En busca del alma perdida
?Procede del cielo o se asienta en el cerebro? Guillermo Ser¨¦s repasa 2.000 a?os de arte y literatura para relatar c¨®mo ha visto cada ¨¦poca un concepto decisivo en Occidente
La erudici¨®n ¡ªpara qu¨¦ nos vamos a enga?ar¡ª no tiene buena prensa. En la escuela llamamos empollones a los que estudian de m¨¢s y, cuando pasan a mayores, terminamos tach¨¢ndolos de ratones, si no ratas, de biblioteca. C¨®mo ser¨¢ la cosa que el mism¨ªsimo Cervantes dict¨® sentencia contra los que ¡°se cansan en saber y averiguar cosas que, despu¨¦s de sabidas y averiguadas, no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria¡±. Se nos hace m¨¢s llevadero el relumbr¨®n, pero el conocimiento verdadero solo se alcanza con el trabajo diario y silencioso, que luego, eso s¨ª, ha de iluminarse con inteligencia.
Pues imaginen los afanes y los d¨ªas que Guillermo Ser¨¦s se habr¨¢ metido entre pecho y espalda para poner en pie lo que desde la Antig¨¹edad hasta la Ilustraci¨®n han elucubrado los seres humanos en torno al alma y su naturaleza. Hace falta un ejercicio desmesurado de erudiciones y lecturas inveros¨ªmiles ¡ªcon el Arist¨®teles en metro castellano?es t¨ªtulo de libro? de fray Diego de Canales a la cabeza¡ª, pero tambi¨¦n de discernimiento y rigor, para condensar esos 2.500 a?os de pensamiento, literatura y arte, y presentarlos a los lectores como una historia ya monda, sin piel y sin espinas, aunque aderezada con la preciosa edici¨®n que Galaxia Gutenberg comparte con el Centro para la Edici¨®n de Cl¨¢sicos Espa?oles, cuya labor para la cultura espa?ola resulta hoy por hoy insustituible.
No es la primera vez que el profesor Ser¨¦s nos abruma con su sabidur¨ªa, pues este libro es primo hermano de otro que vio la luz hace casi un cuarto de siglo, La transformaci¨®n de los amantes. Im¨¢genes del amor de la Antig¨¹edad al Siglo de Oro, un ensayo ya cl¨¢sico e imprescindible para quien quiera saber de c¨®mo los amantes se transmutan uno en otro e intercambian sus almas as¨ª, como si nada. A esas almas ha vuelto aqu¨ª los ojos para hacer un recorrido apasionante, que comienza con los h¨¦roes hom¨¦ricos y sigue con Plat¨®n, cuyas almas descienden del cielo a encerrarse en el cuerpo; Arist¨®teles y todos sus secuaces indagando en sus funciones vegetativas, sensitivas e intelectivas; los estoicos y aun los epic¨²reos, que con Lucrecio entend¨ªan que el alma era materia conformada por ¨¢tomos en un movimiento incesante.
El cristianismo irrumpi¨® en ese panorama para apropiarse de algunas ideas de los paganos y condenar otras, en especial las que atend¨ªan a la condici¨®n material y mortal del alma o a su transmigraci¨®n en diferentes vidas. Por el contrario, los cristianos insistieron en la noci¨®n de un alma creada con el hombre, nacida para la eternidad y decisiva en su salvaci¨®n o su condena. Entre la Edad Media y el primer Renacimiento se acumulan reflexiones filos¨®ficas y teol¨®gicas con las explicaciones que ciencia y medicina dieron del alma, que unas veces, como quer¨ªa Miguel Servet, se asentaba en los espacios vac¨ªos del cerebro; otras, seg¨²n supuso Pedro Mex¨ªa, participaba del semen que descend¨ªa desde el cerebro hasta los ¨®rganos sexuales, y otras se embargaba de melancol¨ªa, es decir, de eso que hoy llamar¨ªamos depresi¨®n. Los neoplat¨®nicos imaginaron que la belleza del cuerpo manifestaba de modo palpable la del alma y aun llegaron a considerar que hab¨ªa un orden c¨®smico con el que el alma armonizaba por medio de la m¨²sica. Y de ah¨ª partieron m¨ªsticos como santa Teresa o san Juan de la Cruz para perfilar los deleites que sent¨ªan en sus encuentros con Dios.
Uno de los principales aciertos del libro es el de ofrecernos una imagen viva de todas estas entelequias, plasm¨¢ndolas en versos, en grabados o en lienzos. Unas veces son las palabras de Quevedo, de Lope, Aldana o de Fray Luis; otras, los trazos de Vel¨¢zquez, que dio al alma la forma de un ni?o, o los del Greco, que pint¨® al conde de Orgaz subiendo al cielo ya solo alma con la apariencia de reci¨¦n nacido y en los brazos de un ¨¢ngel. Y es que el alma ¡ªla conciencia que de nosotros mismos tenemos¡ª se nos presenta para siempre joven. Por eso Francisco de Villalobos, m¨¦dico de Carlos I, aseguraba que ¡°cuando estoy con otro viejo como yo, pienso que ¨¦l es viejo y yo no. ?Qu¨¦ lo hace? No por cierto otra cosa, sino que a ¨¦l v¨¦ole el cuerpo y no el alma. A m¨ª no me miro el cuerpo, sino el alma, que la siento tan verde y tan moza como cuando era de 20 a?os¡±. Ten¨ªa raz¨®n, pues a partir de cierta edad es mejor no mirarse demasiado al espejo.
Podr¨¢ decirse que todo son delirios, que estas gentes eran idiotas o ignorantes; pero errar¨ªamos porque estamos ante sabios verdaderos que procuraban comprender el funcionamiento y la complejidad de la vida humana. Esta Historia del alma traza una gu¨ªa precisa y manejable para que cualquier lector, curioso o entendido, se adentre en este fascinante laberinto de pasiones. Acaso pueda resultar algo lejano, pero lo cierto es que, despu¨¦s de tantos siglos, seguimos indagando en las mismas cuestiones, en lo que somos como individuos, en el sufrimiento, el amor, la felicidad o en la muerte. Alg¨²n neurobi¨®logo vendr¨¢ que identifique el alma con una enzima. A saber. Pero, aun cuando as¨ª fuera, el enigma permanecer¨¢ en lo oscuro y sentiremos todav¨ªa la necesidad de ahondar en las razones de nuestra existencia. Y en esas andamos, aunque a tientas.
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Autor: Guillermo Ser¨¦s
Editorial:?Galaxia Gutenberg (2019).
Formato: tapa blanda y versi¨®n e-book (460 p¨¢ginas).
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