Lamentaciones del macho occidental
M¨¢s que un polemista, Houellebecq es la ¨²ltima encarnaci¨®n del dandi rom¨¢ntico. ¡®Serotonina¡¯ no es su novela m¨¢s trabajada, pero conserva toda la fuerza del autor franc¨¦s

Michel Houellebecq (1958) lanza en Serotonina un anzuelo period¨ªstico que ayudar¨¢ a posibles lecturas sociol¨®gicas: el Captorix, una pastilla antidepresiva que ayuda a liberar serotonina, responsable de nuestra feliz integraci¨®n en la comunidad, pero que conlleva un temible efecto secundario, la disminuci¨®n de la testosterona y la desaparici¨®n del apetito sexual. As¨ª, pueden proliferar art¨ªcu?los a prop¨®sito de Serotonina como retrato de una sociedad en cuidados paliativos, atiborrada de calmantes e impotente; y sin duda ¨¦ste es el deseo de un polemista como Houellebecq. Aunque quiz¨¢ debemos matizar que Houellebecq no es exactamente un polemista, sino la ¨²ltima encarnaci¨®n de una figura rom¨¢ntica con larga tradici¨®n en las letras francesas: el dandi. Es decir, el c¨ªnico, imperturbable, amoral y raro que realiza un ejercicio de plusval¨ªa y devaluaci¨®n de su imagen p¨²blica y de su obra (voluntariamente confundidas) como s¨ªmbolo de la moderna sociedad de mercado. Unos versos de otro dandi, Baudelaire, citados en el cl¨ªmax de Serotonina, ayudan a mirar detr¨¢s del anzuelo. ¡°Una vez su vendimia hizo ya el coraz¨®n, / el vivir es un mal¡±. Despu¨¦s del amor, s¨®lo es posible la infelicidad. Y no es otra la lectura de fondo de esta radiograf¨ªa de la muerte del deseo, tan bruta en sus maneras, pero tan rom¨¢ntica en su fondo: la nostalgia de un amor como el de nuestros padres¡ Y algo m¨¢s, claro.
En una gasolinera de Almer¨ªa, ayudando a dos chicas en shorts a tomar la presi¨®n de las ruedas, Florent-Claude Labrouste, ingeniero agr¨®nomo de 46 a?os, tiene una iluminaci¨®n: su vida, aparentemente envidiable, no merece la pena. Tras regresar a Par¨ªs, abandona su trabajo para el Gobierno (intermedia entre los productos agr¨ªcolas franceses y Europa) y deja a su joven novia japonesa (acaba de descubrir sus v¨ªdeos porno con las ¨¦lites parisienses). Florent-Claude comienza una huida de s¨ª mismo por los pocos hoteles en los que a¨²n permiten fumar y revisa los cap¨ªtulos que han determinado su fracaso. Es decir: Kate, Claire y Camille; sus tres ¡°vendimias del coraz¨®n¡±.
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Protagonistas de perfil t¨¦cnico, pornograf¨ªa, turismo sexual, imperativo asc¨¦tico, el fin de Europa por un exceso de normatividad¡ Es f¨¢cil reconocer la deuda de Serotonina con Lanzarote (2000), Plataforma (2001) o La posibilidad de una isla (2005), y Houellebecq exagera aqu¨ª la caricatura de sus t¨®picos. Pero Serotonina se entre?laza, sobre todo, con el retrato triste e intimista (claustrof¨®bico) de sus dos primeras novelas; cuando el escritor realizaba, si se me permite la expresi¨®n, el salto mortal de su escritura como un atleta y no como un saltimbanqui. En cierto sentido Serotonina clausura la educaci¨®n sentimental del antih¨¦roe de Ampliaci¨®n del campo de batalla (1994). Donde dejaba a aquel ¡°prisionero de s¨ª mismo¡±, encerrado en su piel y en un profundo spleen popularizado por la cultura del ocio, comienza ahora la bajada a los infiernos de la vulgaridad de Florent-Claude.
Serotonina tiene adem¨¢s voluntad de novela de formaci¨®n; lo demuestra la sucesi¨®n de peripecias rememorativas del protagonista: sus tres amores puros, sus traiciones a sus ideales como ingeniero agr¨®nomo. No es una de las novelas m¨¢s trabajadas de Houellebecq, que a veces hilvana los m¨ªnimos pespuntes de verosimilitud para permitirse intercalar su diatriba antimoderna. No obstante, puede permit¨ªrselo, e incluso autoparodiarse: uno sabe en d¨®nde se mete cuando abre un libro de Houellebecq y agradece la familiaridad de unas f¨®rmulas repetidas con gracia. Pero adem¨¢s, una vez cumplido ese pacto con lo reconocible,? Serotonina contiene un n¨²cleo maestro que est¨¢ entre lo mejor que ha escrito Houellebecq. Florent-Claude pasar¨¢ la Navidad con su amigo ?Aymeric, un arist¨®crata que ha regresado al campo de su familia a trabajar la tierra; reanuda, invirti¨¦ndola, la relaci¨®n amo y lacayo. Durante este tramo, que ocupa m¨¢s de la mitad de la novela, el chiste autorreferencial desaparece, el humor se amarga; y las dos tramas, el final de Europa en manos del gentil monstruo de Bruselas (la p¨¦rdida de las cuotas agr¨ªcolas) y ¡°la desaparici¨®n de la libido occidental¡±, sueltan sus cargas de profundidad.
Houellebecq retoma un prestigioso topoi de nuestro tiempo (pensemos en el ¨¦xito de una pel¨ªcula como La gran belleza): el r¨¦quiem del macho blanco y heterosexual. Para el narrador de Serotonina nos acercamos de nuevo a un tiempo prerrom¨¢ntico y ¡°oral¡±. Si la carne venci¨® a la literatura (Mann y Proust ser¨ªan el canto del cisne del amor cort¨¦s), la abstracci¨®n vence ahora al cuerpo. Es interesante analizar c¨®mo trabaja Houellebecq las met¨¢foras, pues da en la misma ra¨ªz de esta mutaci¨®n moderna de los s¨ªmbolos. Convierte un concepto abstracto, digamos, la falta de deseo, en un producto concreto, el Captorix. Para despu¨¦s, siguiendo la l¨®gica del mercado que otorga a los productos valores absolutos, convertir una pastilla en una alegor¨ªa. As¨ª, sin renegar del potencial de las met¨¢foras, les da nueva vida y esquiva su ambig¨¹edad (en la que s¨ª caer¨ªa, por ejemplo, Marguerite Duras en El mal de la muerte; mismo tema, distinta encarnaci¨®n).
Serotonina es una novela contra la abstracci¨®n del mundo y nost¨¢lgica de una cultura de los cuerpos: que huelen, fuman y aman. Houellebecq elige a un h¨¦roe que refleja las miserias de la cultura, un hombre subterr¨¢neo que lamenta la p¨¦rdida de algo que puede no haber existido, un amor puro, o quiz¨¢ tan s¨®lo una ¡°adhesi¨®n tard¨ªa a los c¨®digos de la especie¡±. Gracias a ello, recupera el terrorismo cultural de los or¨ªgenes del romanticismo, su hambre de realidad.
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Autor:?Michel Houellebecq (traducci¨®n de Jaime Zulaika).
Editorial: Anagrama (2019).
Formato: tapa blanda y versi¨®n Kindle (288 p¨¢ginas).
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