La dimensi¨®n Sokolov
El pianista ruso prosigue en Pamplona su gira espa?ola que culminar¨¢ la semana que viene en Madrid y Barcelona
Nada parece dejado al azar en un recital del pianista Grigori Sokolov (San Petersburgo, 1950), pero el resultado siempre suele ser asombroso y diferente. Luca Ciammarughi, en su reciente libro sobre los grandes pianistas de los ¨²ltimos treinta a?os, Da Benedetti Michelangeli alla Argerich (Zecchini), confiesa la fascinaci¨®n que le produjo verle ensayar a hurtadillas en Mil¨¢n. Sokolov, a medio camino entre un ogro y un mago, repet¨ªa obsesivamente un mismo pasaje de Ravel. Lo tocaba siempre con id¨¦ntica perfecci¨®n, pero se deten¨ªa una y otra vez a reflexionar sobre el teclado. A veces se levantaba, paseaba por el escenario y regresaba a la banqueta para volver a atacarlo de nuevo. Esa insistencia no respond¨ªa a un problema t¨¦cnico del pianista, tampoco mec¨¢nico del instrumento o ac¨²stico de la sala, sino al intelecto y lo espiritual. A la b¨²squeda de otra dimensi¨®n. Ese ¡°reino de las ideas¡±, con que Ciammarughi titula su cap¨ªtulo, y que nunca se puede atrapar en los discos.
Sokolov es uno de los pianistas m¨¢s habituales en los ciclos espa?oles desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas. Regresa para su gira, como cada a?o, con un Steinway seleccionado para la ocasi¨®n y su afinador de confianza, que pone a punto el instrumento antes del recital y durante el descanso. Pero tambi¨¦n con su bien conocida escenograf¨ªa y ceremonial. Temperatura moderada y luces atenuadas, que favorecen la sonoridad y la concentraci¨®n. Una actitud fr¨ªa y distante con el p¨²blico, con esas maneras de mayordomo que despliega antes de sentarse frente al teclado. Y su legendaria generosidad, que le lleva a conceder siempre seis propinas en todos sus recitales; ni una m¨¢s o una menos, pase lo que pase.
GRIGORI SOKOLOV, piano
Obras de Beethoven & Brahms. Fundaci¨®n Baluarte. Temporada 2018-19. Pamplona. Baluarte, 26 de febrero.
El pianista ruso ya no concede entrevistas. Practica una curiosa invisibilidad, que impregna el elocuente documental sobre su vida de Nadia Zhdanova, titulado Una conversaci¨®n que nunca se produjo, incluido en su ¨²ltimo lanzamiento discogr¨¢fico en Deutsche Grammophon. All¨ª tambi¨¦n escuchamos varios poemas de su esposa, Inna Sokolova, fallecida en 2013, que reflexionan sobre el arte de su marido y el trance cotidiano de salir a un escenario: ¡°Pisando la V¨ªa L¨¢ctea y dejando atr¨¢s la vida terrenal¡±. Pero Sokolov dice muchas cosas tocando el piano, ya que nunca programa a largo plazo y siempre elige las composiciones que m¨¢s desea interpretar en cada momento. Y todav¨ªa m¨¢s en las propinas finales. Su recital en Pamplona, ayer en Baluarte, termin¨® con el preludio titulado Pasos sobre la nieve, del primer libro de Debussy. Treinta y seis compases impregnados de tristeza, fr¨ªo y soledad que el pianista ruso elev¨® hasta la conmoci¨®n. La pieza termina con un arpegio, en morendo, que concluye en un acorde de re menor abierto y desconcertante en pianississimo. Sokolov lo colore¨® de forma admirable. Y lo vimos desaparecer entre la bruma.
Fue el colof¨®n ideal a su concierto. Antes hab¨ªa tocado cinco propinas que alternaron dos ejemplos de Schubert con sendas piezas de Rameau. Primero escuchamos el Cuarto impromptu op. 90 D. 899, del compositor austr¨ªaco, con esa admirable combinaci¨®n de gravedad en el canto de la mano izquierda y ligereza en el aleteo de la derecha, pero idealmente construido con el contraste en do sostenido menor del episodio central. Despu¨¦s ejerci¨® la flexibilidad popular con la exquisita y racial Melod¨ªa h¨²ngara D. 817, escrita por Schubert en Zseliz, en 1824. De Rameau incluy¨® dos fragmentos habituales de sus Nouvelles suites de pi¨¨ces de clavecin: Los salvajes y La llamada de los p¨¢jaros, con su acostumbrada exhibici¨®n de metaf¨ªsicos trinos barrocos. Y la quinta propina volvi¨® a ser, una vez m¨¢s, el Vals n¨²m. 2, de Griboy¨¦dov, que este a?o son¨® un punto m¨¢s melanc¨®lico.
El programa del recital abarc¨® desde un virtuos¨ªstico y juvenil Beethoven al Brahms contemplativo de la madurez. Se abri¨® con la Sonata opus 2 n¨²m. 3, del compositor de Bonn, cuyo allegro con brio inicial son¨® m¨¢s introvertido que concertante. Lo reflexivo le funcion¨® mucho mejor en el adagio, que fue una de las cumbres de la noche, con maravillosos contrastes dentro del episodio central en mi menor. El scherzo fue un ejemplo ideal en Sokolov de c¨®mo conseguir m¨¢s con menos, pues compens¨® un tempo m¨¢s lento de lo habitual con un admirable control de la articulaci¨®n. Para el allegro assai final reserv¨® su registro m¨¢s sinf¨®nico y tambi¨¦n su mayor destreza t¨¦cnica en los triples trinos. El pianista sigui¨® con las Once bagatelas op. 119, sin pararse a recibir aplausos, pues parec¨ªa interesado en llegar a estas curiosas miniaturas beethovenianas de madurez. Sokolov busc¨® darles unidad. Pero fueron las ¨²ltimas las m¨¢s sobresalientes del conjunto y, en especial, la n¨²m. 11, con esa frase inicial, que son¨® como nunca innocentemente e cantabile, y fue el despegue de otro momento estelar de la noche.
Los dos ciclos de piezas, opus 118 y 119, que cierran el cat¨¢logo pian¨ªstico de Brahms, conformaron, en la segunda parte, la principal novedad del programa que Sokolov tocar¨¢ en sus recitales por toda Europa hasta finales del verano. Tras iniciarlo en la localidad italiana de Carpi, el pasado 10 de febrero, y haber arrancado su gira espa?ola en Valencia, el pasado domingo, proseguir¨¢ ma?ana en Bilbao, Oviedo (el s¨¢bado), Madrid (el lunes, 4 de marzo) y terminar¨¢ dos d¨ªas m¨¢s tarde en Barcelona, aunque despu¨¦s regresar¨¢, el 20 de junio, para un ¨²nico recital en Zaragoza.
En Pamplona arranc¨® las Seis piezas para piano op. 118 con intensidad tanto en la din¨¢mica como en el rubato. Se atemper¨® m¨¢s en la n¨²m. 2, con una secci¨®n central admirablemente dialogada en fa sostenido menor, que fue otro momento inolvidable del recital. Impuls¨®, a continuaci¨®n, la balada de la n¨²m. 3 junto a las piezas restantes con la misma redondez de sonido y juego magistral de contrastes din¨¢micos y ag¨®gicos. Pero hubo dos momentos a destacar: el tono pastoral del allegretto grazioso central, de la n¨²m. 5, y la serena construcci¨®n apocal¨ªptica de la n¨²m. 6, donde Sokolov puso al l¨ªmite su gama din¨¢mica, arriesg¨® y hasta err¨® notas que sonaron a verdadera venganza del destino. El pianista acept¨® los aplausos entre los dos ciclos brahmsianos, pero se sumergi¨®, sin m¨¢s dilaci¨®n, en las Cuatro piezas op. 119, que dot¨® de mayor unidad sin escatimar en el despliegue de contrastes. Hubo exquisiteces, eso s¨ª, como el vals que asoma en la secci¨®n central de la n¨²m. 2 o el primaveral grazioso de la n¨²m. 4, pero tambi¨¦n una creciente intensidad que alcanz¨® el cl¨ªmax en la coda final, en mi bemol menor, con el pianista fuera de s¨ª y dispuesto a sacrificar todas las notas necesarias para encontrar el esp¨ªritu de esta m¨²sica. La dimensi¨®n Sokolov.
Babelia
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