Fatih Akin y el peor reflejo ante el espejo de la sociedad alemana
El director muestra en 'El guante dorado' los asesinatos de un 'serial killer' real en el Hamburgo m¨¢s lumpen de los a?os setenta
Fatih Akin (Hamburgo, 45 a?os) se ha hartado. Lleva d¨¦cadas viviendo en precario equilibrio: es turco en la sociedad alemana y alem¨¢n para el resto del mundo. ?l se considera a s¨ª mismo alem¨¢n, aunque no renuncia a sus ra¨ªces, a las que suele recurrir habitualmente en su cine (Soul Kitchen, Cruzando el puente: los sonidos de Estambul). Ni siquiera sus intentos de mostrar a un protagonista alem¨¢n positivo le han librado de ataques de parte de sus compatriotas. Lo hizo en En la sombra (2017), en la que Diane Kruger encarnaba a una viuda vengadora a la que en un atentado nazi matan a su esposo turco y a su hijo. En la sombra fue la candidata alemana a los Oscar y gan¨® el Globo de Oro.
Ni por esas. El realizador de Contra la pared se siente atacado y como respuesta ha decidido poner un espejo delante de Alemania para que recuerde algunos de sus peores momentos. Y entre ellos est¨¢n los cr¨ªmenes de Fritz Honka, un alcoh¨®lico racista con problemas de vista y de habla que mat¨® a cuatro mujeres mayores o prostitutas ancianas -las ¨²nicas que quer¨ªan subir con ¨¦l a su casa por lo feo y repelente que era- en el Hamburgo m¨¢s lumpen de los a?os setenta. El t¨ªtulo de El guante dorado hace referencia al bar donde se emborrachaba Honka y en el que contactaba con sus v¨ªctimas. Tras asesinarlas las troceaba y escond¨ªa sus restos en altillos y armarios de su diminuto ¨¢tico. Por eso durante el juicio se hizo popular por su sobrenombre, el carnicero de Sankt Pauli, el barrio rojo de la ciudad alemana. Fue detenido tras un incendio fortuito en 1975 en su edificio, en el que los bomberos descubrieron los restos humanos. Los vecinos se hab¨ªan quejado del hedor, pero sin ir m¨¢s all¨¢.
Pero Fatih Akin se regocija en lo escabroso sin llegar m¨¢s lejos. Puede que para ¨¦l sea el acierto, Incluso su pasi¨®n por lo truculento le hace pasarse de frenada, cayendo muchas veces en secuencias que parecen vi?etas de un tebeo de Robert Crumb y no la recreaci¨®n o la reflexi¨®n de un momento de la historia de Alemania. Acumula en la pantalla semen, sangre, pis, sudor, vomito... El director cont¨® en rueda de prensa que se encontr¨® con Honka en la novela, best seller en su pa¨ªs, de Heinz Strunk. "Ese monstruo logra mantener cierta dignidad en la pel¨ªcula, y eso ya estaba en la novela. Mi trabajo era usar mi mejor t¨¦cnica para trasladar esas sensaciones del libro a las im¨¢genes". No entr¨® a reflexionar mucho sobre los serial killers, m¨¢s all¨¢ de que un "vivir¨ªamos mejor sin ellos": "No quer¨ªa buscar en su infancia y en los abusos que seguramente sufri¨® la explicaci¨®n de sus actos. Quer¨ªa que el p¨²blico no tuviera esa explicaci¨®n. Lo hace y punto". Sobre el trabajo de maquillaje y de recreaci¨®n de su fealdad, Akin explic¨® que quer¨ªa recordar a personajes que le marcaron en su infancia como la criatura de Frankenstein o el jorobado de Notre Dame encarnado por Anthony Quinn en la versi¨®n de este cl¨¢sico de 1956. "Tambi¨¦n pens¨¦ mucho en Gary Oldman con su caracterizaci¨®n de Churchill en El instante m¨¢s oscuro. Hay maquillaje, m¨¢scara, y espacio para que un actor haga su trabajo".
Akin se define como "cineasta alem¨¢n, m¨¢s all¨¢ de mis ra¨ªces, porque aqu¨ª he vivido y estudiado". Asegur¨® que es dif¨ªcil hacer pel¨ªculas de terror en Alemania, "al contrario que en EE UU, donde hay una tradici¨®n". Y record¨® una de las primeras pel¨ªculas para adultos que vio de cr¨ªo. "Mi madre estaba aquel fin de semana en el hospital y mi padre trabajando, y nos dejaron al cuidado de otra familia turca, que ten¨ªa uno de los primeros videoclubs de Alemania, un tipo de negocio en el que se especializ¨® la comunidad turca. Bueno, en aquel local hab¨ªa todo tipo de filmes, y yo quer¨ªa ver... Dio igual, porque mi hermano mayor eligi¨® Zombi: el regreso de los muertos vivientes [de 1978]. Me impresion¨® much¨ªsimo, ya que yo era peque?o, aunque al acabar mi hermano me explic¨® que todo era falso, los trucos de maquillaje, los actores... Y entonces decid¨ª ser director. As¨ª que soy hijo de George A. Romero". Dicho esto, recalc¨®. "Yo no quiero en El guante dorado celebrar la violencia, me interesaba tambi¨¦n la dignidad de las v¨ªctimas, pero no seamos na?ves, ocurre en el mundo".
Y sobre la violencia a esas mujeres, Akin remat¨®: "Uno de mis montadores es mujer, y me dijo que era una pel¨ªcula femenista. Yo le ped¨ª que no dijera esto, y yo soy hombre, por lo que no s¨¦ que opinar. Pero tenemos que ilustrar los hechos. Creo que el #MeToo ha creado una especie de censura, que ha estrechado la senda por la que transitamos los artistas, y que corren tiempos dif¨ªciles".
Pel¨ªculas como losas
Esta edici¨®n de la Berlinale es la ¨²ltima que dirige Dieter Kosslick, que lleva encabezando el certamen desde 2001: esta es su 18? edici¨®n. Como final de fiesta, la Competici¨®n por ahora no parece dejar buen recuerdo. Cada d¨ªa, dos o tres pel¨ªculas caen como losas en los pies de los espectadores. Solo ?nd?g, un thriller rodado en la estepa mongola por el chino Wang Quan'an, se pod¨ªa salvar de la quema gracias a su curioso personaje protagonista, una mujer resolutiva. Del resto -exceptuando Gracias a Dios, de Fran?ois Ozon-, ni la alemana Systemsprenger -que parec¨ªa un Florida Project mal digerido-; ni la pel¨ªcula inaugural La bondad de los extra?os, de Lone Scherfig, ni la austriaca Der Boden Unter Den F¨¹ssen; ni la noruega Out Stealing Horses, en la que el personaje de Stellan Skarsgard, un tipo aislado en una caba?a, recuerda un acontecimiento capital de su pasado en la frontera fluvial entre Noruega y Suecia, han dado juego o emoci¨®n. A¨²n faltan la mayor parte de los pesos pesados. Veremos
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.