Marie Kondo quiere matar de aburrimiento a los desordenados
Que alguien tan sosa y tan poco teleg¨¦nica triunfe se debe a que su religi¨®n tiene muchos fieles: la gente ordenada es moralmente superior
Marie Kondo es una autora japonesa famos¨ªsima por su m¨¦todo para alcanzar la felicidad mediante el orden hogare?o. Tras vender millones de libros, ahora triunfa en Netflix con un reality titulado ?A ordenar!, en el que ayuda a familias que rozan el s¨ªndrome de Di¨®genes a mantener una casita cuca donde las pilas de ropa sucia no amenacen con devorar a los ni?os. El ¨¦xito del programa es inexplicable, porque es tan aburrido como suena. Si en lugar de una mujer japonesa que sonr¨ªe todo el rato y habla bajito, lo presentara un Alberto Chicote a grito pelado ("joder, qu¨¦ cantidad de mierda coleccion¨¢is, en esta casa no vivir¨ªan ni los cerdos m¨¢s cerdos de Cerdilandia, etc¨¦tera"), la cosa ganar¨ªa much¨ªsimo.
Que alguien tan sosa y tan poco teleg¨¦nica como Marie Kondo triunfe se debe a que su religi¨®n tiene muchos fieles. La idea sobre la que hace equilibrios es una verdad aceptada universalmente: la gente ordenada es moralmente superior. El reproche no tiene que ver con la higiene ni con la est¨¦tica, sino con la virtud y el vicio. Un desordenado es una persona abyecta.
Como desordenado cr¨®nico que soy, llevo toda la vida soportando este reproche sordo (a veces, expl¨ªcito y grit¨®n), y siempre he sentido que hay algo nazi en esa superioridad moral, como creo que hay algo nazi en la doctrina de Marie Kondo. Los deseos de limpieza y pulcritud siempre esconden un asco hacia el mundo, hacia la masa, hacia lo incontrolable. En los m¨¢s inocentes de los casos, son ilusiones de control de una vida que, en el fondo, se sabe inmanejable, pero que se soporta mientras los l¨¢pices est¨¦n en su cubilete, y los libros, en los estantes. Los desordenados somos un memento mori, un recordatorio perenne de que las minucias no van a librarte de cat¨¢strofe alguna y de que el caos no se puede contener fuera de los muros de una casa. Por eso somos odiosos. Por eso tiene que venir Marie Kondo a matarnos de aburrimiento.
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