El fracaso de Woody Allen
Gracias a pel¨ªculas como 'Hannah y sus hermanas' descubr¨ª que las penurias se pod¨ªan convertir en obras de arte

Woody Allen ha desaparecido. Condenado al ostracismo tras las acusaciones de abuso por parte de su hija adoptiva Dylan Farrow, repudiado por muchos de los actores que han trabajado con ¨¦l y gran parte de la opini¨®n p¨²blica, el director ha ca¨ªdo completamente en desgracia; parece que su ¨²ltima pel¨ªcula ni siquiera llegar¨¢ a estrenarse y que es muy poco probable que encuentre el modo de hacer ninguna otra. Habr¨¢ quienes piensen que nuestro mundo as¨ª es un poco m¨¢s justo. Yo, quiz¨¢ llevada por mis debilidades, no puedo dejar de sentir que he perdido algo. Y querr¨ªa expresar eso que he perdido en t¨¦rminos de gratitud.
Cuando era adolescente fantaseaba a menudo con la idea de escribir una carta a Woody Allen. Pero mi escaso conocimiento del ingl¨¦s me disuadi¨® una y otra vez de hacerlo. Quer¨ªa decirle algo tan sencillo, o tan absurdo viniendo de una chica de diecis¨¦is a?os, como que era mi alter ego, y que estaba segura de que no habr¨ªa nunca nadie en el mundo que me entendiera mejor que ¨¦l. En mi vida de adolescente incomprendida, una realidad de la que ¨Cestaba convencida¨C solo podr¨ªa salvarme una conversaci¨®n con Woody Allen, sus pel¨ªculas se convirtieron en un talism¨¢n y una obsesi¨®n. Cuando las descubr¨ª empec¨¦ a afirmar, ante la hilaridad de todos los miembros de mi familia, que Woody Allen era el hombre m¨¢s atractivo que hab¨ªa visto nunca, de una belleza inigualable. Despu¨¦s aquel amour fou tom¨® la forma de una profunda identificaci¨®n. Me fascinaba el personaje neur¨®tico atormentado con un maravilloso sentido del humor. Porque pod¨ªa re¨ªrse de lo que a m¨ª tambi¨¦n me pasaba, porque me ofrec¨ªa un espejo para re¨ªrme de m¨ª misma.
No es f¨¢cil ser una adolescente envuelta a menudo en una profunda angustia vital. Yo tend¨ªa a vivir mis obsesiones como un signo patol¨®gico que deb¨ªa arrancar y desterrar de mi existencia; como un fracaso, a fin de cuentas, de m¨ª misma. Gracias a mi encuentro con Woody Allen les pude conferir una nueva forma de dignidad. Quiz¨¢ mis frecuentes visitas a Urgencias aquejada de enfermedades imaginarias, acompa?adas a menudo de acusaciones de exageraci¨®n o fingimiento, o los escalofr¨ªos de angustia que a veces me recorr¨ªan el cuerpo, no fueran solo expresi¨®n de un desecho humano, de una inclinaci¨®n enfermiza de la que me deb¨ªa despojar a cualquier precio. Resulta que hab¨ªa alguien que hab¨ªa sido capaz de convertir esas mismas penurias en una obra de arte. Aquello me confer¨ªa una esperanza y una forma de conexi¨®n conmigo misma cuyo valor solo he podido apreciar en toda su magnitud con el paso del tiempo.
?C¨®mo un hombre mucho mayor que yo, que viv¨ªa al otro lado del Atl¨¢ntico y al que seguramente nunca conocer¨ªa, pod¨ªa retratar as¨ª mis pensamientos m¨¢s inconfesables?
Me sorprend¨ªan sobre todo los detalles: como cuando, en Annie Hall, el ni?o protagonista se sume en una profunda pesadumbre que le paraliza al saber que las galaxias se est¨¢n separando muy r¨¢pido en el Universo. Era prodigioso que aparecieran en aquellas pel¨ªculas detalles ¨ªntimos de mi vida, ?aparentemente irrelevantes!, ?pero no son esas peque?eces las que mejor nos definen?, ?y c¨®mo un hombre mucho mayor que yo, que viv¨ªa al otro lado del Atl¨¢ntico y al que seguramente nunca conocer¨ªa, pod¨ªa retratar as¨ª mis pensamientos m¨¢s inconfesables?
Un d¨ªa de octubre, al poco tiempo de llegar a estudiar a Par¨ªs, con veinte a?os; un d¨ªa en que me encontraba inmersa en una crisis hipocondr¨ªaca que me hac¨ªa creer realmente que aquellas eran mis ¨²ltimas horas de vida, sal¨ª a caminar al borde de la desesperaci¨®n, y encontr¨¦ por casualidad un cine en el que pon¨ªan una pel¨ªcula de Woody Allen que yo no hab¨ªa visto: Hannah y sus hermanas. Entr¨¦ y me encontr¨¦ cuerpo a cuerpo con un personaje que teme sufrir un tumor cerebral, se sume en el p¨¢nico, y finalmente sale pegando saltos de alegr¨ªa del hospital cuando le dicen que no tiene nada grave. Pero tambi¨¦n con otro personaje que le regala a la mujer a la que quiere seducir un libro pidi¨¦ndole que lea un poema en concreto, un poema de amor de E. E. Cummings que acaba diciendo: ¡°nadie, ni siquiera la lluvia / tiene manos tan peque?as¡±. Aquellos versos se quedaron en m¨ª y, muchos a?os m¨¢s tarde, cuando nacieron mis hijos, mientras escrib¨ªa mis propios poemas, me acompa?aron como una verdad profunda y misteriosa. Esa tarde aciaga en Par¨ªs me pas¨¦ toda la pel¨ªcula entre la risa y el llanto y, al terminar, sent¨ª que Woody Allen me hab¨ªa salvado la vida. S¨ª, s¨¦ que parece una afirmaci¨®n muy excesiva, pero es lo que tienen a veces las cosas del coraz¨®n, que resultan incomprensibles. Aquella mezcla de identificaci¨®n humor¨ªstica y poes¨ªa cal¨® en m¨ª tan hondo que no puedo evitar, cada vez que veo alguna escena de Hannah y sus hermanas, recordar con nostalgia que una vez me salv¨®, que hizo mi existencia un poco m¨¢s soportable y m¨¢s hermosa, pues si algo tienen los momentos de angustia es que son pura intensidad que desborda: todo lo que sucede hace mella en el interior, como si uno no tuviera piel, ya sea en forma de sufrimiento o conmoci¨®n.
Siguieron muchas otras pel¨ªculas pobladas de fantas¨ªas, como Otra mujer, en la que una escritora oye a trav¨¦s de un orificio de su despacho a la paciente de un psicoanalista. El deseo de escuchar, la transgresi¨®n, las palabras del otro que invaden con sus deseos la propia mente: todo ello girando en torno a la maternidad frustrada, la creaci¨®n literaria y el paso del tiempo. Una y otra vez Woody Allen era capaz de penetrar en mi intimidad de una forma secreta y asombrosa.
En una ocasi¨®n, siendo a¨²n bastante joven, vi una entrevista suya en la que afirmaba con iron¨ªa que ¨¦l era un fracaso del psicoan¨¢lisis. Y pens¨¦ entonces que ten¨ªa que ir a un psicoanalista, porque era precisamente ese tipo de fracaso lo que yo necesitaba. No curarme, ni entenderme mejor, ni estar m¨¢s tranquila, sino fracasar de aquella manera indescriptible en que fracasaba una y otra vez Woody Allen, volviendo siempre a los mismos lugares y siendo capaz de iluminarlos cada vez de un modo distinto.
En un mundo en que se valora el ¨¦xito por encima de todo, entend¨ª el poder seductor del fracaso, la necesidad de vivir en la p¨¦rdida. Encontr¨¦ un sentido de la dignidad en mis experiencias m¨¢s est¨¦riles, m¨¢s duras. Aprend¨ª que es posible aunar el humor con la melancol¨ªa: que, de hecho, el humor es a menudo una forma de melancol¨ªa. Todo esto, a lo que seguramente se puede llegar de mil maneras, yo se lo tengo que agradecer a Woody Allen. Por ello, desde mi presente de mujer feminista, profesional, madre de dos ni?os peque?os, hago una petici¨®n, casi una s¨²plica, creo que tan humilde como necesaria: por favor, quiero ver la ¨²ltima pel¨ªcula de Woody Allen. Espero que ustedes lo entiendan.
Elisa Mart¨ªn Ortega es profesora de Literatura en la Universidad Aut¨®noma de Madrid y escritora.
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