Novelar la infelicidad
Peter Cameron est¨¢ de vuelta con 'Un fin de semana', un feroz drama de enredo con la inestable identidad de un grupo de amigos en el punto de mira
Existe una raz¨®n por la que Peter Cameron escribe como si tomase cada d¨ªa el t¨¦ a las cinco, pese a ser de Nueva Jersey. De peque?o pas¨® dos a?os en Londres, en la clase de endiviable colegio que no dejaba de organizar representaciones de obras escritas por los alumnos, y se deprimi¨® terriblemente al volver a casa. Deb¨ªa tener unos 12 a?os cuando regres¨®. Crey¨® haber vivido una especie de sue?o irrecuperable ¨C ¡°fueron los a?os m¨¢s felices de mi vida¡±, recuerda ¨C hasta que, ya en la universidad, en una clase de literatura inglesa, se top¨® con una novela de Penelope Mortimer. ¡°Fue como recuperar el para¨ªso perdido¡±, dice. De Mortimer pas¨® a Elizabeth Taylor, a Barbara Pym, a Stella Gibbons, y al resto de brillantes y divertid¨ªsimas, ¨¢cidas y profundamente british, autorase en boga de mitad del siglo pasado. Y m¨¢s o menos entonces decidi¨® que ser¨ªa escritor, y que tratar¨ªa, a su humilde manera y a¨²n desde una casa con jard¨ªn en Nueva Jersey, seguir sus pasos.
Desde que debut¨® en 1986 con una colecci¨®n de relatos ¨C De un modo u otro ¨C no ha dejado de profundizar en personajes que conviven con la infelicidad y, a la manera en que todas aquellas enormes autoras exploraron lo complicado y confuso y divertido y raro que es ser mujer, Cameron se ha convertido en un experto en masculinidades no exploradas. ¡°Lo que ocurr¨ªa con los autores de esa ¨¦poca es que se centraban en la acci¨®n. A la hora de describir personajes masculinos, los describ¨ªan por lo que hac¨ªan, y teniendo a¨²n muy presente la idea del macho. Todos segu¨ªan un poco los pasos de Hemingway¡±, asegura. Est¨¢ sentado a una mesa en un hotel barcelon¨¦s, bebiendo caf¨¦. Si fuera uno de los personajes de su ¨²ltimo libro, el sint¨¦tico y feroz Un fin de semana (Libros del Asteroide), ser¨ªa John, el marido t¨ªmido y amable de la tempestuosa Marian, un tipo acostumbrado a pasar desapercibido. ¡°?Exacto! Ser¨ªa John, s¨ª se?or. No me gusta nada llamar la atenci¨®n, prefiero el papel de observador¡±, confiesa.
En tanto que observador, disfruta ¡°much¨ªsimo¡± creando personajes y, puesto que sus novelas son piezas de c¨¢mara en las que la trama pasa por las relaciones que se establecen entre ellos, necesita conocerlos bien. Por eso, dice, cada vez tarda m¨¢s en escribir sus novelas. ¡°Siento que necesito convivir un buen tiempo con ellos para conocerlos mejor y para que, como las personas a medida que las conoces, se vuelvan m¨¢s complejos; s¨®lo as¨ª me parece que la novela vale la pena¡±, argumenta. Pensemos en Un fin de semana, libro que, aunque acaba de publicarse, no tiene nada de nuevo: se edit¨® originalmente en 1994. Lyle, el cr¨ªtico de arte que piensa pasar un fin de semana en casa de Marian y John ¨C es el padrino del peque?o Roland, su hijo de un a?o ¨C, una id¨ªlica villa junto a un r¨ªo en alg¨²n lugar lejos del mundanal ruido neoyorquino, acaba de conocer a Robert, un jovenc¨ªsimo pintor. Hace un a?o de la muerte de Tony, el hombre con el que Lyle pas¨® diez a?os, y Lyle a¨²n no ha vuelto a ser el mismo. Tampoco lo son Marian y John. Tony era hermano de John.
¡°Cuando perdemos a alguien, cambiamos. Hemos sido una persona mientras ese alguien estaba vivo y ahora somos otra. Lyle se est¨¢ preguntado qui¨¦n es sin Tony. Y lo mismo les ocurre a Marian y a John. El epicentro de la novela no es tanto el duelo como lo que queda de nosotros despu¨¦s de ¨¦l¡±, asegura Cameron. Andan todos sumidos en una infelicidad con tendencia a pasar inadvertida ¨C se dir¨ªa que todos sus personajes juguetean con la idea de ser infelices para siempre sin que eso les suponga el fin del mundo ¨C, y discuten sobre todo tipo de cosas, pero son cosas que les resultan de lo m¨¢s intelectualmente lejanas. ¡°Ha sido algo pretendido. En esta novela me apetec¨ªa que los personajes discutiesen mucho, y que lo hiciesen sobre cosas serias. ?Que si opino que la novela est¨¢ muerta? ?No! No tengo por qu¨¦ estar de acuerdo con lo que dicen mis personajes, aunque admito que cuando Marian asegura que toda novela trata o del fracaso del matrimonio o es una sublimaci¨®n de la homosexualidad, la entiendo porque est¨¢ pensando en Ana Karenina y en las obras de Tennessee Williams¡±, dice.
¡°Cuando perdemos a alguien, cambiamos. Hemos sido una persona mientras ese alguien estaba vivo y ahora somos otra. Lyle se est¨¢ preguntado qui¨¦n es sin Tony Peter Cameron
Cameron es la clase de escritor que querr¨ªa poder mudarse a cualquiera de sus libros. En parte, admite, escribi¨® Un fin de semana para evitar tener que pensar en el verano caluroso que estaba viviendo en Nueva York. ¡°De repente me apeteci¨® estar en una casa en el campo y me puse a escribir¡±, dice. No habla de si las reflexiones que hace en sus libros son tambi¨¦n intentos de explicarse algo que ha vivido o est¨¢ viviendo. No habla de lo que pasa entre Lyle y Robert, o, al menos, no lo hace refiri¨¦ndose a algo que ha podido experimentar. ¡°Me apetec¨ªa contar una historia de amor desigual. Lo que ocurre cuando tu amante es tan joven que ni siquiera sabe si lo que siente es amor, y lo que sientes t¨², siendo mucho mayor, por ¨¦l, que se resume en el miedo a perderlo¡±, dice. La novela habla, en realidad, de la amistad entre dos parejas del todo, tambi¨¦n, desiguales. En cualquier caso, ?sigue leyendo a venerables y divertidas damas de mediados del siglo XX? ¡°?Claro! Sigo buscando en librer¨ªas de segunda mano a autoras que a¨²n no conozco, ?me encanta ir descubri¨¦ndolas! Muchas tuvieron ¨¦xito en su momento, pero luego se olvidaron y dar con cualquiera de sus libros hoy es lo m¨¢s parecido a dar con un tesoro¡±, contesta.
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