Del jarr¨®n al callej¨®n
Los cl¨¢sicos de la ¡°edad de oro¡± del g¨¦nero policiaco compiten hoy en desventaja comercial con los m¨²ltiples avatares experimentados por la llamada novela ¡°negra¡±
1. Contextos
En The Simple Art of Killing (1950; traducci¨®n en Debolsillo), una recopilaci¨®n de Raymond Chandler (1888-1959) a la que da t¨ªtulo un ensayo que se revel¨® crucial para la comprensi¨®n de la evoluci¨®n hist¨®rica del g¨¦nero policiaco, su autor se refiere a Dashiell Hammett como el escritor que ¡°sac¨® al asesinato del jarr¨®n veneciano y lo arroj¨® al callej¨®n (¡), devolvi¨¦ndolo a la clase de gente que lo comete por aut¨¦nticos motivos, no por el mero hecho de proporcionar un cad¨¢ver¡±. Mucha agua (o tinta) ha corrido desde entonces por los infinitos meandros de la novela de intriga policial. Hoy d¨ªa, los cl¨¢sicos de la ¡°edad de oro¡± del g¨¦nero ¡ªcuando los/as sabue?sos/as se limitaban a darle la vuelta al ¡°jarr¨®n veneciano¡± para averiguar qui¨¦n era el asesino¡ª compiten en desventaja comercial con los m¨²ltiples avatares experimentados por la llamada novela ¡°negra¡±. Como ya he se?alado en alguna ocasi¨®n, no s¨®lo cambia el contexto (el crimen ya no se resuelve en un elegante sal¨®n o en un acogedor cuarto de estar de clase media, sino en los entresijos de ¨¢mbitos socialmente complejos y, frecuentemente, siniestros), sino tambi¨¦n la naturaleza del sabueso y de los asesinos, ahora siempre problem¨¢ticos, psicol¨®gica y sentimentalmente inestables o lastrados por alguna deficiencia f¨ªsica. Dos novelas muy desiguales le¨ªdas en mis misantr¨®picos ocios de estos d¨ªas tan entra?aaaaaables nos proporcionan sendos ejemplos de esos detectives ¡°modernos¡±. En La melod¨ªa de la oscuridad (Espasa), del gaditano Daniel Fopiani, el sabueso es un antiguo guardia civil al que ETA dej¨® ciego y amargado, aunque no lo suficiente como para quedarse inactivo ante un s¨¢dico asesino en serie cuyo patr¨®n de cr¨ªmenes sigue la trama de los trabajos de H¨¦rcules. M¨¢s compleja y literariamente satisfactoria resulta Flores sobre el infierno (Alfaguara), de Ilaria Tuti, cuya protagonista, la inspectora Teresa Battaglia, es una mujer malhumorada a la que un incipiente alzh¨¦imer va diluyendo la memoria. Con ayuda del joven inspector Massimo Marini, Battaglia se enfrentar¨¢ a un monstruoso asesino que act¨²a en las monta?as de Friuli, all¨ª donde Italia habla alem¨¢n. En la trama, en la que no debo extenderme para no arruinar su lectura, hay ni?os robados, monjas viciosas, m¨¦dicos nazis que dejaron su huella en el presente y toda una serie de misterios desasosegantes. Pero, sobre todo, un personaje, la inspectora Battaglia, profundamente humano y con luces y sombras que lo redondean y le confieren una densa verosimilitud literaria.
2. Pitanzas
Me ser¨ªa muy dif¨ªcil elaborar una lista completa de todos los libros gastron¨®micos que se han publicado teniendo como target (una de las palabras m¨¢s usadas en los departamentos de mercadotecnia) el regalo navide?o. Se dir¨ªa que en este pa¨ªs no hemos aprendido a comer bien; o que lo hemos olvidado, presionados por las grasas saturadas, los ultraprocesados y la org¨ªa de az¨²cares venenosos. Primero est¨¢ la avalancha de libros de chefs televisivos: Argui?ano, Jordi Cruz, Arzak, los hermanos Torres y Mart¨ªn Berasategui hacen abundante caja con sus libros-regalos. No son los ¨²nicos, pero s¨ª los que m¨¢s se venden. Entre los dem¨¢s libros gastron¨®micos, permitan que les recomiende los que m¨¢s me han hecho salivar. De los ilustrados, la palma se la lleva Dulce (Salamandra), del chef israel¨ª Yotam Ottolenghi (con la ayuda de Helen Goh), un exuberante y medi¨¢tico repostero cuyas creaciones no aptas para diab¨¦ticos y profusamente ilustradas har¨¢n las delicias de los m¨¢s golosos. En el lado contrario, y atendiendo a la creciente demanda de los damnificados gastrointestinales, est¨¢ In¨¦s Ortega, que junto con su nuera Marina Rivas, contin¨²a la saga de la gran Simone Ortega con el ¨²til vadem¨¦cum Cocinar sin huevo, sin gluten y sin lactosa (Alianza). Otro nivel, mucho m¨¢s literario, tiene el estupendo Comimos y bebimos (Asteroide), un libro culto de viajero-gourmet en la tradici¨®n de Cunqueiro, N¨¦stor Luj¨¢n o V¨¢zquez Montalb¨¢n. Por ¨²ltimo, recomiendo vivamente A la mesa con los reyes (Gatopardo), de Francesca Sgorbati Bosi, un amen¨ªsimo y erudito libro de historia de la gastronom¨ªa (y de las ¡°maneras de mesa¡±, como dir¨ªa L¨¦vi-Strauss), plagado de an¨¦cdotas y curiosidades, y centrado en la ¨¦poca de Luis XIV y Luis XV, cuando naci¨® la cuisine francesa. En cuanto a m¨ª, castigado por sa?udos cardi¨®logos a mantener un estricto, aburrido y abstemio r¨¦gimen alimentario, no tengo m¨¢s remedio que consolarme con el elegiaco ¨ªncipit de Rimbaud para su inmarcesible Une saison en enfer (1873): ¡°Antes, si no recuerdo mal, mi vida era un fest¨ªn en el que se abr¨ªan todos los corazones, en el que todos los vinos corr¨ªan¡±.
3. Derechos
Dudo que exista ¨¢mbito jur¨ªdico m¨¢s proceloso que el del derecho p¨²blico. Hay normas para todos los gustos, y el Convenio de Berna est¨¢ lejos de aplicarse uniformemente. Hay pa¨ªses que limitan el copyright a 50 a?os tras la muerte del autor, otros a 70, aunque con excepciones (en Espa?a, los derechohabientes de los fallecidos antes de 1987 disfrutan de 10 a?os m¨¢s), otros a 100 a?os. En EE UU la presi¨®n de las multinacionales de contenidos ha logrado multitud de excepciones, como la que ha permitido que Disney siga forr¨¢ndose con el merchandising del nonagenario Mickey Mouse. Entre los franceses que pasan a derecho p¨²blico est¨¢n Antonin Artaud y Georges Bernanos. En Espa?a lo hacen, entre otros, Palacio Vald¨¦s o Ram¨®n Franco ¡ªhermano peque?o de quien yo me s¨¦¡ª, aunque dudo que haya pu?aladas para publicarlos. Y, milagro de los milagros, tras 20 a?os de espera, en EE UU pasan a derecho p¨²blico muchos libros publicados en 1923 y algunas pel¨ªculas maravillosas, como Safety Last! (El hombre mosca, de Newmeyer y Taylor, 1923), con la ic¨®nica escena de Harold Lloyd colgando de las manecillas del reloj de un rascacielos.
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