El guardi¨¢n del misterio
Deja respuestas sin resolver y le gusta alimentar el morbo de su personalidad. Pero Michel Houellebecq (1958, R¨¦union), uno de los autores de m¨¢s ¨¦xito en Francia, no deja a nadie indiferente. Pol¨¦mico y controvertido, publica en Espa?a su ¨²ltima obra, 'La posibilidad de una isla' (Alfaguara).
A veces, la medida del misterio se puede desvanecer en cualquier esquina. Incluso puede diluirse en una existencia normal, aunque les pese a muchos. A mucha gente le extra?ar¨ªa que el caso de Michel Houellebecq fuera as¨ª, que el escritor m¨¢s controvertido de Francia hoy, esa figura a la que desde la aparici¨®n de Las part¨ªculas elementales se le ha esperado siempre entre un enjambre de garras y reclinatorios, no escondiera nada extra?o, que guardara una distancia calculada entre los que le tildan de racista, mis¨®gino, farsante y escandalizador de tres al cuarto y los que le ven como un escritor fundamental para comprender el mundo de hoy.
Esa man¨ªa suya de buscar blancos y apuntar a la cabeza va a hacer dif¨ªcil que nos deje indiferentes. Si en Las part¨ªculas elementales se rebotaron los del 68, Plataforma -ambas publicadas por Anagrama-, una radiograf¨ªa brutal de la sociedad occidental a trav¨¦s del turismo de masas, le cost¨® un proceso por blasfemo al atacar, de costado pero a lo bestia, al islam. Su nueva novela, La posibilidad de una isla (Alfaguara), aparece en Espa?a el pr¨®ximo 12 de noviembre despu¨¦s de haber levantado m¨¢s que ampollas en Francia, con cr¨ªticas feroces en medios conservadores, como Le Figaro, y defensas apasionadas -"una buena novela, su obra maestra"- de Frank Nouchi en Le Monde. Ahora le insultan porque creen que se ha hecho raeliano, cosa que ¨¦l ni afirma ni niega: "Es asunto m¨ªo", ha dicho. Pero lo cierto es que desde su primera obra de ficci¨®n, Ampliaci¨®n del campo de batalla, t¨ªtulo m¨¢s que premonitorio sobre todo lo que vendr¨ªa despu¨¦s, Houellebecq no ha dejado de abrir frentes con sus personajes, con reinvenciones de s¨ª mismo y ¨¢lter egos salvajes en los que ha recorrido su infancia, su adolescencia y ahora su madurez, en La posibilidad de una isla. En esta ¨²ltima da si cabe m¨¢s piruetas y se desdobla en varios clones sacados de Daniel 1, un humorista feroz que lanza ataques contra budistas, ¨¢rabes, jud¨ªos, pol¨ªticos, escritores, periodistas y lo que se tercie, que conoce en Espa?a a una joven veintea?era que le volver¨¢ del rev¨¦s despu¨¦s de haberse divorciado.
Houellebecq vuelve, pues, al ataque y sigue despertando pasiones encontradas. De La posibilidad de una isla aparecieron en verano 200.000 ejemplares de golpe; a partir de enero dirigir¨¢ ¨¦l mismo su adaptaci¨®n al cine, y en ella el escritor recrea un mundo salvaje, depredador y apocal¨ªptico a expensas de sectas y otros cultos m¨¢s oficiales. Para hacerlo se infiltr¨® en la parafernalia raeliana -que ya describi¨® en Lanzarote, una obra corta que, seg¨²n ¨¦l, "es mi libro m¨¢s humor¨ªstico"- y ha reinventado un credo similar para su nueva obra en la que describe a un l¨ªder castrador, ventajista y anulador de voluntades. En ese ambiente, su personaje principal, admirador de Balzac y Baudelaire, s¨¢tiro obsesionado con un renacimiento del sexo, se considera un "Zaratustra de las clases medias", en uno de esos c¨®cteles culturales explosivos propios del autor, h¨¢biles y brillantes en los que se mezclan la f¨ªsica cu¨¢ntica y la gen¨¦tica con Nietzsche y David Bisbal, una de las pocas cosas reconocibles que restan en pie en un Madrid desolado por una cat¨¢strofe nuclear.
Pero es dif¨ªcil descifrar los misterios que mueven el motor te¨®rico y provocador de sus libros. Fernando Arrabal lo ha intentado en ese libro de conversaciones que mantuvo con ¨¦l y que se titula ?Houellebecq! (HMR). Houellebecq deja constantemente respuestas a medio resolver, se muestra esquivo. Est¨¢ de vuelta y cansado de que le prejuzguen sin haber sido le¨ªdo por algunos de sus detractores. Tampoco da muchas pistas sobre su vida. "Soy normal, muy normal", confiesa mientras masca el filtro de uno de los cigarrillos que fuma en desfile, uno detr¨¢s de otro, y degusta queso en un restaurante de Burdeos, donde quiso quedar despu¨¦s de haber consultado la Gu¨ªa Michelin, otra de las fuentes, junto a la del Trotamundos, de su literatura ins¨®lita, como se ve en Plataforma. No niega que haya reinventado parte de su biograf¨ªa. Lo hace sutilmente. Se siente n¨®mada. En su p¨¢gina web cuenta que su padre, un gu¨ªa de alta monta?a, y su madre, anestesista, se desentendieron r¨¢pidamente de ¨¦l y que se cri¨® con su abuela, una comunista de pro a la que ha querido recordar siempre implant¨¢ndose su apellido. Ahora est¨¢ casado, tiene un hijo y no quiere decir d¨®nde vive en Francia, pero s¨ª admite que va a refugiarse a menudo a Almer¨ªa, con su perro Cl¨¦ment, en quien conf¨ªa para cambiar el mundo aunque s¨®lo coma croquetas y sea, seg¨²n el autor, "negado para la gastronom¨ªa". ?l no, ¨¦l tiene buen saque y cena con gusto en este restaurante de la calle de Montesquieu, refugiado en una mesa incrustada en un reservado que recuerda al paleol¨ªtico y que es como un decorado de la tercera parte de La posibilidad de una isla, en la que la vida salvaje de los hombres posapocal¨ªpticos contrasta con la de unos clones desolados y perdidos que no llegan a entender c¨®mo es posible que estos seres reinventados en la misma brutalidad que destruy¨® la civilizaci¨®n vuelvan a las andadas.
Un humorista es el protagonista de su nuevo libro. Puede que un artista as¨ª sea el intelectual que se merece nuestro tiempo.
Estamos obsesionados con el humor. Todo el mundo habla del sentido del humor. A veces me siento uno de ellos. En Francia proliferan, pero a m¨ª no me hacen gracia mis libros. ?A usted s¨ª?
Empiezan haci¨¦ndome gracia, pero luego se me petrifica la sonrisa. Lo suyo es humor negro y aterrador.
No he analizado el color de mi humor, pero yo lo veo m¨¢s bien gris. Gris¨¢ceo y cotidiano.
?El humor que nos merecemos?
Probablemente. Pero siempre es para los dem¨¢s; a m¨ª, ya le digo, no me hace gracia. Cuando tienes que leer una cosa 20 veces no tiene gracia, pierde toda su comicidad.
Pero usted utiliza el humor como parte importante de sus libros, no estar¨¢ renegando de eso.
No es el fin en s¨ª mismo de mi literatura. Empiezo las novelas con humor, pero me canso r¨¢pido. El resto me cuesta mucho m¨¢s.
Cierto, no hay un libro suyo donde el humor se instale de principio a fin.
Bueno, s¨ª. En Lanzarote lo intent¨¦.
Salvo en la ¨²ltima parte, donde usted describe el paisaje de la desolaci¨®n.
Esa parte puede leerse independientemente, al principio o al final. La descripci¨®n de una desolaci¨®n nunca es bonita.
En 'Lanzarote' precisamente hay un personaje que ve la televisi¨®n con el volumen apagado. ?Lo hace usted tambi¨¦n a menudo?
Como si fuera cine mudo. Me gusta sobre todo hacerlo con canales de viajes, de animales, de ciencia, pero no veo mucho la tele, prefiero leer, aunque a veces veo Gran Hermano u Operaci¨®n Triunfo. Empieza interes¨¢ndome, pero r¨¢pidamente pierde la emoci¨®n, nunca pasa nada.
De ah¨ª su inter¨¦s por David Bisbal, que aparece en su ¨²ltima novela.
Es dif¨ªcil ignorarlo, en Espa?a est¨¢ por todas partes.
De hecho, su imagen sobrevive durante siglos a una cat¨¢strofe nuclear. Y aun as¨ª, los hombres no cambian. ?Ser¨¢ por la composici¨®n qu¨ªmica, como dice usted en su novela?
Soy muy pesimista, pero yo creo que es m¨¢s por el principio de depredaci¨®n y por el parasitismo.
As¨ª que aunque estemos aqu¨ª, hoy, en la calle de Montesquieu de la ciudad de Burdeos, usted se siente m¨¢s cerca del 'Leviat¨¢n' de Hobbes.
S¨ª, adem¨¢s confieso que no he le¨ªdo a Montesquieu. De todas formas hay algo m¨¢s a tener en cuenta. Aunque seas el m¨¢s grande y m¨¢s fuerte de la especie, si no te reproduces, pierdes. No es la lucha por la vida lo que m¨¢s importa, es la lucha por la reproducci¨®n.
Entramos as¨ª en el sexo, otra de las obsesiones en toda su obra.
Hay un poco menos de sexo en La posibilidad de una isla.
Menos, pero mejor.
Me alegro de que sea as¨ª. Hay un sentimiento nuevo en este libro que no hab¨ªa explorado antes. La amistad.
Luego dicen que es usted nihilista. Lo es, pero ?se siente m¨¢s rom¨¢ntico quiz¨¢?
Creo que s¨ª. Esa lucha est¨¢ en mis libros. Me averg¨¹enza contemplarme como un rom¨¢ntico, para un franc¨¦s es rid¨ªculo ser rom¨¢ntico.
Eso es porque el t¨¦rmino est¨¢ devaluado por el Hollywood m¨¢s barato. Pero el verdadero romanticismo, ?cu¨¢l es para usted?
Es buscar las cosas que no existen en este mundo, y eso siempre acaba mal porque es exigirle mucho a la vida. El ¨²nico pa¨ªs donde el romanticismo no est¨¢ mal visto es en Estados Unidos, y en Italia lo mezclan con un cinismo muy suyo.
En 'La posibilidad de una isla' hay una recreaci¨®n de la secta raeliana. ?Conoci¨® a su l¨ªder?
Estuve en una de esas semanas de inicio, sin v¨ªdeo, sin grabadoras, de inc¨®gnito. Me interes¨® mucho, pero no me gusta hablar de eso.
Muy h¨¢bil eso de mezclar ciencia y religi¨®n. Ha destrozado una contradicci¨®n secular. As¨ª se vende cualquier cosa.
La ciencia es lo que hace marchar al mundo; en ese sentido, dan nuevas soluciones. Pero lo m¨¢s importante es que la religi¨®n es una cosa de grupo. Subsiste porque la gente est¨¢ contenta al reunirse, al participar de algo com¨²n, no es tanto por creer en un Dios, es por pertenecer a un club, como la afiliaci¨®n pol¨ªtica, es lo mismo. Los hombres quieren estar juntos y no solos frente al mundo; por eso, por su sentido festivo, es por lo que funcionan, porque ahuyentan el miedo.
Eso destroza la dimensi¨®n privada de la creencia.
No, tampoco. El sentimiento tr¨¢gico de la vida viene del siglo XII, de cuando se invent¨® el arte g¨®tico y esa necesidad de contacto personal con Dios tambi¨¦n es fuerte. Hoy existe un retorno del sentimiento religioso; en muchos ¨¢mbitos, el ecologismo es una especie de religi¨®n tambi¨¦n. Es normal que exista, tener miedo hoy es algo perfectamente excusable.
Pero usted cree sobre todo en Balzac y en Baudelaire. ?C¨®mo los alterna?
Balzac es el rey, el amo, The boss. Lo abarca todo, el retrato social, una idea del mundo, el sentimiento, el amor, el comportamiento humano. Todo es excitante, la novela con ¨¦l alcanza su ambici¨®n total. Le admiro porque es un escritor vitalista y en¨¦rgico y lo leo constantemente. Lo de Baudelaire es m¨¢s personal. Para m¨ª, Balzac es l¨®gica, y Baudelaire se escapa a la l¨®gica, es m¨¢s ¨ªntimo.
?Est¨¢ harto de ser un personaje controvertido o lo busca?
Es muy cansado, es excesivo, el precio no va incluido en la cuenta.
Pero usted va provocando.
El problema es que nadie sabe realmente lo que pienso. La gente cree que pienso cosas que en realidad no son. Pero me da igual, lo importante es que lean mis libros y cada uno saque sus conclusiones, no soy yo quien le va a decir a la gente lo que debe pensar, pero deben juzgarme por mi trabajo, no por lo que dicen los medios de comunicaci¨®n de m¨ª, sobre todo la tele, no tanto los peri¨®dicos.
Lo que est¨¢ claro es que usted no va a dejar de azuzar.
Vivimos en una rep¨²blica, tengo derecho a decir lo que pienso, eso es la modernidad.
?Qu¨¦ es ser moderno?
Ser realista.
Pero hay todo un misterio Houellebecq. ?Se ha inventado usted su vida, como sostiene alg¨²n bi¨®grafo?
He escrito mi autobiograf¨ªa y est¨¢ en Internet. Lo que yo s¨¦, lo que recuerdo, est¨¢ ah¨ª. No es f¨¢cil escribir tu propia vida, aunque en 20 folios no cabe todo, por supuesto. Mi vida no ha sido nada misteriosa. Me hice ingeniero agr¨®nomo, trabaj¨¦ como inform¨¢tico en una gran compa?¨ªa, con muchos empleados. Ten¨ªa una vida como la de todo el mundo y sobre todo un proyecto de vida banal. Estoy casado, tengo un hijo, voy de vacaciones a Espa?a, como muchos franceses, y ahora la gente me trata como alguien famoso, pero es asqueroso ser una estrella, en todos los sentidos.
A lo mejor lo que no pueden soportar sus detractores es esa normalidad y realmente creen que esconde algo m¨¢s.
La vida de alguien que trabaja y que trata de ser libre, eso es lo que hay. Por otra parte, esa vida normal es la que me hace conocer de verdad los problemas de la gente y describirlos.
?Y qu¨¦ es lo que le seduce tanto de Espa?a para reflejarla en sus libros?
Ahora, la desaparici¨®n del catolicismo, a toda velocidad, est¨¢ siendo algo brutal.
De hecho, los personajes espa?oles de 'La posibilidad de una isla' parecen gente del siglo XXI, mientras que a los franceses se les ve estancados en el XX.
Los franceses hoy no sabemos lo que queremos, estamos completamente perdidos. Estamos cubiertos de mierda, sobre todo en las esferas locales, con poderes peque?os vendidos a las mafias. En Espa?a, supongo que pasa algo similar.
?Y qu¨¦ tiene contra la generaci¨®n del 68 que tanto le repele?
Que su ¨²nico valor real ha sido la b¨²squeda del dinero.
Usted naci¨® en el 58, ?de qu¨¦ generaci¨®n se siente?
Yo era de la ¨¦poca punk. Pero nunca me sent¨ª parte de ellos ni de ning¨²n grupo, siempre he tratado de ir por libre.
Y a los que le tildan de racista, ?qu¨¦ les puede decir de Le Pen?
Que jam¨¢s pienso en ¨¦l. Representa la frustraci¨®n de los blancos pobres, pero ¨¦l es un blanco bien rico.
Pero esas teor¨ªas apocal¨ªpticas suyas, ese an¨¢lisis descarnado de la sociedad occidental, los ataques al islam, inducen a la confusi¨®n a muchos.
No creo que la sociedad occidental est¨¦ en peligro, en absoluto. Creo que es fuerte. En cuanto al islam, los ¨¢rabes que viven en Francia no son en su mayor¨ªa musulmanes, les da igual la religi¨®n, est¨¢n perfectamente integrados. Ser¨ªa como pensar que todos los franceses somos cat¨®licos.
?Se aburre cuando no escribe?
S¨ª, me aburro y a veces siento que no encuentro mi lugar. Soy verdad cuando escribo, me encuentro din¨¢mico y ¨²til. Hablar de cosas, crear, es mi equilibrio.
?Cuando no trabaja se deprime?
Cuando no hago nada me deprimo, es desagradable la depresi¨®n, a nadie le gusta.
Pero usted aprovecha esos bajones en su literatura, les saca partido.
La depresi¨®n no es nunca creativa; si utilizo algo, no lo hago de forma premeditada y no inmediatamente. Tampoco puedo utilizarlo todo de esa experiencia.
?Le da miedo hacerlo?
S¨ª, un poco.
?Se ve radical?
Lo soy.
Un radical no encaja en la sociedad 'light'.
Es que no es una sociedad light. Est¨¢ llena de contradicciones.
Est¨¢ obsesionado con probar que no lo es.
Describo la sociedad, pero para m¨ª tienen m¨¢s importancia los personajes. Necesito a los personajes, son mi pretexto para todo. Cada uno de ellos es un experimento, y nunca los hago con premeditaci¨®n, me dejo llevar. Ni siquiera s¨¦ si de verdad existen, aparecen y desaparecen.
Y el personaje Houellebecq ?d¨®nde se esconde?
Est¨¢ en mis libros, pero en muchos de los personajes a la vez. En sus p¨¢ginas hay muchas posibilidades de m¨ª y ninguna al tiempo?
'La posibilidad de una isla', de Michel Houellebecq, traducida al espa?ol por Encarna Castej¨®n y publicada por Alfaguara, sale a la venta el pr¨®ximo 12 de noviembre.
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