Los conservadores de la imaginaci¨®n
Gregorio Luri reduce la diferencia entre tradicionalistas y progresistas a que los primeros poseen un sentido com¨²n y una prudencia de los que carecen los segundos
Jos¨¦ Luis L¨®pez Aranguren, el intelectual espa?ol que durante el tardofranquismo y los inicios de la Transici¨®n m¨¢s y mejores reflexiones public¨® sobre la ¨¦tica de la pol¨ªtica, sol¨ªa decir que ¨¦l era un conservador de izquierdas. Siempre me gust¨® esa definici¨®n, evocadora de otra que o¨ª en mis tiempos de estudiante en Londres a un miembro del Labour. Se apodaba a s¨ª mismo como liberal progresista, en un intento de no ser confundido con el ala izquierda de su partido. Uno y otro trataban de explicar a su modo que no estaba re?ida la defensa del sistema y el mantenimiento de los valores tradicionales con un decidido prop¨®sito de reforma que mejorara la vida de las gentes.
Record¨¦ estas definiciones, tan aparentemente ambiguas o contradictorias, cuando le¨ª el reciente ensayo de Gregorio Luri La imaginaci¨®n conservadora. Se trata de un libro relativamente espeso que parece m¨¢s que otra cosa el compendio y rese?a de las amplias lecturas que a lo largo de su vida ha llevado a cabo el autor, con indudable provecho que no le exime de cierta confusi¨®n conceptual. Al margen de determinados fervorines patri¨®ticos y un honesto compromiso con la democracia, se echa a faltar una propuesta concreta que resulte ¨²til para el an¨¢lisis del tormentoso tiempo pol¨ªtico que vivimos, que constituye desde luego un clima favorable para publicar libros de este g¨¦nero. El propio t¨ªtulo de la obra parece m¨¢s un homenaje a la mercadotecnia (?imaginaci¨®n de los fachas?, se preguntan algunos) que al contenido de sus m¨¢s de 300 p¨¢ginas.
Para ser justos hay que reconocer que Luri insiste en distinguir los conservadores de los reaccionarios, aunque a la postre estos constituyen m¨¢s o menos una desviaci¨®n culpable de los postulados de los primeros. Para ¨¦l los valores b¨¢sicos de los conservadores consisten en los que representa el comportamiento de la gente corriente. El ciudadano medio, necesitado de verse confortado en su propia condici¨®n, liberado del miedo y reconocido en su memoria personal y colectiva, es a la vez el sujeto pasivo y la energ¨ªa oculta de la derecha, t¨¦rmino este cuidadosamente evitado en el relato del libro. Se trata de alguien para quien el universo de los valores palidece frente al brillo de las virtudes cotidianas, entre las que sobresale la satisfacci¨®n por la obra bien hecha. De modo que los conservadores en pol¨ªtica fundamentan su acci¨®n en el ¡°conservadurismo temperamental de la gente ordinaria¡±, que les lleva a ejercer como a nadie el sentido com¨²n. ¡°El hombre medio no es infalible¡±, dictamina, ¡°pero puede ser prudente¡±, y la prudencia es el comportamiento pol¨ªtico m¨¢s adecuado y ¨²til en la acci¨®n pol¨ªtica, frente al ajetreo revolucionario.
No discuto ahora, aunque bien podr¨ªa, lo acertado o no de estas reflexiones, pero es obvio que para comportarse prudentemente no hace falta mucha imaginaci¨®n, sino m¨¢s bien todo lo contrario. Con lo que uno llega a la conclusi¨®n de que la creatividad conservadora anunciada en la portada del libro no es sino una especie de truco publicitario. No hay que inventar ni imaginar nada para mantener el intento de defender lo nuestro, lo de casi siempre. Los h¨¦roes del pensamiento conservador para Luri son Balmes, Feij¨®o, Donoso Cort¨¦s, Maeztu y Men¨¦ndez Pelayo, aunque tambi¨¦n Unamuno a ratos; los l¨ªderes pol¨ªticos a admirar, C¨¢novas, Canalejas y Dato. La Instituci¨®n Libre de Ense?anza es retratada como una especie de escuela para ni?os pijos y progres, aunque se desprende una cierta admiraci¨®n por Fernando de los R¨ªos, de quien valora la an¨¦cdota de que fuera capaz de compartir vino y queso con unos labriegos durante un viaje por Espa?a con Chesterton. Al parecer la facundia castellana de aquellos comensales le habr¨ªa hecho exclamar al ingl¨¦s algo as¨ª como: ¡°?Qu¨¦ cultos son estos analfabetos!¡±. Frase por lo dem¨¢s dif¨ªcil de interpretar donde las haya, pues no se sabe si es elogiosa o cr¨ªtica, ya que al mismo tiempo se alaba la meritocracia que De los R¨ªos quiso implementar en el sistema educativo.
Sentido com¨²n y prudencia constituyen la columna vertebral del pensamiento conservador, seg¨²n Luri. Esta afirmaci¨®n parece excluir de semejantes comportamientos a los progresistas, innovadores casi atolondrados, m¨¢s apegados a lo moderno o lo que se lleva simplemente por el hecho de serlo, deseosos del cambio por el cambio antes que prestos a llevar a cabo las reformas por ellos prometidas que, finalmente, ser¨¢n implementadas por los partidos de la burgues¨ªa. La lectura lleva a uno a la conclusi¨®n de que los conservadores tienen muchas virtudes, entre las que no son peque?as las del apego a la familia, al terru?o y a su propia y particular historia personal. Pero la imaginaci¨®n brilla por su ausencia, de modo que los progresistas seguir¨¢n siendo los aut¨¦nticos conservadores de la misma.
La imaginaci¨®n conservadora.?Gregorio Luri. Ariel, 2019. 288 p¨¢ginas. 17,90 euros.
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