Contra todos los apocalipsis
Las cat¨¢strofes verdaderas, las que de verdad asustan, son siempre peque?as y suceden fuera de las pantallas
Mucho antes de que nos sent¨¢ramos a cenar y cort¨¢ramos los turrones, Antonio Garc¨ªa Ferreras, a modo de v¨ªspera navide?a, alert¨® en un programa de La Sexta columna de los peligros de las pantallas. Que lo hiciera desde una pantalla convirti¨® la emisi¨®n en algo muy meta, como los personajes de ficci¨®n que discuten con sus autores, como un actor que rompe la cuarta pared y comenta la obra que est¨¢ interpretando o como un tuitero quej¨¢ndose en varios tuits de la banalidad de las redes sociales. O como un binguero previniendo contra la ludopat¨ªa.
Haciendo honor al formato del docudrama, las pantallas se presentaron en el programa como un apocalipsis. Lo que ya contaba Black Mirror, que las pantallas nos atontan, nos alienan, nos despojan de toda humanidad y nadie sabe qu¨¦ efectos devastadores van a tener sobre nuestros ojos, dedos y cerebros. Si no tuviera tantas pantallas a mano para alienarme, me habr¨ªa ido a la cena de Nochebuena con mucha preocupaci¨®n. Por suerte, me mandaron unos v¨ªdeos por WhatsApp y olvid¨¦ enseguida el disgusto.
Al apocalipsis le pasa lo que a Pedro con el lobo: nos lo han anunciado tantas veces y en tantos formatos, que cuando llegue de verdad nos va a pillar jugando en la tablet. Algunos hemos aprendido que los verdaderos apocalipsis no se anuncian con trompetas ni los narran locutores que manejan la tensi¨®n dram¨¢tica. Los apocalipsis verdaderos, los que de verdad asustan, son siempre peque?os y suceden fuera de las pantallas, cuando se agotan las bater¨ªas y las familias se miran a los ojos descubriendo que no tienen nada que decirse. Todos los que est¨¢n celebrando comilonas navide?as estos d¨ªas saben perfectamente de lo que hablo, como los divorciados saben que los matrimonios no se quiebran con truenos, sino con crujidos lev¨ªsimos.
Una prevenci¨®n sincera deber¨ªa alertarnos sobre esos fines del mundo sutiles e ¨ªntimos cuyas se?ales casi nunca percibimos, pero tal vez la funci¨®n de las pantallas sea entretenernos con apocalipsis de mentira para sobrellevar los de verdad.
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