El juego de encontrar la obra de arte latinoamericana
La Academia de Bellas Artes de San Fernando inserta en su exposici¨®n permanente piezas de la colecci¨®n del empresario peruano Eduardo Hochschild
El juego consiste en ir descubriendo obras de artistas latinoamericanos, sobre todo del siglo XX, en especial peruanos, entre los maestros del museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Rabasf). A veces es f¨¢cil localizarlas, por el fuerte contraste con las que les flanquean, otras est¨¢n m¨¢s diluidas y, en algunas ocasiones, hay que prestar especial atenci¨®n porque pueden pasar inadvertidas por estar entre coet¨¢neos. Para facilitar la b¨²squeda a lo largo de las tres plantas del museo, se incluye un mapa del tesoro, en este caso, el folleto de la exposici¨®n En orden de aparici¨®n: arte peruano y latinoamericano de la colecci¨®n Hochschild, en el que se indica d¨®nde est¨¢n cada una de las 48 piezas de la muestra, visitable hasta el 21 de abril.
El desembarco de estas obras, que se ven por primera vez en Espa?a, form¨® parte de la programaci¨®n paralela de la ¨²ltima feria Arco, en la que Per¨² fue el pa¨ªs invitado. "La colecci¨®n del empresario Eduardo Hochschild, con base en Lima, es la m¨¢s importante de Per¨² de arte contempor¨¢neo y, adem¨¢s, en los ¨²ltimos tiempos, se ha convertido en latinoamericana¡±, se?ala la colaboradora de EL PA?S y la catedr¨¢tica de Arte Contempor¨¢neo Estrella de Diego, comisaria de la exposici¨®n junto al poeta e historiador Luis P¨¦rez-Oramas. El objetivo, seg¨²n De Diego, ¡°ha sido romper la mirada habitual con la que se puede visitar el museo. No se ha quitado ninguna obra de la [colecci¨®n] permanente, solo se han retocado salas en algunos casos¡±.
Esta muestra ¡°supone la vuelta a la Academia de artistas que la visitaron, como Diego Rivera, para dialogar con grandes maestros¡±. Este primer encuentro entre dos mundos llega con la obra que da t¨ªtulo a la exposici¨®n, el ¨®leo En orden de aparici¨®n, intento de autorretrato I (2012), de la peruana Sandra Gamarra, en la que se ve a una artista de espaldas. Flanqueada por el Cristo ante Pilatos, de Luis de Morales; y una Sagrada Familia de Juan de Juanes.
Esta clase de contraposiciones ¡°le viene bien a colecciones cl¨¢sicas, que las tambalee, en museos como este, que se visita poco¡±, subraya De Diego sobre la exposici¨®n permanente de la Academia de Bellas Artes, y a?ade otro factor que justifica esta apuesta, el hist¨®rico: ¡°Espa?a, tradicionalmente, ha tenido a Am¨¦rica Latina fuera de las colecciones de sus museos, as¨ª que tambi¨¦n hay una idea de uni¨®n¡±. Entre los di¨¢logos m¨¢s logrados, seg¨²n la comisaria, est¨¢ el retrato de La india del Collao (1925), pieza indigenista del peruano Jos¨¦ Sabogal, con su mirada inquieta, rodeada de goyas, que se cruza con un autorretrato del genio de Fuendetodos, Casa de locos o El entierro de la sardina. Otras inserciones interesantes est¨¢n en las salas de retratos. Junto a un joven Godoy, de Folch de Cardona, posa sarc¨¢stico el peruano Fernando Guti¨¦rrez junto a c¨¦lebre militar de su pa¨ªs.
¡°Hay varios puntos de especial inter¨¦s¡±, destaca De Diego, en este recorrido en el que, reconoce, hay ocasiones en las que se pueden ¡°perder las relaciones¡± por transitar durante varias salas sin ver las obras latinoamericanas. Ella destaca una joya de la pintura virreinal peruana, Nuestra se?ora de Cocharcas, obra an¨®nima de mediados del XVIII, ubicada entre maestros del Siglo de Oro, especialmente el Cristo en la cruz, de Alonso Cano. Otro es, en la sala de paisajes, donde irrumpe La caza in situ (1976), de la pintora colombiana Beatriz Gonz¨¢lez, que combina ¡°de forma extraordinaria¡± con lo que hay a su alrededor. El sue?o del caballero, de Antonio de Pereda, obra maestra del siglo XVII, adquiere una nueva visi¨®n junto a los objetos del colombiano Rosemberg Sandoval y el bodeg¨®n moderno del chileno Adolfo Couve. El recorrido se cierra con la t¨¦mpera sobre cart¨®n Formas abstractas ensambladas (1937), del uruguayo Joaqu¨ªn Torres Garc¨ªa, que se ve en tal armon¨ªa entre los bronces de sus coet¨¢neos Picasso, Gargallo y Julio Gonz¨¢lez, ¡°que habr¨ªa que dejarlo ah¨ª para siempre¡±.
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