El flamenco junta clasicismo y contemporaneidad
El festival de Jerez confirma la querencia de la nueva generaci¨®n de artistas del g¨¦nero por la danza m¨¢s actual
La querencia de la nueva generaci¨®n del baile flamenco por la danza contempor¨¢nea es cosa constatada. Su huella se percibe en obras en las que, m¨¢s all¨¢ de lo que se pueda ver sobre las tablas, la presencia de sus profesionales consta en los cr¨¦ditos. La participaci¨®n de la bailarina y core¨®grafa Sara Cano en el nuevo espect¨¢culo de Marco Flores, presentado en el festival de Jerez, se alinea en esta tendencia. Ella es el v¨®rtice, alrededor del que gira el nuevo reto de un bailaor inquieto, que rechaza la comodidad. Con ella afronta el espect¨¢culo en un paso a dos que parece no tener fin, lleno de cambios de ritmos y mezcla de lenguajes en una permanente oposici¨®n de contrarios que se atraen y se rechazan. El tempo languidece por momentos. De repente, sube de intensidad. Los planos se intercambian o superponen. Los cantes entran y salen, se suceden en la misma l¨ªnea discontinua de un baile al que asisten, aunque en algunos momentos simulen no acompa?arlo. Todo como parte de un supuesto juego de contrastes en el que queda espacio para la improvisaci¨®n. Un trabajo de lectura tan compleja como abierta y que nunca pretende ser f¨¢cil.
Hay que fijarse en la ficha t¨¦cnica para comprender que los papeles no est¨¢n delimitados, que todos los participantes aparecen como "int¨¦rpretes". Los l¨ªmites est¨¢n difuminados de la misma forma que el lucimiento personal se diluye en aras de un trabajo grupal con algunas excepciones puntuales: la guitarra de Almarcha, impactante en la farruca, y el breve pero jugoso baile de Ana Romero, porque el trabajo al cante de Mercedes Cort¨¦s, encadenando estilos sin pausa, fue de esos que deben llevar a los artistas al l¨ªmite de la extenuaci¨®n. Quien acudiera para disfrutar del enjundioso baile de Marco, tuvo que esperar un buen rato. La elegancia de sus brazos, el giro de sus mu?ecas, el despliegue de los pies con la soltura que lo caracteriza, solo fueron destellos durante gran parte de la obra. Tuvo que pasar casi una hora para que llegaran las buler¨ªas y, sobre todo, las canti?as para reencontrarnos con ¨¦l. Bail¨® las Variaciones Goldberg de Bach de forma tan percusiva como expresiva para, al final, protagonizar un di¨¢logo danc¨ªstico, quiz¨¢s, con su propia sombra proyectada.
El bailar¨ªn Rub¨¦n Olmo reuni¨® en su espect¨¢culo en el festival todas sus referencias danc¨ªsticas: la de la danza cl¨¢sica espa?ola en primer lugar, como gran madre que puede acoger en su seno manifestaciones como el flamenco o el folclor pasando por la escuela bolera. Tambi¨¦n incluy¨® otras m¨¢s cercanas, las que van de los maestros a los compa?eros e, incluso, a los disc¨ªpulos. Los primeros no se nombran, pero est¨¢n impl¨ªcitos (Linares o Azor¨ªn). De los segundos, toma coreograf¨ªas expresamente creadas para ¨¦l, como es el caso de Israel Galv¨¢n y Est¨¦vez&Pa?os. A dos antiguos alumnos ¡ªEduardo Leal y Patricia Guerrero¡ª los deja volar para que muestren unas creaciones propias que ¨¦l comparte con ellos en igualdad. Tres pasos a dos muy distintos en su concepci¨®n y ejecuci¨®n. Pero, sobre todo, la gran referencia a la que se acoge Rub¨¦n es ¨¦l mismo: su propia danza y su propia est¨¦tica, que es lo que termina por otorgar unidad a todas las piezas reunidas en una obra que trata de ser una reflexi¨®n sobre la vida del artista y las horas transcurridas frente a la barra y el espejo, que ¨¦l quiere compartir con su p¨²blico.
Olmo reconoce que esta es su obra m¨¢s intimista, y no lo es solo por los contenidos seleccionados, que en algunos casos provienen de otras obras, sino por el tratamiento que reciben dentro de un espect¨¢culo que se muestra cuidado y fluido hasta en las transiciones musicales, con una banda que crea las necesarias atm¨®sferas para cada pieza. El primer paso a dos con Leal transmite delicadeza y pausa, una de las constantes de la obra que, no obstante, tuvo su momento de excepci¨®n en el baile del taranto seguido de unos vivos tangos, el momento flamenco del espect¨¢culo. Fue grato reconocer la huela de Galv¨¢n, el tono humor¨ªstico y las geometr¨ªas que lo identifican en su Falsa Farruca. Tambi¨¦n fue perceptible la renovaci¨®n est¨¦tica que Est¨¦vez y Pa?os aportan al g¨¦nero en la interpretaci¨®n de las Sonatas del Padre Soler. Rub¨¦n se muestra d¨²ctil con esas propuestas a la vez que las hace suyas. De la misma manera que se acopla al dise?o del paso a dos que le propone la joven Guerrero, obligadamente fresco. Una muestra m¨¢s de la elegancia que preside la obra toda. El broche final, la espectacular Danza del mant¨®n, de su obra Tranquilo Alboroto, con esas formas que simulan extra?os p¨¢jaros, adem¨¢s de un regalo, se antoja como un ejercicio de reivindicaci¨®n de una escuela, la espa?ola, y una est¨¦tica, la suya.
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