Medio siglo de cine X: contra la censura estadounidense
Pedro Almod¨®var, John Waters, Ralph Bakshi y Barbet Schroeder recuerdan sus problemas con la temida clasificaci¨®n
A veces su memoria flaquea, porque es selectiva. ¡°Pero de ese cap¨ªtulo me acuerdo a la perfecci¨®n¡±, afirma Pedro Almod¨®var, abandonando por unos minutos la sala de montaje en la que termina su nueva pel¨ªcula, Dolor y Gloria. A mediados de 1990, el director decidi¨® llevar ante la justicia estadounidense a la MPAA, organismo fundado por las majors, los grandes estudios de Hollywood para calificar las pel¨ªculas de estreno, por haber conferido a ??tame! la letra m¨¢s temida del alfabeto: la X. Fue el inicio de una ofensiva que termin¨® por derrocar una clasificaci¨®n que se aplicaba desde noviembre de 1968 y de cuya creaci¨®n se cumple ahora medio siglo. Tambi¨¦n fue la primera vez en 20 a?os que un cineasta atacaba aquel f¨¦rreo sistema. ¡°Mi futuro, a aquellas alturas, no depend¨ªa de Hollywood. Por eso no me dio miedo. No me priv¨¦ de llamar a las cosas por su nombre: era censura¡±, recuerda Almod¨®var.
La denuncia se hizo junto a la distribuidora de la pel¨ªcula, Miramax, y su entonces presidente, Harvey Weinstein. Este decidi¨® contratar al abogado William Kunstler, conocido defensor de los derechos civiles que hab¨ªa representado a los Diez de Chicago y a miembros de los Panteras Negras, que se esforz¨® en demostrar que esa calificaci¨®n era ¡°arbitraria y caprichosa¡±, por el hecho de equiparar a la pel¨ªcula con la pornograf¨ªa. ¡°Convert¨ª aquella lucha en algo que nos representaba a todos los autores, aunque ese sea un lenguaje que en Estados Unidos no se entiende. All¨ª, el autor de una pel¨ªcula no es el director ni el guionista, sino quien pone el dinero¡±, afirma Almod¨®var. Recuerda que Miramax ten¨ªa intereses opuestos a los suyos. ¡°Estaban encantados con la pol¨¦mica y la convirtieron en elemento de marketing. Era muy desagradable notar que mi compa?ero de viaje se comportaba de modo absolutamente sensacionalista¡±, a?ade.
La X era una sanci¨®n moral, pero tambi¨¦n econ¨®mica: recibirla implicaba que muchos cines no proyectaran la pel¨ªcula y que no fuera anunciada ni criticada en la mayor¨ªa de medios, adem¨¢s de impedir su difusi¨®n en las grandes cadenas de videoclubes, como Blockbuster. La diferencia entre una X y una R, la segunda categor¨ªa m¨¢s severa, pod¨ªa ser de millones de d¨®lares. Las secuencias que hicieron que ?tame mereciera esa letra escarlata fueron dos: la m¨ªtica secuencia del submarinista de juguete en la ba?era, que intenta penetrar en la entrepierna de Victoria Abril, y una sudorosa escena de sexo junto a su secuestrador, Antonio Banderas. Almod¨®var se neg¨® a cortarlas. ¡°Lo curioso fue que, con las secuencias de violencia, que para m¨ª eran mucho m¨¢s delicadas, no tuvieron ning¨²n problema. Si la pel¨ªcula se estrenase hoy, supongo que s¨ª que lo tendr¨ªan¡±, sopesa el director.
Almod¨®var perdi¨® el juicio, pero gan¨® la batalla. El d¨ªa siguiente al veredicto, una petici¨®n firmada por los grandes cineastas de la ¨¦poca, como Francis Ford Coppola, Terry Gilliam, Ridley Scott, Jim Jarmusch o Spike Lee, denunci¨® un clima propicio ¡°a una nueva era de macartismo¡± y exigi¨® a la MPAA la creaci¨®n de ¡°una nueva letra¡± para denominar a los filmes de autor con contenido sexual, pero no pornogr¨¢fico. Antes de que terminara el a?o, los estudios enterraron la X y la sustituyeron por la llamada NC-17, que no tard¨® en convertirse en un veneno similar para la taquilla, tras los fracasos de pel¨ªculas como Henry y June o Showgirls. En 1990, Almod¨®var no dudaba en tildar a ese sistema de ¡°fascista¡±. Hoy modera sus palabras, pero no cambia de mensaje. ¡°La censura y, peor a¨²n, la autocensura, son propias de los totalitarismos y no indican m¨¢s que debilidad. Es triste que los propios autores se autocensuren, pero esa es la realidad¡±, concluye.
La X entr¨® en vigor durante las revoluciones de los 60, en un momento de grandes cambios para el cine. El c¨®digo Hays, lista de normas morales que prohib¨ªa el desnudo, los comportamientos lascivos y la violencia excesiva, hab¨ªa entrado en desuso. La cultura juvenil empezaba a ser dominante: los menores de 24 a?os supon¨ªan el 48% de los ingresos en taquilla y aspiraban a ver otro tipo de pel¨ªculas que las que sol¨ªan gustar a sus padres. A la vez, en los sectores conservadores exist¨ªa el temor de que ¡°la aceptaci¨®n de la obscenidad y la pornograf¨ªa en el entretenimiento¡± contribuyeran a ¡°una desintegraci¨®n de la sociedad¡±, como ya hab¨ªa sucedido ¡°en la antigua Roma o en la Inglaterra de la Restauraci¨®n¡±, como sosten¨ªa la revista profesional Motion Picture Herald en un editorial de 1969. Tambi¨¦n la Liga de la Decencia, poderoso grupo de presi¨®n cat¨®lico, exig¨ªa proteger a los menores respecto a ciertos contenidos. Para evitar una censura gubernamental, los siete grandes estudios se pusieron de acuerdo para aplicar una de tipo ¡°voluntario¡±, fundamentada en una nueva graduaci¨®n que iba de G (apta para todos los p¨²blicos) a X (prohibida a los menores).
Al comienzo, esa X fue casi un s¨ªmbolo de prestigio. Por ejemplo, Cowboy de medianoche gan¨® el Oscar a la mejor pel¨ªcula en 1969 pese a lucir esa letra en su cartel. ¡°La X equival¨ªa a contenido adulto, antes de que el auge de la industria pornogr¨¢fica alterase su significado¡±, explica el historiador del cine C. Mason Wells, programador de un ciclo en el Quad Cinema de Nueva York, que hasta el 11 de enero proyectar¨¢ una selecci¨®n de las pel¨ªculas que se enfrentaron al estigma de la X, como La naranja mec¨¢nica, El imperio de los sentidos, El ¨²ltimo tango en Par¨ªs, Klute o Henry: retrato de un asesino.
Los valores del espectador
¡°Cuando empec¨¦ a hacer pel¨ªculas, recibir una X ayudaba¡±, explica John Waters desde su oficina en Baltimore. El controvertido director obtuvo la clasificaci¨®n con tres de sus filmes: Pink Flamingos, Cosa de hembras y Desperate Living. ¡°A finales de los 60, la X era excitante, atrevida, salvaje, una se?al de libertad. Si los censores te dec¨ªan que no vieras una pel¨ªcula, corr¨ªas a comprarte una entrada. No me import¨® hasta bastante m¨¢s tarde, cuando empec¨¦ a rodar pel¨ªculas que se supon¨ªa que no pod¨ªan ser X¡±, dice en referencia a sus proyectos de los noventa que protagonizaron estrellas como Johnny Depp, Kathleen Turner o Melanie Griffith. Waters denuncia un sistema viciado: el comit¨¦ que otorga las calificaciones est¨¢ formado, seg¨²n los estatutos de la MPAA, por ¡°padres y madres con hijos de entre 5 y 17 a?os¡±. Son ellos quienes determinan la carrera comercial de una pel¨ªcula. ¡°Cada espectador tiene valores distintos. Por ejemplo, lo que a m¨ª me parece obsceno son las comedias rom¨¢nticas para todos los p¨²blicos. Y no por eso les pongo una X, sino que me limito a no ir a verlas¡±, a?ade Waters.
La primera pel¨ªcula de animaci¨®n calificada con la X fue El gato Fritz en 1972. ¡°Recibirla era sin¨®nimo de ser considerado un porn¨®grafo. Al principio me puse furioso, pero luego entend¨ª que pod¨ªa ser bueno¡±, afirma su director, Ralph Bakshi, retirado a las monta?as de Nuevo M¨¦xico. ¡°Yo quer¨ªa demostrar que El gato Fritz no era como el resto de dibujos animados y recibir la X permiti¨® que fuera vista como algo aparte. Fue casi una bendici¨®n¡±. Bakshi cree que la recibi¨® porque su s¨¢tira de la vida estadounidense, inspirada en los c¨®mics de Robert Crumb, que hablaba de amor libre y relaciones interraciales, no respond¨ªa a la definici¨®n de lo que deb¨ªa ser la animaci¨®n. ¡°Entonces solo exist¨ªa Disney, que era Dios, y yo era lo opuesto a ¨¦l¡±, dice el director, que abrir¨ªa camino para los dibujos animados para adultos. Para Bakshi, la MPAA es un residuo de la cultura puritana estadounidense y de su legendaria hipocres¨ªa. ¡°Ya en los setenta este sistema era una estupidez, porque nadie te ped¨ªa el carn¨¦ para entrar en el cine, salvo si llegabas en pa?ales a la taquilla. Hoy estas clasificaciones resultan todav¨ªa m¨¢s rid¨ªculas: cualquier joven puede acceder a los contenidos que quiera en Internet¡±, afirma Bakshi.
El director Barbet Schroeder, que debut¨® en el cine franc¨¦s tras el giro radical de la Nouvelle Vague y despu¨¦s hizo carrera en Hollywood, recibi¨® la X con Maitresse, que tambi¨¦n fue prohibida en el Reino Unido (igual que su debut, More, aquella oda psicotr¨®pica a Ibiza, lo hab¨ªa sido en Francia). ¡°Estoy orgulloso de que me dieran la X, es todo un honor¡±, sonr¨ªe el director. Estrenada en 1975, la pel¨ªcula hurgaba en el submundo del sadomasoquismo e inclu¨ªa una secuencia donde la dominatrix del t¨ªtulo remacha con clavos los genitales de un cliente a una tabla de madera. ¡°La X apareci¨® en 1968 porque era un intento de detener aquella ola. Por desgracia, las cosas no han evolucionado mucho¡±, afirma Schroeder.
El director, que dirigi¨® un cap¨ªtulo de la serie Mad Men en 2009, opina que ahora la libertad es mayor en la televisi¨®n. ¡°En una pel¨ªcula de estudio sigue siendo un problema may¨²sculo introducir una secuencia de sexo homosexual. En la temporada de Mad Men en la que trabaj¨¦ se rodaron varias sin ninguna dificultad y siempre ocupaban un lugar central en el episodio¡±, relata. El director se march¨® de Hollywood tras dirigir una decena de pel¨ªculas para los estudios (la ¨²ltima fue Asesinato¡ 1-2-3, con Sandra Bullock, en 2002). ¡°Mis proyectos dejaron de interesar a la industria. Y yo no ten¨ªa inter¨¦s en limitarme a hacer pel¨ªculas donde la misi¨®n del director es ocuparse de los efectos especiales. Mi filme de mayor ¨¦xito, Mujer blanca soltera busca..., hoy deber¨ªa rodarse al margen de los estudios y con un presupuesto ¨ªnfimo¡±, dice Schroeder. ?Y qu¨¦ hubiera pasado entonces con Maitresse? ¡°Pues que simplemente no existir¨ªa¡¡±, sentencia el director.
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