?C¨®mo llegamos a casa anoche?
Sarah Hepola en ¡®Lagunas¡¯ y Mary Karr en ¡®Iluminada¡¯ recurren a sus experiencias personales para narrar el elevado coste que supone para una mujer el alcoholismo
Me he bebido 18 whiskys: creo que es el r¨¦cord¡±, afirm¨® Dylan Thomas: naturalmente, fueron sus ¨²ltimas palabras. ¡°Los escritores beben. Es lo que hacemos¡±, sostiene, por su parte, la escritora estadounidense Sarah Hepola, quien (sin embargo) tambi¨¦n cita a Stephen King, cuyas adicciones lo atormentaron durante d¨¦cadas: ¡°La idea de que el esfuerzo creativo y las sustancias psicotr¨®picas van de la mano es uno de los mayores mitos de nuestra ¨¦poca, tanto a nivel sofisticado como en la cultura popular¡±.
Aunque el mito persiste (en buena medida debido a Hollywood), varias autoras han abordado recientemente el tema desde una perspectiva desmitificadora. Por ejemplo, la argentina Mar¨ªa Moreno, en su espl¨¦ndida memoria et¨ªlica Black Out (Literatura Random House, 2016), y la brit¨¢nica Olivia Laing, en el menos satisfactorio El viaje a Echo Spring. Por qu¨¦ beben los escritores (?tico de los Libros, 2016), un ensayo en el que abordaba el tema a trav¨¦s de algunas biograf¨ªas (Scott Fitzgerald, Heming?way, Tennessee Williams, John Berryman, Cheever, Raymond Carver) y de su propia historia de consumo y rehabilitaci¨®n; su testimonio guardaba v¨ªnculos con el que atraviesa las mejores (y m¨¢s desgarradoras) historias de Lucia Berlin, por ejemplo las de Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara, 2016).
Karr usa un sentido del humor que hace m¨¢s llevaderos la adicci¨®n de sus padres, un intento de suicidio o la internaci¨®n psiqui¨¢trica
No de forma accesoria, todos estos libros fueron escritos por mujeres: como recuerda Hepola, ¡°en 2013 un informe de los Centros para el Control y Prevenci¨®n de Enfermedades declar¨® que el consumo excesivo de alcohol supon¨ªa un ¡®peligroso problema de salud¡¯ para las mujeres entre los 18 y los 34 a?os¡± en Estados Unidos, al tiempo que, en ese pa¨ªs, ¡°casi 14 millones de mujeres se corren una media de tres juergas al mes, con seis copas en cada una¡±. Hepola comenz¨® a contribuir a estas estad¨ªsticas a los siete a?os de edad, cuando empez¨® a beberse los restos de cerveza de sus padres: cuatro a?os m¨¢s tarde ten¨ªa su primera borrachera y poco despu¨¦s ya estaba perfectamente cualificada para dar el salto a la universidad, donde las juergas en su apartamento de estudiante adquirir¨ªan el preocupante apodo de ¡°arrasadas¡±.
¡°Con los a?os, empec¨¦ a depender de los amigos para obtener la informaci¨®n m¨¢s b¨¢sica¡±, escribe. ¡°?C¨®mo llegamos a casa anoche? ?Tienes idea de lo que le paso? a mis vaqueros? ?Por que? hay un perrito caliente empanado en mi cama?¡±. Las ¡°lagunas¡± producidas por su consumo de alcohol aumentaron con ¨¦ste al hilo de los primeros trabajos en peri¨®dicos y su descubrimiento de que la bebida parec¨ªa estimular su capacidad de escribir. ¡°Mis amigas se me acercaban con cautela los domingos¡±, recuerda, ¡°intentaban sonar despreocupadas, como si fu¨¦ramos a cotillear sobre chicos y esmalte de u?as, pero las siguientes siete palabras eran como agujas clavadas en la piel. ¡®?Te acuerdas de lo que hiciste anoche?¡±. A largo de casi toda su vida adulta, la respuesta fue negativa.
¡°A finales de la d¨¦cada del dos mil, las hero¨ªnas torpes y borrachas formaban parte habitual de nuestra narrativa¡±, recuerda Hepola. ¡°El diario de Bridget Jones parec¨ªa un ¨¢rbol con miles de ramas. Carrie Bradshaw era un aut¨¦ntico imperio medi¨¢tico. Chelsea Handler estaba creando una astuta marca comercial haciendo el papel de mujer mucho m¨¢s bebedora y alocada de lo que realmente era¡±. Pero la estadounidense Mary Karr (que pertenece a una generaci¨®n anterior) no se benefici¨® de ese clima de liberalidad y supuesto empoderamiento femenino porque sus inicios en el alcoholismo fueron muy anteriores: tuvieron lugar en el marco de un hogar familiar en el que, sostiene, ¡°mi madre se ca¨ªa y se meaba encima, mi padre se liaba a pu?etazos y beb¨ªa hasta caer redondo. (?Qui¨¦n sino un borracho, me pregunto con la perspectiva del tiempo, pod¨ªa estar solo en su porche y aun as¨ª meterse en broncas?)¡±.
Hepola: ¡°Cuando los hombres se ponen ciegos, hacen cosas; cuando las mujeres se ponen ciegas se las hacen a ellas¡±
Karr dedica Iluminada a su hijo adolescente; es un gesto pat¨¦tico en una o dos acepciones del t¨¦rmino, pero su relato tiene una singular ligereza y un sentido del humor que hacen m¨¢s llevaderos asuntos como la adicci¨®n de sus padres y la falta de est¨ªmulos en su infancia y adolescencia (¡°Toda chica que se propusiera ser poeta estaba condenada a convertirse [¡] en una vulgar prostituta¡±, recuerda), as¨ª como su ingreso a la universidad (agresi¨®n sexual incluida), el fracaso de su matrimonio y las diferencias de clase entre ella y su familia pol¨ªtica, adem¨¢s de sus dificultades econ¨®micas, un intento de suicidio, la internaci¨®n psiqui¨¢trica y su larga lucha por recuperar la cordura y algo parecido a una sobriedad feliz.
Ambas historias presentan similitudes, aunque tambi¨¦n algunas diferencias: Karr es una destacable estilista, pero quiz¨¢ se detiene en exceso en los aspectos m¨¢s dolorosos y devastadores de la adicci¨®n, mientras que Hepola (habituada a la exigencia period¨ªstica de tomar del cuello al lector y no soltarlo) comienza su historia con una an¨¦cdota potente y no abusa del dramatismo; Karr no extrapola, mientras que Hepola apunta al car¨¢cter universal de su historia: como sostiene acertadamente, el alcoholismo es a menudo una soluci¨®n (inadecuada y da?ina, pero soluci¨®n al fin) a los imperativos depositados en las mujeres, en especial en las profesionales. ¡°La bebida me daba permiso para hacer y ser lo que quisiera¡±, recuerda; pero esa licencia, que tan raras veces se otorga a las mujeres, no carece de un importante precio a pagar; entre otras cosas porque ¡°cuando los hombres se ponen ciegos, hacen cosas; cuando las mujeres se ponen ciegas, se las hacen a ellas¡±. Estos dos libros son el testimonio de todo lo que puede costarle a una mujer en nuestra sociedad ¡°convertir la vida en algo que no necesite beber para soportar¡±, como afirma Hepola.
Lagunas. Sarah Hepola. Traducci¨®n de Enrique Alda. Pepitas de Calabaza, 2019. 255 p¨¢ginas. 22,80 euros.
Iluminada. Mary Karr. Traducci¨®n de Regina L¨®pez Mu?oz.? Errata Naturae y Perif¨¦rica, 2019. 581 p¨¢ginas. 24,50 euros.
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