El dolor que nos iguala
Jeff Tweedy, l¨ªder de Wilco, rompe su silencio por partida doble: un libro de memorias y un nuevo disco en solitario
Fue una l¨¢stima que Jeff Tweedy (Belleville, Illinois, 1967) dejase de dar entrevistas regularmente: conversar con el l¨ªder de Wilco era nutrirse de ideas sobre m¨²sica, pol¨ªtica, la vida misma, que rehu¨ªan lugares comunes. El relativo silencio pudo deberse a las objeciones al ¨¢lbum Sky Blue Sky (2007), pero especialmente a su idiosincrasia retra¨ªda, solitaria, autoinculpatoria. La reticencia del portavoz de la banda que cruz¨® la m¨²sica de ra¨ªces folk y rock con experimentaci¨®n y electr¨®nica era reflejo de una actitud empresarial que evitaba jugar seg¨²n las reglas de la industria y los medios.
En sus recientes memorias, Let¡¯s Go (So We Can Get Back), y su segundo disco en solitario, Warm, Tweedy se confiesa. Imp¨²dico y franco, detalla la lucha para evitar su destino gen¨¦tico: el alcoholismo con que su padre anestesiaba una bipolaridad no diagnosticada y las debilitantes migra?as de su madre, que hered¨®. A los 23 a?os deja de beber tras excesos que llevar¨ªan a la disoluci¨®n de su primera banda, Uncle Tupelo. Tardar¨¢ hasta el ¨¢lbum A Ghost Is Born (2004) en superar su otra adicci¨®n, los calmantes opi¨¢ceos que usa contra sus jaquecas y ataques de p¨¢nico.
?Hasta qu¨¦ punto afect¨® dicha patolog¨ªa al devenir de Wilco? La respuesta se encuentra en dos personajes esenciales. Jay Farrar, fundador de Uncle Tupelo, es visto como el compa?ero distante y seco que abandona un futuro prometedor humillado por las borracheras de su presunto amigo. Jay Bennett, fundamental en la inyecci¨®n creativa que Wilco vive a partir de su segundo ¨¢lbum, Being There (1994), ser¨¢ despedido por tratar de imponerse y abusar de la automedicaci¨®n. Fallecer¨¢ en 2009, causando un impacto culposo en Tweedy. Ambos Jays son puestos en su sitio, con afecto pero severidad. El autor carga tambi¨¦n contra quienes prefieren su etapa t¨®xica: de haber palmado, ya no habr¨ªa Wilco.
La supervisi¨®n de su esposa, Susie, gestora durante a?os del hist¨®rico club Lounge Ax, v¨ªctima recurrente del c¨¢ncer, no refrena la buscada sinceridad de estas p¨¢ginas. Madre de sus dos hijos, fue el apoyo que el mis¨¢ntropo Tweedy necesit¨® para salir adelante. El equilibrio lo aporta la explicaci¨®n de c¨®mo compuso temas y grab¨® discos, con parada obligatoria en el asunto Yankee Hotel Foxtrot (2002), ¨¢lbum cuyo rechazo por parte de la discogr¨¢fica les liberar¨¢, convirti¨¦ndoles en ejemplo de autogesti¨®n. Una vez m¨¢s, Tweedy evita vanagloriarse: no hubo valent¨ªa en aquel enfrentamiento, solo defensa de su arte. Lamenta asimismo que sus canciones se vean sujetas a la malinterpretaci¨®n. ¡°La gente lo arruina todo¡¯¡¯, escribe.
Warm, donde le respaldan a la bater¨ªa su hijo Spencer y Glenn Kotche, pone fondo musical a lo le¨ªdo y anuncia una nueva etapa. Sin la vistosa musicalidad de Wilco, sumido en una fibrosa desnudez, Tweedy pincha nervio en canciones (¡®Let¡¯s Go Rain¡¯, ¡®Having Been Is No Way To Be¡¯) de alentada espontaneidad que, esperanzadas, transmiten la casual esencia de un humilde poeta que por fin se encara al oyente sin abstracciones, cantando: ¡°He perdido el rumbo / Pero cuesta decir / Si lo que me ha pasado / Te podr¨¢ importar¡¯¡¯. Como su fuente literaria, Warm recalca una cierta noci¨®n de bondad regeneradora y abunda en la idea de que en el simple acto creativo est¨¢ nuestra ¨²nica raz¨®n de existir. Llegar a ser feliz, seg¨²n parece, cuesta un poco m¨¢s.
Warm. Jeff Tweedy. dBpm Records.
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