro atraves¨® una dura etapa de baja autoestima personal. ¡°Estaba desesperado¡±, reconoci¨®, ¡°y acud¨ª a casa de un amigo a contarle mis penas, y este me dijo lo siguiente: ¡®No te preocupes, Curro, tus partidarios no te desean ning¨²n mal, solo te est¨¢n ri?endo por lo que dejan de ver¡¯, y esas palabras me reconfortaron en aquellos duros momentos¡±.
Dijo que fue torero por necesidad. Conoci¨® la dureza del trabaj¨® en el campo siendo a¨²n un ni?o en el cuidado de ovejas y cerdos antes de trabajar como recadero en una farmacia. ¡°De no haber sido torero me hubiera gustado ser pastor¡±, confes¨®.
Dijo estar convencido de que hoy no hubiera sido torero ¡°porque los toros de ahora son elefantes y no se mueven como en mi ¨¦poca, en la que muchas tardes embest¨ªan los seis de una corrida¡±.
En distintos momentos del coloquio rest¨® m¨¦ritos a su carrera. ¡°Yo no he hecho nada extraordinario¡±, afirm¨®. ¡°Solo he tenido suerte, he nacido as¨ª, y ser torero no me ha obligado a un esfuerzo especial; quiz¨¢, he contado con armon¨ªa y una cierta gracia, pero nada m¨¢s. Belmonte era raro, pero se transformaba en algo bello cuando toreaba, y es verdad que la belleza la desprenden pocos toreros¡±.
¡°El torero es el ¨²nico artista que realiza su labor delante de miles de personas¡±, explic¨®, ¡°y tiene que escuchar que alguien le diga: ¡®As¨ª, no¡¯. ?Se imaginan ustedes que eso le ocurra a un escritor o a un pintor mientras trata de encontrar la inspiraci¨®n?¡±.
¡°La suerte que he tenido en mi vida ha sido impresionante¡±, recalc¨®. ?O no es suerte -se pregunt¨®- que Sevilla, mi tierra, me acogiera para siempre?¡±
El encuentro estaba dedicado a los toros y la radio, y el moderador le pregunt¨®.
-?Hab¨ªa radio en su casa cuando usted era peque?o?
-Ni radio ni nada, contest¨®. Mucho trabajo, eso s¨ª, mucha alegr¨ªa y ninguna pena.
Record¨® entonces Romero que cuando vest¨ªa pantal¨®n corto era el cobrador de una pe?a taurina dedicada en Camas al diestro mexicano Carlos Arruza, y ello le permit¨ªa escuchar las corridas que radiaba Mat¨ªas Prats. ¡°Yo escuch¨¦ los toros antes de verlos en una plaza¡±, hasta que, poco despu¨¦s, un picador, al que ayudaba a vestirse, le cedi¨® la primera entrada sin asiento para ver un festejo en la Maestranza.
Record¨®, Curro Romero su afici¨®n al flamenco y su estrecha relaci¨®n con Camar¨®n. Tambi¨¦n fue amigo de Manolo Caracol, que, en una ocasi¨®n, anim¨® al torero a cantar un fandango, lo que le permiti¨® escuchar el veredicto del cantaor: ¡°Curro, t¨² a torear¡±.
El flamenco puso punto final a la velada. Fuera de programa y para sorpresa de los protagonistas, la cantaora Marina Heredia y el pianista flamenco Dorantes desgranaron unas pinceladas musicales que emocionaron al maestro.
-?Cu¨¢l ha sido el mejor premio que ha recibido?, le preguntaron.
-La espera de mis partidarios. Qu¨¦ bonito es que te esperen¡
-?Y el recuerdo m¨¢s querido?
-El toro. He regalado todos los enseres de torear, porque los trajes, los capotes y las muletas son objetos secundarios. Lo ¨²nico importante es lo que has hecho delante del toro.?
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