Elixir de La Zaranda
'El desguace de las musas', ¨²ltimo trabajo de esta compa?¨ªa de culto, se despide de Barcelona antes de recalar en Madrid
Ir a ver al Teatro de la Zaranda es asistir a un ritual donde nada es f¨¢cil. Donde nada es innecesario, ni f¨²til. Su ¨²ltimo trabajo, ya no est¨¢ hecho por una compa?¨ªa Inestable de Andaluc¨ªa la Baja. Lo dejan bien claro, siguen siendo inestables, pero es ¡°teatro de ninguna parte¡±. Ellos siguen siendo igual que cuando nacieron en 1978 y este, su espect¨¢culo n¨²mero trece, El desguace de las musas, tiene algo de testamento, no s¨®lo por el t¨ªtulo, que tambi¨¦n. Un testamento que deja en herencia algo que nadie parece querer desear, ni a?orar: ¡°Hablamos de un desguace de musas, porque nadie cree ya en la inspiraci¨®n, sino en el marketing, una cultura apuntalada, oculta bajo los brillos de modas, premios, y papel couch¨¦, pero que como estos personajes somos perfectamente suprimibles, lo estamos siendo, el teatro de creaci¨®n apenas respira, todo se traza desde los despachos o taquillas, parece que las vanguardias del siglo XX nunca existieron, todo se dirige al mercado ni siquiera al espectador¡±, comenta Eusebio Calonge, dramaturgo de cabecera del grupo y uno de los autores m¨¢s s¨®lidos del teatro espa?ol contempor¨¢neo.
En esta ocasi¨®n La Zaranda se abre a m¨¢s actores que los tres asiduos que siguen permaneciendo desde los or¨ªgenes: Francisco S¨¢nchez (el director, muy admirado en la profesi¨®n teatral y al que siempre se le llama Paquito de la Zaranda), Gaspar Campuzano y Enrique Bustos. Ahora han querido reproducir uno de esos elencos dispares, como suced¨ªa en las compa?¨ªas en que se reun¨ªan artistas muy distintos, proveniente de una suerte de music hall en el que tienen cabida cantantes, caricatos, bailarinas e incluso aut¨¦nticos mamarrachos¡. Junto a ellos hay otros nombres; ¡°a esta obra han sumado su talento y generosidad, Gabino Diego, la actriz Inma Barrionuevo, y la soprano ?ngeles Mart¨ªn-Mu?oz, y entre todos tratamos de ofrecer una mirada humor¨ªsticamente cruda, sin nostalgia¡, quiz¨¢ el trabajo m¨¢s cr¨ªtico y c¨¢ustico de La Zaranda, con la historia del teatro, con nuestra propia historia¡±, comenta Francisco S¨¢nchez.
Esta compa?¨ªa de culto y reconocida internacionalmente, sobre todo en Latinoam¨¦rica, no responde a c¨¢nones de ning¨²n tipo, desde hace 40 a?os. De ah¨ª quiz¨¢ la dificultad de encasillarles en corriente alguna. La cosa sigue igual en este ¨²ltimo trabajo: ¡°No me interesa el teatro como g¨¦nero, m¨¢s bien como algo degenerado, puedo robar cierta ambientaci¨®n del mundo amargo de las variet¨¦s pero para desembocar en un auto sacramental primero, y en un gran naufragio existencial despu¨¦s, para proponer un juego de espejos que romper¡±, se?ala Calonge, sin que sea una afirmaci¨®n categ¨®rica por aquello de que a¨²n no tiene este trabajo suficientemente contrastado con los espectadores: ¡°Desconozco los efectos del p¨²blico, porque m¨¢s all¨¢ del argumento, lo que interesa en el teatro de La Zaranda es el asunto, la met¨¢fora, porque habla de la historia m¨¢s reciente de Espa?a, soy consciente de que los niveles de anestesia general que se propagan por todas las pantallas nos est¨¢n dejando sin un p¨²blico cr¨ªtico, capaz de captar la alegor¨ªa, de que el mercado obliga al teatro a competir con el zapping, con las ofertas de ocio¡¡±.
M¨²sicas reconocibles, el m¨¢s decadente mundo de las variedades, frases trufadas de Franco y Stalin en las que ambos ven¨ªan a decir lo mismo: ¡°Son conflictos, y entelequias que La Zaranda hace muy carnales, pero los personajes representan m¨¢s de lo que son, es nuestro lenguaje, tener un lenguaje es tener un territorio, ser reconocibles, aunque mucha cr¨ªtica que trabaja en la chatarrer¨ªa de novedades, te lo reprochen¡±, apunta el autor.
La Zaranda tiene cosas en com¨²n con el m¨¢s exquisito whisky de Malta. La primera vez que se degusta no se sabe si el sabor es un elixir o algo muy raro que tira para atr¨¢s. Todo el mundo reconoce su excelencia, pero hay quien prefiere no entrar en ese mundo porque tiene claro que eso es para paladares muy exigentes. Si se degusta sin miedos puede aparecer una luz al final del t¨²nel. O tambi¨¦n un sentimiento de desamparo, de ruina inminente, lo invade todo. Y en ambos casos, en el de La Zaranda y en el del whisky de Malta, una buena parte de ellos es et¨¦rea y en realidad pertenece a los ¨¢ngeles.
El montaje sale hoy del Teatre Romea de Barcelona para seguir una gira que har¨¢ parada del 22 de mayo al 9 de junio en el Teatro Espa?ol de Madrid, coproductor del montaje junto con el Teatro Romea y la propia compa?¨ªa.
Babelia
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