Manuel Vicent: ¡°Las redes son la forma adoptada por Sat¨¢n para destruir a la humanidad¡±
El escritor publica ¡®Lecturas con daiquiri¡¯, un compendio de sus textos en EL PA?S
El m¨¢s veterano de los colaboradores vivos de EL PA?S, con Peridis y con Juan Cueto, hizo su primera vida en Madrid yendo al Caf¨¦ Gij¨®n, cuando, como ¨¦l sol¨ªa decir, era m¨¢s guapo que Marlon Brando. Ahora ya no se compara; pero en este tiempo, m¨¢s de 40 a?os, ha consolidado un estilo incomparable que hace que los lectores lean este peri¨®dico por la ¨²ltima p¨¢gina tambi¨¦n en verano. Ayer, casualmente, volvi¨® al Gij¨®n, de donde se hab¨ªa ausentado hace 15 a?os, ¡°porque no quer¨ªa envejecer ante un ventanal¡±. Esta entrevista tiene como fondo su nuevo libro, Lecturas con daiquiri (Alfaguara), en el que compendia, como en un c¨®ctel, todo lo que da en EL PA?S en las cuatro estaciones del a?o. Manuel Vicent, valenciano, naci¨® en 1936 seg¨²n algunas informaciones. Esta tarde presenta su libro a las 19.00 horas en la Librer¨ªa Rafael Alberti (calle Tutor, 57), con su compa?era, periodista y novelista como ¨¦l, Nativel Preciado.
Pregunta. ?Por qu¨¦ volvi¨® al Caf¨¦ Gij¨®n?
Respuesta. En ese caf¨¦ puse un d¨ªa una inscripci¨®n bajo un dibujo de dos ancianos leyendo: ¡°El Gij¨®n tambi¨¦n es una forma de envejecer¡±. Vuelvo porque est¨¢ bien regresar a un paisaje de la juventud. Y he venido a almorzar por Navidad con los amigos con los que vamos al cine los s¨¢bados¡
P. Para seguir hablando¡
R. Si todo lo que se ha dicho en esa mesa se hubiera revelado 10 a?os despu¨¦s, como le pas¨® a la actual ministra de Justicia, los que fueron ministros despu¨¦s y cualquiera de nosotros no podr¨ªamos ni salir a la calle.
P. Su escritura dominical estuvo mucho tiempo relacionada con la naturaleza. Ahora se deja morder por la pol¨ªtica. ?Se ha nublado el horizonte?
R. El da?o que producen las cat¨¢strofes de la naturaleza es irrisorio frente al que pueden producir las borrascas que se desarrollan en el cerebro de algunos pol¨ªticos. La veleidad del tiempo no se puede comparar con el peligro que supone la estupidez humana. El parte meteorol¨®gico de cada telediario deber¨ªa se?alar con un puntero el estado en que se encuentra cada d¨ªa el cerebro de Donald Trump, de Putin, de nuestros l¨ªderes nacionales, que nos amenazan con sus convulsiones an¨ªmicas. No existe sol ni temperatura m¨¢s agradables que o¨ªr de boca de un pol¨ªtico una opini¨®n serena e inteligente y que la pone en pr¨¢ctica con honestidad. Se trata de una aspiraci¨®n que los ciudadanos sobrellevan hoy con mucha melancol¨ªa, siempre con el paraguas a mano.
P. Las redes se comen el papel. ?C¨®mo siente esa irrupci¨®n que deglute en segundos lo que produce usted mismo?
R. El papel todav¨ªa tiene la autoridad y el prestigio del documento inamovible. El error que puedas cometer estar¨¢ ah¨ª mientras el papel no se pudra. En cambio, el digital es una corriente l¨ªquida que obliga a que el pensamiento sea tambi¨¦n l¨ªquido, corregible, alterable, modificable. Por mi parte, pienso todav¨ªa en papel. Mis palabras imaginables son todav¨ªa de tinta y huelen a linotipia. Mi verdad es todav¨ªa de papel. Naturalmente, creo que dentro de poco lo digital acabar¨¢ por inundarlo todo y el cerebro humano aceptar¨¢ esa nueva cultura por completo.
P. Esas redes han tra¨ªdo mucha facilidad para el insulto. Como nunca se hab¨ªa visto.
R. En cierto modo, las redes son las formas que ha adoptado Sat¨¢n para destruir a la humanidad. Conceden al idiota, al fan¨¢tico, un poder omn¨ªmodo incre¨ªble con solo apretar las yemas de los dedos sobre un teclado. Por otra parte, tambi¨¦n las redes pueden ser Lucifer, el portador de una nueva luz de la inteligencia. Hoy el bien y el mal se debaten en la forma como se utilizan las redes. Constituyen una nueva manera de pensar, de amar, de comunicarse, de inventar un nuevo idioma universal, poder convocar una hecatombe con una simple llamada. Las redes aportan cada d¨ªa m¨¢s sucesos?a la historia universal de la infamia y tambi¨¦n al reino de la felicidad. La huella digital es el pensamiento que dejamos en el cerebro del chimpanc¨¦. Y lo hemos recuperado.
P. ?Ha puesto en el libro lo que usted mismo releer¨ªa? Por cierto, ?usted tambi¨¦n empieza a leer EL PA?S de los domingos por la ¨²ltima p¨¢gina?
R. Este libro es una selecci¨®n y recuperaci¨®n de textos que tal vez pueden leerse al margen de la actualidad expl¨ªcita diaria. Sobre en el soporte de libro las palabras cambian de sonido, de intenci¨®n y de significado. Por otra parte, he elegido los textos que tienen una actualidad permanente sumergida en los sue?os rotos y en los placeres de la gente, y que van dejando en suspensi¨®n, en la atm¨®sfera, muchas part¨ªculas literarias que respiramos sin darnos cuenta. Por supuesto, empiezo a leer EL PA?S por la ¨²ltima p¨¢gina, y me adentro en el bosque de desgracias que al final son redimidas por el aroma del caf¨¦.
P. Ha recogido tambi¨¦n sus veranos en EL PA?S. ?Ha ido decayendo su Mediterr¨¢neo veraniego, sus ganas de lanzarse al mar?
R. Los veranos no son estaciones, sino estados de ¨¢nimo. Uno siempre veranea dentro de la camiseta donde puede haber palmeras, playas y desiertos. En la camiseta puedes estampar pensamientos budistas o gritos salvajes. En la camiseta de verano est¨¢n todas las ciudades que sue?as con visitar un d¨ªa junto con los recuerdos de la infancia. Tambi¨¦n el mar es un estado de ¨¢nimo. Lo que sucede es que est¨¢ lleno de poetas y escritores malos ahogados.
P. La comida y la bebida son espect¨¢culos de su escritura. ?Al menos esa met¨¢fora resiste?
R. La comida y la bebida son una cosa muy seria que no debe estropearse con la gastronom¨ªa. Alrededor de la comida ha surgido la plaga de los master chefs y de la literatura francesa. Cualquier plato es un largo viaje de sabores que van desde el paladar al cerebro y desde el cerebro a los aromas de la alacena de la infancia. Esa memoria es la que realmente devoran los verdaderos sibaritas.
P. Alrededor del 15 de junio de los ¨²ltimos a?os usted llama a EL PA?S para decir de qu¨¦ quiere escribir en verano.
R. Es que el verano requiere otra escritura. Aunque haya el mismo lector, es otro, no necesita desgracias, pol¨ªticos o hecatombes. La literatura en verano es una copa de sobremesa, fuera la bufanda y el paraguas. Y el casco. Hoy el ciudadano va con un casco invisible porque est¨¢n cayendo piedras de canto. Todos tenemos hoy un casco. El cr¨¢neo solo ya no sirve para aguantar las tormentas que se precipitan sobre el cerebro. La cultura moderna consiste en fabricarse un casco nuevo para salvaguardarse de las tormentas que se ciernen sobre el cerebro. Ahora mismo en cada telediario se inaugura la historia universal de la infamia. Todas las muertes, todos los gritos, acaban siempre con un desfile de modelos en que chicas y chicos se dan caderazos sobre una pasarela.
P. ?No le habr¨¢ importado que en esta entrevista no le haya preguntado por Vox?
R. Le estamos haciendo publicidad nosotros a ese partido. No necesitan hacer nada; lo que esperan es que los insultemos. As¨ª se hicieron toreros Jesul¨ªn y el Platanito, que no sab¨ªan torear y sobresalieron en la prensa gracias a los insultos de la plebe. Vox es un nido donde se resguarda toda la frustraci¨®n. Y es un peligro porque purifica la frustraci¨®n general con cuatro frases redondas y nada m¨¢s.
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