El c¨®mplice perfecto
Como cr¨ªtico de arte contempor¨¢neo, fue uno de los principales hacedores del canon art¨ªstico surgido de la Transici¨®n
La juventud es osada porque camufla la ignorancia en precipitaci¨®n. Durante algunos a?os de la m¨ªa no supe apreciar en toda su grandeza a Francisco Calvo Serraller. Esta desafecci¨®n se fundaba en el prejuicio y en cierto injusto resentimiento. Como cr¨ªtico de arte contempor¨¢neo, a trav¨¦s de sus rese?as, de sus textos para cat¨¢logos y del comisariado de pocas pero selectas exposiciones, Calvo Serraller fue uno de los principales hacedores del canon art¨ªstico surgido de la Transici¨®n. Un nuevo canon que, como suele suceder, se fund¨® en el encumbramiento de figuras emergentes, en la consolidaci¨®n de los indiscutibles procedentes del anterior, en la expulsi¨®n de otros y en el olvido de quienes, mereciendo m¨¢s atenci¨®n, a lo mejor no supieron posicionarse con la suficiente visibilidad en una escena art¨ªstica que evolucion¨® muy r¨¢pido desde el heroico amateurismo condicionado por la dictadura hacia una profesionalizaci¨®n equiparable a la de pa¨ªses m¨¢s avanzados.
Hoy me doy cuenta de que el trabajo fue ¨ªmprobo y que en el fragor no hubo tiempo para todos. En ese entonces no era tan consciente de ello porque soy hijo de pintor y mi mirada no era pura. Sin embargo, tan pronto como a mediados de los ochenta, era ya evidente que Calvo Serraller no se conformaba con los l¨ªmites de ese canon que hab¨ªa contribuido a forjar. A diferencia de otros, sigui¨® revis¨¢ndolo y enriqueci¨¦ndolo. Recuper¨® artistas a los que los nuevos vientos hab¨ªan arrastrado fuera del tablero y, con el rigor de historiador que lo caracterizaba, contribuy¨® a trabar un discurso sobre el devenir del arte espa?ol del siglo XX mucho m¨¢s equilibrado en todas sus facetas.
Calvo Serraller pertenec¨ªa a una generaci¨®n s¨®lidamente formada y ten¨ªa una vocaci¨®n real por lo que hac¨ªa que lo llevaba a ser siempre consecuente, a rehuir el oportunismo, a no dejarse seducir por lo superfluo, a ser justo. Ya entrados los noventa, tuve oportunidad de conocerlo y enseguida me di cuenta de que, detr¨¢s de un car¨¢cter adusto de t¨ªmido, lat¨ªa, adem¨¢s, un coraz¨®n tremendamente generoso. Por su profunda formaci¨®n human¨ªstica, que rebasaba el campo de su especialidad y abarcaba todas las ramas de la creaci¨®n, conoc¨ªa las debilidades de la condici¨®n humana, la levedad de la existencia, los vanos prop¨®sitos que alimentan tantas empresas, las tinieblas de las que nace el verdadero arte¡ Comprend¨ªa a los artistas y valoraba su lucha. Desgraciadamente la vida no siempre fue generosa con ¨¦l. Ten¨ªa razones de sobra para haberse aislado del mundo y, a pesar de eso, nunca dej¨® de ayudar a cualquiera que se le presentara con una buena idea. Me lo corroboraba el otro d¨ªa Carmen Gim¨¦nez, con quien colabor¨® en grandes exposiciones dentro y fuera de Espa?a: ¡°Era el c¨®mplice perfecto, te iluminaba el camino sin pedir nunca nada¡±.
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