¡°El hombre es ya tambi¨¦n, sin duda, un objeto¡±
Vuelve Chris Kraus, la art¨ªfice de ese artefacto a medio camino entre la confesi¨®n y el tratado de pensamiento que fue 'Amo a Dick', con una novela y una colecci¨®n de ensayos
El a?o pasado, Jill Soloway, la creadora de Transparent, llev¨® a cabo la proeza de adaptar ¨Chacer devorable serie de televisi¨®n de culto¨C la inadaptable primera novela ensayo de Chris Kraus. Una fascinante y confesional road novel epistolar que era a la vez pura reflexi¨®n sociol¨®gica, experimental? y art¨ªstica y que pon¨ªa en el punto de mira el deseo y desordenaba a sus actores: el hombre pasaba de sujeto siempre activo a objeto pasivo a contemplar y el halago le incomodaba porque se sent¨ªa atrapado en una c¨¢rcel de la que no ten¨ªa la llave; y la mujer, en tanto que sujeto activo, persegu¨ªa a su objeto de deseo y lo acechaba como quien acecha a una presa.
Publicada originalmente en 1997, Amo a Dick (Alpha Decay), la novela o suerte de artefacto ¨C todo lo que ha hecho Kraus desde entonces mezcla siempre pol¨ªtica, sociedad y fracaso personal, humor y desesperaci¨®n, precariedad y cr¨ªtica, feroz, a la intelectualidad, con una honestidad sin igual ¨C marc¨® un antes y un despu¨¦s en la manera distorsionada de entender (y explicar) el mundo, como apuntaba hac¨ªa no demasiado Sheila Heti, y supuso el inicio de una carrera literaria que se alimenta, a la manera de Karl Ove Knausgard pero sustituyendo el vac¨ªo de la experiencia por la cr¨ªtica hist¨®rico antropol¨®gica, de su propia vida y la de los que la rodean o la rodearon en alg¨²n momento. Una Kathy Acker, como ella misma opina, no condenada a mitificarse.
En alg¨²n lugar de Finlandia cercano a la casa de Santa Claus, Kraus toma caf¨¦ y habla, virtualmente, de Sopor (Eterna Cadencia) y Video Green (Consonni). La primera es una novela cr¨®nica (otra vez, delirantemente confesional) sobre un hilarante e infructuoso viaje a la Ruman¨ªa post Ceaucescu de principios de los noventa con el fin de adoptar un hu¨¦rfano, acompa?ada, claro, de su entonces marido Sylv¨¨re Lotringer (aqu¨ª, Jerome). El segundo es un ensayo hecho de microensayos sobre el boom del arte en Los ?ngeles. Ambos acaban de publicarse por primera vez en espa?ol. ¡°Son las ocho de la ma?ana¡±, dice, ¡°y acabo de escribir en mi diario¡±. ¡°Es un cuaderno de tapa dura rojo¡±, asegura.
En 'Amo a Dick', el hombre pasaba de sujeto a objeto y el halago le incomodaba: se sent¨ªa atrapado en una c¨¢rcel de la que no ten¨ªa la llave
Admite que todo lo que ha escrito, incluidos sus art¨ªculos cr¨ªticos, parten, de alguna forma, de sus diarios. ¡°Desde que empec¨¦ a escribir en serio, desde Amo a Dick, he llevado un diario. Sin duda, mis cuatro novelas se han gestado, de alguna manera, en mis diarios, y est¨¢n hechas de pedazos de ellos. Digamos que lo ponen todo en marcha¡±, cuenta. No, no ha le¨ªdo a Knausgard, pero s¨ª ha le¨ªdo a Tao Lin y a Rachel Cusk y est¨¢ convencida que sus yo son una excusa para explorar el presente. ¡°Para m¨ª¡±, tecla, ¡°escribir es recordar, explorar y describir¡±. Es por eso, asegura, que sus libros no pueden evitar ser pol¨ªticos y, en cierto sentido, sociol¨®gicos.
¡°Mis historias nunca van s¨®lo de m¨ª. Supongo que he interiorizado hechos hist¨®ricos, como la ca¨ªda del bloque sovi¨¦tico o el Holocausto, como si me hubieran pasado, como si a¨²n pudieran estar pas¨¢ndome, en realidad. En Sopor, la historia del mundo y la historia personal son inseparables, como lo es para cualquiera que, como Jerome, haya vivido un trauma hist¨®rico¡±, dice. Jerome est¨¢, como dec¨ªamos, inspirado en su ex marido, el te¨®rico Sylv¨¨re Lotringer, un parisino que, como Georges Perec, creci¨® en la Francia ocupada por los nazis. ¡°Escribir es un acto pol¨ªtico, en un sentido ¨¦tico¡±, reflexiona, y el yo sobre el que escribe es un yo pol¨ªtico, en el sentido en que describe el yo (un yo determinado, mujer, intelectual) de una ¨¦poca.
Su precaria existencia (una Frances Ha no dotada para el cine experimental, que enlazaba fracaso tras fracaso) fue el hilo conductor de todo lo que escribi¨® hasta Verano del odio (2012), la primera de sus novelas, dice, en la que se hizo definitivamente a un lado y dej¨® que el protagonismo lo tuviese un tal Paul Garcia, un tipo que anotaba compulsivamente cosas en su diario y que hab¨ªa estado en la c¨¢rcel y que lee a Dean Koontz. Sopor, sin embargo, es a¨²n un pedazo distorsionado de su vida y la de Sylv¨¨re, una pareja de cosmopolitas sin ra¨ªces ni un lugar al que volver, porque realquilan sus pisos y vagan, de alguna manera, por el mundo, de beca en beca. En el m¨¢s que probable ocaso de su desigual relaci¨®n viajan a Ruman¨ªa convencidos de que les ser¨¢ de lo m¨¢s f¨¢cil hacerse con un hu¨¦rfano rumano. Aunque lo ¨²ltimo que ha hecho (su biograf¨ªa de Kathy Acker) ha vuelto a versar sobre un alguien que no es ella, y cree que est¨¢ preparada para volver a cambiar. ¡°De hecho, eso es lo que estoy haciendo ahora mismo. Intentando ver qu¨¦ es lo que hago con lo que he vivido desde entonces¡±, concluye.
En un momento dado de Sopor, su personaje asegura que ¡°Acker entiende que la escritura sin un mito no es nada¡± y que ¡°los mitos femeninos no funcionan en grupos¡±, porque ¡°son siempre singulares". ?No cree Kraus que puedan existir escenas literarias femeninas? ¡°Oh, eso ha cambiado much¨ªsimo. Acker represent¨®, de hecho, el fin de una era, en la que el escritor, o la escritora, era visto como h¨¦roe, una era mitol¨®gica en ese sentido. Y a partir de mediados de los noventa las mujeres empezaron a unirse y a apoyarse unas a otras, a la manera en que lo hac¨ªan los hombres. Eso es lo terrible de Acker, que en el momento en que alcanz¨® lo que deseaba, el mundo hab¨ªa cambiado y lo que hab¨ªa deseado siempre tambi¨¦n¡±, contesta.
La idea del fracaso permea toda su obra. Y es un fracaso que ha aprendido a re¨ªrse de s¨ª mismo. En casi todo lo que ha escrito, sigue siendo una directora de cine experimental que hace cosas que nadie entiende y que fracasa una y otra vez, y de las formas m¨¢s rid¨ªculas que podamos imaginarnos. ¡°Todo ¨¦xito llega despu¨¦s de un centenar de peque?os fracasos, pero no hablamos de ello. Estoy en contra de la idea del genio que ha impuesto el mundo del arte, yo creo en el trabajo duro, en resistir. Si dej¨¦ el cine fue porque me di cuenta de que todo lo que iba a hacer el resto de mi vida era golpearme la cabeza contra la misma pared, una y otra vez¡±, confiesa.
No sabe si deber¨ªa escribirse sobre lo que estamos viviendo ¨C sobre el gobierno Trump, sobre el avance de la ultra derecha en Europa ¨C ahora, cree m¨¢s bien que ¡°debemos escribir desde y no sobre el presente¡±, esto es, a ciegas, avanzar y crear un futuro pedazo de la historia com¨²n que estamos viviendo sin ser conscientes de ello. ?Y qu¨¦ hay de su valiosa contribuci¨®n a la idea del hombre objeto? ?Cree que est¨¢ alcanzando por fin medios masivos como el cine y la televisi¨®n? ¡°Oh, s¨ª, sin duda. Pero es cosa del capitalismo. Nos est¨¢ ofreciendo igualdad de oportunidades en eso tambi¨¦n. En vez de desobjetivar a las mujeres, est¨¢ objetivando a los hombres. S¨ª, el hombre es ya tambi¨¦n, sin duda, un objeto¡±, sentencia.
La nueva no ficci¨®n confesional es cosa de chicas
Siguiendo los pasos de su adorada Kathy Acker, pionera del g¨¦nero, Chris Kraus encabeza una corriente narrativa que parte de lo personal para radiografiar, en esa suerte de h¨ªbrido entre el ensayo y la memoria, el presente. La canadiense Sheila Heti, de la que este a?o se publicar¨¢ en Espa?a su celebrado Motherhood (Maternidad), un tratado personal¨ªsimo sobre por qu¨¦ decidir no tener hijos, Rachel Cusk y la revolucionaria trilog¨ªa (autobiogr¨¢fica) que ha cerrado este mismo a?o ¨C Prestigio (Libros del Asteroide) fue el ¨²ltimo disparo ¨C y el inminente Crudo, de la brit¨¢nica Olivia Laing (Alpha Decay), una disecci¨®n, desde un yo adulterado, del verano de 2017, est¨¢n expandiendo los l¨ªmites de la no ficci¨®n confesional. Su intenci¨®n es la de trascender de una vez por todas el yo meramente experiencial para convertirlo en el lugar del que parte la reflexi¨®n. Como bien dice Kraus, no se trata de escribir "sobre sino desde el presente".
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