Ser¨¢s escultura
?ngela de la Cruz despliega en Azkuna Zentroa su pintura de cuerpos y espacios. Una extensa muestra sobre la precariedad humana
Cu¨¢nto hac¨ªa que no se expon¨ªa en Espa?a el trabajo de un/a artista liberado de argumentos y teor¨ªas, desnudo, sin m¨¢s? El de ?ngela de la Cruz es uno y est¨¢ en el Centro Azkuna de Bilbao. Es una pintora madura, de 53 a?os, que durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas ha trabajado obstinadamente en un entorno cultural cada vez m¨¢s alienante como es el brit¨¢nico. Su obra se nutre de la tradici¨®n del assemblage y el posdada¨ªsmo, en particular de Robert Rauschenberg y Claes Oldenburg, quienes abrieron la pintura a la horizontalidad y a una nueva dimensi¨®n psicof¨ªsica para ampliar el campo de observaci¨®n del espectador. Si los dos norteamericanos trasladaron un tipo de arte de signos cotidianos y parodias a la cultura de masas, De la Cruz se lleva los suyos a la obsesi¨®n secreta del capitalismo, el cuerpo, utilizando la tela y el bastidor como objetos autorreferenciales.
Para las salas de la antigua Alh¨®ndiga, Carolina Grau ha seleccionado 25 piezas cuyos t¨ªtulos aluden a las problem¨¢ticas sociales que m¨¢s inquietan a la artista gallega, ganadora en 2017 del Premio Nacional de Artes Pl¨¢sticas: la falta de vivienda, el exilio, los efectos del cambio clim¨¢tico, el terrorismo (Traslados con armarios, Pintura y media con un par¨¢sito, Desinflado, Cojera). Aun as¨ª, sus obras no son narrativas, sino que est¨¢n ¡°vac¨ªas¡±, no hay nada que una mirada casual pueda observar m¨¢s all¨¢ de maderas, pl¨¢sticos y telas rotas.
?ngela de la Cruz es una pintora de cuerpos y espacios. En sus ¡°cuadros¡± no describe nada concreto, pero s¨ª evoca muy sentimentalmente un desplazamiento, un desalojo, una p¨¦rdida, acompa?ada de una naturaleza misteriosa enraizada en la memoria de lo que para ella fue un trabajo f¨ªsico, manual. Incluso frente a las pinturas que se?alan la precariedad humana como Homeless (1996) ¡ªuna tela negra y amarilla que oculta un bulto sobre el suelo¡ª, la huella de la ausencia es tan poderosa que sentimos un escalofr¨ªo. De manera diferente, los armarios, mesas y asientos descuartizados o machacados, algunos pintados con colores chillones y enmarcados con una franja negra, como esquelas, irradian serenidad, son el fruto de una lucha y de un acuerdo, un estado mental que ha logrado poner orden en un caos, como si la artista le hablara a la tela y pactara con el bastidor: a partir de ahora ser¨¢s escultura, un cuerpo, mi cuerpo.
La sosegada densidad de un impenetrable pigmento negro cosido a una madera y rasgado en la parte inferior, o la contingencia del inc¨®modo bermell¨®n autolesionado en un pie (Arrancado, da?ado, 1999) se mezclan con otras pinturas que echan la lengua, cuerpos bul¨ªmicos, fofos, incompletos, un brazo separado del cuerpo, un torso que se arruga o del que cuelga una sola pierna. En otras esculturas hechas con aluminio pintado, el tronco est¨¢ abollado, parece un cuerpo desenterrado que recobra el aliento cuando reposa sobre su nuevo hogar: una silla. Cerca, en una pared, hay colgada una sencilla pintura vestida de blanco y sellada con lo que parece una mortaja (Vendaje, 2014). Un sepulcro.
El doble lienzo Rojo negro (2002) representa una pir¨¢mide humana hecha de cuerpos que acaba de descargarse, homenaje a los castellers. Los amasijos (2005) son contenedores que incorporan restos de pinturas en pl¨¢sticos y cajas. Su sencillez es enga?osa, no persuaden ni asustan, simplemente aguardan en el suelo o est¨¢n apoyados en una esquina, desamparados, como esos muebles sacados a patadas de un hogar, rid¨ªculamente obsoletos, sentenciados a la hoguera o al reciclaje. Recuerdan distra¨ªdamente que cuando uno abandona algo o a alguien, tambi¨¦n est¨¢ descuidando su alma. No es nostalgia. Nadie es una isla.
Homeless. ?ngela de la Cruz. Azkuna Zentroa. Bilbao. Hasta el 20 de enero.
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